José, el nuevo ‘Perro Callejero’ de Barcelona

A juicio por atracos y asesinato un joven de 18 años cuya vida nos traslada a la Barcelona negra y criminal de los 'quinquis'

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J. P. E. Tiene 18 años y se enfrenta a una pena de 30 años por asesinato y robo con intimidación.

José no conoció a su padre. Ni tampoco estableció relación con los diversos compañeros sentimentales de su madre. Tiene 4 hermanas, todas de un padre distinto.

Infancia durísima

Aun de niño, José era el hombre de la casa, un referente para aquellas mujeres con las que convivía en un piso de apenas 60 metros en el barrio del Buen Pastor, entre Barcelona y Santa Coloma de Gramanet. Las paredes de un piso de 60 metros, habitado por 6 personas, son, necesariamente, de papel. Fue testigo en la sombra de un hecho que marcó su vida: uno de los novios de su madre violó a una de sus hermanas. Años después, y ya adolescente, se enteró (esta vez no estaba en casa) de que otro de los «amigos de mamá» aprovechó un descuido para agredir sexualmente a otra de las hermanas.

Durante la niñez, José fue espectador privilegiado de una estampa tétrica y casi funesta que iba a remover sus emociones, y en consecuencia, a repercutir en la conducta de un menor de edad que, demasiado pronto y demasiado bruscamente, recibía las primeras bofetadas de una vida injusta.

José marcó territorio con ocho años

Se podría decir que José vivía en la calle. Hizo de las plazas y parques de su barrio su segundo hogar. Allí, como antiguos mitos  de «navajeo» (robo) y el «burle» (el juego), se hizo fuerte a golpe de «cojones»: «Para que llore mi madre que llore la tuya», solía decir antes de blandir sus puños o su navaja.

Tal y como se recoge en uno de los múltiples informes psicológicos sobre su personalidad que aparecen en el sumario por asesinato en el que está imputado, con sólo ochos años se dedicó a «poner petardos  en los buzones de los vecinos. Lanzar al río (Besós) los carros de la compra de las mujeres del barrio. Lanzar huevos contra los coches, maltratar animales (palomas, ratas y gatos) y participar en innumerables peleas, hurtos, robos de coches y robos con fuerza. José menciona que nunca fue detenido por estos hechos («era tan rápido que no me pillaban»)». 

El vaquilla, su referente

Tenía sólo diez años y hay quien ya le comparaba ya con el difunto Juan José Moreno Cuenca, «el Vaquilla». Sólo había una sustancial diferencia: «El Vaquilla» era fruto y consecuencia de una época, los años 70, y de un país inmerso en plena emancipación democrática, sumido en extraordinarias desigualdades sociales y con la heroína irrumpiendo voraz y cebándose en los barrios marginales. José es fruto de una sociedad diferente (¿o no tan diferente?).

José, efectivamente, parece sacado del elenco de actores de la película Perros Callejeros. Pero de eso hace 40 años.

Ingresó en un tutelar, y mordió el polvo

La situación de desarraigo llegó a oídos de la Dirección General de Atención a la Infancia. Tras analizar su caso, instó el trámite para retirarle la patria potestad a su madre y así poder acoger bajo su tutela a ese niño e intentar reconducir su vida.

José ingresó en un centro de protección de menores.

El incendio de una vida desestructurada se intentó sofocar, pero en vez de agua, José recibió gasolina.

Violado de forma reiterada

Tenía 11 años, y a las pocas semanas de estar en el centro de menores alguien, que ahora no ha querido identificar  ni ante su abogado ni ante los psicólogos que le tratan en la cárcel, le violó de forma reiterada.

Un informe de Hospital Sant Joan de Deu, al que ha tenido acceso Economía Digital, confirma que José fue atendido por supuestos abusos sexuales mientras estuvo internado en el centro de protección de menores. A la psicóloga que entonces le trató,  explicó que el agresor era un compañero de litera de 15 años.

José: resabiado, turbado y endurecido

Aquel niño resabiado, endurecido por una vida llena de latigazos, turbado, incapaz de metabolizar el dolor, ni siquiera ya de identificarlo, acumuló odio en estado puro que transformó en energía vital al servicio de una mente criminal. Y así, de mal en peor, fueron pasando los años.

Se dedicó a robar, a pelearse y a beber. A gobernar el barrio con la prestancia de quien tiene la certeza de que no le puede pasar nada peor en la vida.

Su primera muerte

La madrugada del día 3 de marzo del 2014, J.P.E. y su faca (navaja) se fueron de copas a la Feria de Abril, situada en las instalaciones del Fórum. Según declaró ante los Mossos, se bebió en menos de una hora cuatro «cubatas» pero no se le nubló la vista hasta que vio, en una de las casetas, dijo, al compañero sentimental de su madre que años atrás había violado a su hermana pequeña. Afirma que pensó en matarlo allí mismo, entre la muchedumbre que bebía y bailaba en la feria, pero que finalmente no se atrevió.

Nervioso, borracho, turbado…

Según relata el auto de procesamiento dictado por la juez de Instrucción número 2 de Badalona, María Carmen Hita, José decidió irse del recinto. Estaba aturdido y muy nervioso.

Subió a la línea 10 del metro sacó su navaja y atracó a cuantos pasajeros se cruzó en el vagón. A uno de ellos le apuñaló en el vientre.

Salió del metropolitano en la estación de «La Salud» y  a partir de entonces declara que ya no se acuerda de nada más. Un hombre de 60 años apareció muerto, tirado en la calle Juan Valera de Badalona, empapado en un charco de sangre. Al lado de la estación.

Identificación inmediata

Los Mossos no tardaron en identificar al presunto autor. Su abogado habló con José y le convenció para que se entregase. Las imágenes de José y su navaja de enormes proporciones quedaron perfectamente recogidas por las cámaras de seguridad del metro. La Policía recogió en varios informes, fotograma a fotograma, cada uno de los robos con intimidación que protagonizó José en el convoy y que fueron grabados por las cámaras de seguridad. Su entrega era lo mejor. Ocurrió el 16 de mayo.

De lo que sucedió en el exterior del metro, en la calle Juan Valera, no hay testigos ni grabación alguna. Una nube gris lo tapa todo

La policía, los Mossos y la juez de instrucción tienen la certeza de que J.P.E es el autor de los hechos. Hay un cúmulo de indicios, algunos flagrantes, pero, sin embargo, su autoría no ha sido asumida por el imputado.

Primer juicio

El próximo 14 de julio, le juzgará la Audiencia Provincial de Barcelona. La misma sala que hace 40 años juzgó a su tío abuelo, J.U.C, que ingresó en la cárcel Modelo por innumerables atracos a bancos a mano armada y homicidio.

J.U.C se erigió en un KIE (un capo dentro de la galería) y participó en la formación de la COPEL (coordinadora de presos en lucha).

La heroína a finales de los 70, ya corría como la pólvora, también en la cárcel. La Modelo era una bomba de relojería. Como la dirección del centro no hacía caso a sus reivindicaciones, (reclamaba droga, entre otras cosas) J.U.C, decidió dar un golpe de efecto y en el momento y el día convenido, 300 presos, entre ellos el propio KIE,  se cortaron las venas.

Un KIE de otra época

Semanas después, J.U.C, recuperado de las heridas,  retomó los contactos con la dirección del centro. Pidió mejor comida y prostitutas para él y sus compañeros. Y la dirección, se negó. J.U.C. tenía 47 años y una condena de 26 que iba a pagar «a pulso».

Estando en su celda, llamo a varios funcionarios y tras gritarles…¡¡Para lo que me va a servir…!!, sacó una cuchilla de afeitar de debajo del colchón y se segó el pene.

J.U.C pasó a ser un mito entre la «pringue» (delincuencia) de Barcelona.

Un futuro sin futuro

Quizá sea esa la aspiración de J.P.E. Quizá sea ese el único camino que le queda para dar sentido a una vida sin sentido. 

Nada justifica lo que hizo, pero no se debe olvidar que a José,  cuando nació, lo lanzaron al vagón de cola, ese lugar, junto con los calabozos y las celdas, donde se «socializa la mierda», en palabras del que fuera fiscal jefe de Cataluña, D. José María Mena.

Demasiado pronto y demasiado duro…

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