Abismo de Bisurto: la puerta al centro de la tierra está en Calabria
Michelangelo Frammartino retrata en la película de docuficción ‘Il buco’ la aventura de los 12 espeleólogos que en 1961 descubrieron en Calabria la cueva más profunda del mundo

El Abismo de Bisurto. Fotograma de ‘Il buco’.
Al suroeste de Italia, en la punta de la península con forma de bota del país, los habitantes de Cerchiara di Calabria han conocido desde hace siglos las cuevas de origen kárstico que les rodeaban y que albergaron a sus primeros habitantes y a los monjes basilios en el siglo IX, así como a bandoleros y pastores a lo largo de los años. Sin embargo, no fue hasta 1961 cuando se descubrió el Abismo de Bifurto, una cueva que desciende en vertical 683 metros, una de las cuevas más profundas del mundo.
Fue un equipo de 12 espeleólogos venidos de Piamonte quienes llevaron a cabo la hazaña, adentrándose en las profundidades de la tierra desde una de las laderas del Monte Pollino, el macizo en los Apeninos meridionales que marca el límite entre Calabria y Basilicata.
La extraordinaria gesta de este otro viaje al centro de la tierra protagoniza la película documental Il buco (El agujero) de Michelangelo Frammartino que, tras cosechar el premio especial del jurado en el Festival de Venecia de 2021 se estrena este viernes en España.
‘Il buco’: el otro viaje al centro de la tierra
Diez años después de su película anterior, Le quattro volte, el director bucea en la historia de los hombres que descendieron al centro de la tierra en una historia que habla, además, del boom económico de los años sesenta en Italia y de las profundas diferencias entre el norte, moderno y urbano, y el sur, rural y donde el tiempo parece haberse detenido.
Entre el entre el documental y la ficción, Frammartino, que conoció personalmente a Giulio Gècchele, uno de los espeleólogos que había participado en la exploración de 1961, se mete en la piel de un pastor local recreando dos escenarios, el de la expedición y el de la vida rural calabresa, que se funden con sonidos e imágenes con un paisaje sublime.
Definida por su director como una película “particular”, Il buco no tiene diálogos, ni música, ni siquiera luz, la única iluminación es la de las linternas de los espeleólogos que se cuelgan por las húmedas paredes de roca.
El objetivo que se busca, según explica en una entrevista en Efe, es que el espectador sienta que se está adentrando en la cueva de verdad.
El Abismo de Bifurto
Año 1960. Los habitantes de Cerchiara di Calabria se reúnen en torno a un televisor en blanco y negro para asistir a uno de los milagros económicos del momento: la inauguración en Milán de la torre Pirelli, de Gio Ponti, el rascacielos más alto de Europa.
Ajenos a este hito del progreso y la modernidad, Gècchele y su joven grupo espeleológico del Piamonte llegan a Calabria con un objetivo muy distinto: explorar el Abismo de Bifurto o, como también se conocía la Fosa del Lobo, la cueva más profunda del mundo.
De casi 700 metros de profundidad, el récord era desconocido incluso para los propios exploradores. Su hallazgo, sin embargo, no se hizo público y permaneció tan escondido como el oscuro mundo bajo tierra en el que tuvo lugar. Los jóvenes no buscaban la fama, ni siquiera documentaron su experiencia. Solo sacaron algunas fotos.
El rodaje de ‘Il buco’
Rodada en la cueva real y a una profundidad de hasta 400 metros, el trabajo, como confiesa el propio director “fue dificilísimo”.
Según Frammartino “Entre bajarse, equiparse, rodar y luego subir, los días nunca terminaban. Había días que usábamos casi 10 horas entre prepararnos y bajar, y luego necesitábamos 5 horas para salir”.
El rodaje “largo y agotador” se dividió en dos equipos: los que trabajaban dentro y los que bajaban a la cueva. Estos últimos siempre estaban conectados mediante un cable de fibra óptica a la superficie, donde trabajaba Renato Berta, el director de fotografía.
En paralelo a la expedición, la cinta nos sitúa en la perspectiva del viejo pastor que asiste a la llegada de estos forasteros con picos y planos a un territorio aún inexplorado.
“Los piamonteses admiraban la nobleza de los pastores y a su vez los aldeanos admiraron el coraje de esos extraños muchachos que llegaban para meterse en la cueva más profunda del mundo”, señala el director.
Si en el prólogo se mira hacia arriba, hacia los flamantes rascacielos, en el resto de la película la vista de dirige hacia abajo, y hay incluso espacio para reivindicar la práctica, estudio o ciencia que es la espeleología y que, a diferencia de la escalada, no tiene un momento triunfal. No se alcanzan cimas sino un final más profundo. “Cuando la exploración termina, es una pequeña derrota”, dice Frammartino. “Siempre hay una especie de melancolía”.