Viaje fotográfico por la decadencia de las catedrales del cine
El libro ‘Movie theaters’ es un recorrido por cientos de salas de cine de EEUU que han quedado abandonadas o reconvertidas en iglesias o supermercados

La sala del Fox Theater de Inglewood, California, conserva el artesonado del techo. Foto Yves Marchand y Romain Meffre
Ni la televisión ni el VHS o el DVD han podido matar al cine. Pero sí lo han relegado al ámbito íntimo del hogar, mientras que las salas se han tenido que reconvertir en complejos con no menos de media docena de pantallas.
Era eso o morir
Y muchas han muerto, aplastadas por la aplanadora del progreso y los cambios de consumo.
Las salas de cine que han cerrado para siempre ejercen ese efecto magnético que tienen los sitios abandonados, como se ve en el libro Movie Theaters (Editorial Prestel) de los fotógrafos franceses Yves Marchand y Romain Meffre.
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Las imágenes son de salas de EEUU, pero tranquilamente podrían ser de Rusia, España, Turquía o México; ya que el auge de las grandes salas de cine fue más o menos paralelo en diversos países del mundo. Y su decadencia también.
Arqueología urbana entre cines
El dúo de Marchand y Meffre han encargado una cámara especial para tomas de gran formato, y se han colado en más de 250 cines de aquel país, desde pequeñas salas de pueblos perdidos en Texas, Utah o Arkansas hasta gigantescos establecimientos en
Nueva York, Detroit o Los Ángeles.
Los fotógrafos han visitado más de 250 salas de EEUU, muchas abandonadas y otras convertidas en tiendas, iglesias o depósitos
El libro se estructura en tres partes. La primera es un mosaico de 60 salas vistas desde el exterior, en que se adivina la libertad eclética de los arquitectos para las fachadas, con estilos que van desde el neogótico al bizantino, pasando por el barroco o el art-decó.
Muchas están cerradas, y otras mantienen la estética exterior pero convertidas en clínicas dentales, bazares de ‘todo a 100’ o iglesias.
El abandono de las salas
La segunda parte, que llega hasta la mitad del contundente volumen, son imágenes de las salas de cines grandes y pequeños, donde se repite el patrón de butacas polvorientas, paredes desconchadas, escenarios con las tablas partidas y rincones vandalizados con graffitis.
También retratan detalles que recuerdan el inexorable paso del tiempo, como una máquina para hacer palomitas que nadie usa hace décadas, una sala de proyección con películas desparramadas o imágenes de la decoración, desde murales estilo mexicano del Alameda Theatre de San Antonio (Texas) al telón que imita un cuadro de dudoso gusto en el Schubert Theatre de Gooding (Idaho).
Aquí los autores han hecho un auténtico trabajo de arqueología urbana, al reseñar datos de su historia, del estilo o del futuro que le ha tocado a cada sala.
Las lamentables resurrecciones de las salas
La última parte es la reconversión de los cines abandonados en cualquier cosa menos en salas para proyectar películas.
Algunos han tenido la gentileza de darle una mano de pintura y conservar su legado arquitectónico, como el estudio de fotografía del Alva Theatre de Morganton (Carolina del Norte) o la iglesia instalada en el antiguo Loew’s Valencia Theatre de Queens, Nueva York, que ha recuperado el color de la decoración barroco americano que la rodea.
Detalles como la sala de proyección llena de polvo o una máquina para hacer palomitas que nadie toca son reflejos del inexorable paso del tiempo
Pero unos cuantos se han convertido en tiendas de ropa, aparcamiento para autobuses o librerías donde el interior se ha tapado con falsos techos y poco más. O directamente la decadencia persiste porque los nuevos dueños apenas han hecho obras.
Si era posible las fotografías se hicieron con la luz que podía entrar del exterior. Si la larga exposición no bastaba para aportar algo de claridad los autores recurrían a lámparas conectadas a sus coches o cualquier artilugio para brindar luz en la oscuridad.
Auge y decadencia de las salas
En la introducción el profesor de cine Ross Melnick realiza un repaso cronológico de las salas de cine, su surgimiento, el auge de los grandes locales como el Capitol Theatre de Nueva York en 1919, con capacidad de 5.300 asientos y la expansión de miles de salas en los barrios y pequeños pueblos durante la Depresión.
El auge económico tras la Segunda Guerra se consolidó en las grandes ciudades, mientras que en los pueblos comenzó una decadencia que se contagiaría a las metrópolis en los ’60 y ’70.
Los cambios de hábito de las últimas décadas han cambiado las reglas de juego de los cines. Y cuando la numantina resistencia de los propietarios cede por agotamiento económico o por fallecimiento hay dos opciones: el cierre o la picota. Como aquella triste escena en que la sala de Cinema Paradiso es demolida poco después de la muerte de Alfredo.
Este libro nos recuerda que ese puede ser el destino de tantas salas que han quedado olvidadas por la historia.