Una exposición en Roma reúne a los artistas que hacen bandera del activismo climático
Frente a los activistas que estos días tratan de llevar la lucha contra la crisis climática a los museos, una muestra en Roma reúne a los referentes del ‘activismo estético’ por el medioambiente

Una exposición reúne en Roma a los artistas referentes del activismo climático. Foto: Nahia Peciña | EFE.
Los almiares de Monet, en el museo Barberini de Potsdam, fue el último en sufrir las consecuencias de los activistas contra la crisis climática, en este caso en forma de puré de patata. Antes había sido sopa de tomate sobre Los girasoles de Van Gogh en la Galería Nacional de Londres. Y no son los únicos ejemplos.
Pero hay otras vías de hacer frente a la alarmante situación que amenaza el medioambiente, también desde el propio mundo del arte como puede verse en una exposición recién aterrizada en Roma que exhibe las obras de 26 artistas internacionales que plasman su activismo climático a través de “medios propios del arte”.
Arte y el activismo climático
Comisariada por Gerardo Mosquera, Hot Spot. Cuidando un mundo en llamas es la muestra que puede verse en la Galería Nacional de Arte Moderno y Contemporáneo de Roma y que reúne piezas de artistas procedentes de diferentes países, entre ellos España, Brasil, México, Cuba, Colombia o República Dominicana.
Partiendo del nombre, que homenajea la obra de Mona Hatoum Hot Spot III, 2009, una gran instalación en hierro y neón que representa el planeta Tierra iluminado por una luz roja que alerta sobre la catástrofe ambiental a la que nos aproximamos y que también está incluida, la exposición integra trabajos artísticos que pretenden hacer reflexionar y concienciar sobre la complejidad de la crisis climática.
Las obras incluidas, además, no solo se centran en la denuncia, sino que proponen un ‘activismo estético’ que pueda ser punto de partida para imaginar una relación diferente con el planeta.
Activismo estético
En palabras de Gerardo Mosquera, “he querido presentar obras que no abordan estos problemas ecológicos de una manera documental o directa, si no usando medios más indirectos, más propios del arte, la poesía, la estética o el simbolismo”.
Las obras expuestas van más allá de la denuncia proponiendo un ‘activismo estético’ como origen para imaginar una relación diferente con el planeta
Es más, a medida que se avanza entre las piezas se sugiere la “posibilidad de un renacimiento del medio natural, ya que la vida en la Tierra tiene una enorme capacidad por la resiliencia”, apunta.
Abierta hasta el próximo 26 de febrero de 2023, Mosquera, crítico e ideólogo del nuevo arte cubano, califica la exposición de “estimulante” pues trabajar con tantos artistas internacionales le ha enseñado a “huir y compenetrarse con otras estéticas y posiciones”, algo que le ha permitido “abrirse y progresar como ser humano”.
Nueva relación con el medioambiente
Entre los proyectos en exposición se puede ver una obra de la cubana Glenda León: un piano abandonado del que brotan flores y con el que la autora quiere transmitir “una idea de optimismo, de cómo de algo abandonado, roto, de algo que no tiene un uso para el cual fue concebido, emerge algo con una belleza”.
De la misma artista son dos piezas interactivas, creadas con cuerdas de guitarras, que al tocarlas producen sonidos que “hablan escuchar a la naturaleza y de no verla como algo aparte, si no algo a lo que pertenecemos”.
Otra de las obras que abarca gran parte del espacio es la de la brasileña Sandra Cinto, que durante siete días realizó con bolígrafos un dibujo en la pared de la galería que representa el cielo y el mar “en una cosmología líquida y poética” y con el que pretende hablar de la necesidad de libertad, de promover un sueño y las cosas buenas.
Johanna Calle por su parte plasma los problemas climáticos construyendo un árbol con una máquina de escribir. No es uno cualquiera, sino un nogal andino de la Cordillera de los Andees, una especie endémica que deja ver la fragilidad de los ecosistemas ante los cambios climáticos.
Arte como llamada de atención
Gideon Mendel ha documentado con sus fotografías la devastación que deja el desencadenamiento cada vez más frecuente de inundaciones en diferentes partes del planeta mientras Kim Juree a través de su obra Flooded que muestra la disolución de una arquitectura de barro pone el acento en la fuerza disruptiva que pueden manifestar los elementos.
El vertiginoso crecimiento de la población humana y sus efectos en forma de voraz explotación de los recursos ambientales se deja ver en esculturas de Davide Rivalta, un tema que centra también las obras de Daphne Wright e Ida Applebroog, y que emerge con sutil ironía en el pequeño correcaminos ubicado en la frontera entre Estados Unidos y México retratado por Alejandro Prieto.
No faltan las contradicciones, como en la inquietante imagen del video de Jonathas de Andrade en el que el pescador abraza y acaricia al pez al que está haciendo agonizar, o las reflexiones sobre la sobreproducción y sus efectos en forma de basura y desperdicios, como retrata Chris Jordanen.
Los crecientes procesos de urbanización tienen poca consideración por el entorno natural, dando lugar a fenómenos inquietantes como las mareas oscuras retratadas por Allan Sekula. También las plantas agitadas por máquinas en las esculturas de Rachel Young ahondan en este aspecto, así como la manipulación genética y la transición a los cyborgs y la robotización.
Los árboles son los protagonistas de las obras de Cecylia Maliklo que alerta sobre la deforestación indiscriminada que tuvo lugar en Polonia, una idea que también aborda Michelangelo Pistoletto con cinco troncos de árboles cubiertos de espejo que reflexiona sobre la relación entre la presencia humana y el medioambiente. En su pintura, Alex Cerveny transforma la silueta humana en un árbol frutal, rodeado de pájaros.