¿Cómo ahorrar más de un centenar de euros al contratar un préstamo?

Hay préstamos que pueden salir caros, y si se está corto de dinero, se trata de ahorrar el máximo posible. Lo recomendado es buscar créditos con bajos tipos de interés, y evitar las comisiones que quieran aplicar

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Durante el año pasado las entidades de crédito españolas concedieron a las familias más de 19.000 millones de euros en créditos al consumo. Un incremento del 20,13 % con respecto a 2014. Una deuda que, dependiendo de la capacidad para negociar con la entidad, puede salirnos bien de precio o, por el contrario, muy cara.

Cuando se solicita financiación, el objetivo de cualquier negociación es pagar menos. Pero el coste final de un crédito no depende únicamente del tipo de interés: los préstamos al 0 % de interés no siempre son los más baratos, por lo que a la hora de asumir una deuda es importante conocer todos los aspectos que afectan al precio final para poder negociar con mayor seguridad.

El tipo de interés, lo más bajo posible

Lógicamente, cuanto menor sea el tipo de interés aplicado sobre el dinero prestado, menores serán los montos que se tendrán que devolver a la entidad. El interés medio de los créditos al consumo concedidos en diciembre se situó en el 7,56 %, por lo que no se debería firmar un préstamo con un interés mayor.

La diferencia entre suscribir un crédito con un interés u otro puede ser determinante a la hora de ahorrar. Por ejemplo, un cliente que solicite 10.000 euros a devolver en cuotas mensuales durante 5 años, con un TIN del 10 %, acabaría pagando 2.748,25 euros en concepto de intereses, mientras que si lo hace con un TIN del 5 %, pagará menos de la mitad: 1.322,74 euros.

Decir ‘no’ a las comisiones

Las comisiones de estudio y de apertura pueden encarecer el préstamo. La buena noticia es que son relativamente fáciles de evitar. Entidades como ING Direct, Cofidis o Cetelem no aplican ninguno de los gastos anteriores, además de comercializar préstamos con un interés por debajo de la media, por lo que el cliente se puede ahorrar un pago inicial de varios cientos de euros.

Otro ejemplo: un cliente que solicite un préstamo de 10.000 euros con una comisión de apertura del 3 % tendría que abonar, nada más firmar el contrato, 300 euros. En cambio, con el Préstamo Naranja de ING Direct (7,18 % TAE), el de Cetelem (desde el 7,18 % TAE) o el Crédito Proyecto de Cofidis (desde el 5,06 % TAE) no se tendría que abonar ninguna comisión. Resultado: cientos de euros de ahorro.

Solicitar una cuenta asociada gratis

Cuando se pide un préstamo en la banca es casi imposible evitar la apertura de una cuenta en la entidad. La única forma de evitarlo es acudir a los establecimientos privados de crédito que no requieren cambiar de banco.

No obstante, abrir una cuenta nueva no tiene por qué ser un problema siempre y cuando no tenga comisiones y sea gratuita. Actualmente, la mayoría de las entidades comercializan cuentas sin comisiones, por lo que no deberíamos pagar por ella, menos aún si solo se la va a utilizar para pagar el préstamo. Además, permitirá ahorrar un pequeño monto, ya que el mantenimiento de una cuenta puede superar los 50 euros anuales.

No contratar más de un seguro

La mayoría de las entidades exigen que el cliente contrate un seguro. Si bien no es obligatorio, en caso de negativa lo más probable es que se rechace el préstamo o aumenten el interés. El más habitual es el seguro de protección de pagos, pero también pueden exigir un seguro de vida, de hogar o de auto.

El truco consiste en hacer números y ver qué sale más a cuenta: si contratar un seguro y disfrutar de un interés menor, no contratarlo y pagar más intereses o, directamente, buscar otra opción que no requiera contratar ninguna póliza.

En cualquier caso, no se deberían aceptar más de un seguro ni tampoco un precio desorbitado, ya que se puede acabar pagando varios centenares de euros extra al año y hay varios préstamos en el mercado que se pueden contratar sin seguros o con solo uno.

No asumir una vinculación excesiva

En algunos casos, el banco puede exigir que se asuma una cierta vinculación. Si no supone ningún coste y parece razonable, como por ejemplo domiciliar la nómina o un recibo, no debería haber ningún problema. Sin embargo, si vincular con la entidad implica un gasto mayor, como contratar una tarjeta de crédito con cuota de mantenimiento anual o que debe suscribir un plan de pensiones que también tiene comisiones, cabe pensarlo dos veces.

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