Shanghai, China sin mitos

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No sabría decir si es el mejor restaurante chino de Barcelona, aunque estoy convencida de que es de los mejores. Sí estoy segura de que es el más elegante, el más tranquilo y, a la vez, el más familiar.

José María Kao y su familia son amables, y a la vez muy chinos. Hace decenios que viven y trabajan en Barcelona, están perfectamente integrados en la sociedad local –no solo porque hablen catalán– y han conseguido organizar una oferta específicamente china, pero utilizando como base una buena parte de los mejores productos de la tierra, de esta tierra. Son tan de Barcelona, que hace unos días comunicaron el fallecimiento del padre de la saga en una esquela en La Vanguardia.

La compra

El cabeza de familia se vanagloria de ir cada día a la Boquería, un viaje matutino del que muchos presumen, pero que en la mayor parte de los casos es una verdad a medias. Es mucho más cómodo pagar un porcentaje para que el intermediario de confianza te traiga el producto hasta la nevera. Total, ¿qué más da cargarle un 10% a la merluza?

Pero es más que probable que Kao se encargue, de verdad, del peregrinaje hasta los proveedores. Desde mi punto de vista, el pescado es el capítulo que permite ver con más claridad de dónde viene el producto y qué tratamiento tiene, y diría que en este caso hay poco margen de duda.

Langosta (58), buey de mar (51,50), gambas con guisantes (32), langostinos con curry (19,50), merluza con verduras (22,50), raya estilo Santung (20,50).

El Shanghai no es un lugar barato. Está muy lejos, lejísimos, de la media de los restaurantes chinos y de los japochinos de la ciudad. Desde hace años forma parte de la primera división de su especialidad. Se ha consagrado como un local chino auténtico, sin necesidad de apelar a la mitología.

Supongo que es por eso que el propietario mantiene en la entrada fotos de famosos que han visitado la casa; entre ellas, una en la que Kao aparece acompañando a Pep Guardiola. El día de la visita que utilicé para redactar estas líneas, Carles Pujol y su embarazada novia ocupaban una discreta mesa. A los pobres les aguardaba un grupo de paparazzi a la salida del restaurante. A los jugadores del Barça les gusta mucho este establecimiento.

También empresarios

Aunque el ambiente del local es mucho más de familias y de reuniones de amigos que de negocios, es frecuente encontrar en sus mesas a gentes del mundo de las grandes empresas. Es el chino de referencia.

Pues, bueno, la carta del Shanghai es de comida china, pero muy al gusto español. Para mi, sus mejores platos son el won tou, el pato asado o lacado y los fideos de arroz. La relación de productos es muy amplia, muy del estilo oriental, aunque yo no me movería mucho de los citados.

Como decía antes, una de las características más agradables del local es su familiaridad, lo que no quiere decir exactamente calidez. Esta familia siempre me ha recordado lo que debe ser un establecimiento de chinos integrados en cualquiera de las ciudades del Este o de la costa del Pacífico de Estados Unidos. Son norteamericanos, pero a la vez muy chinos. Sin conflicto.

Los ‘pelucos’

No me molestó que José María Kao tomara nota de la comanda luciendo un impecable y vistoso Rolex en la muñeca, y tampoco me importó que antes su bella hija me recomendara algunos platos exhibiendo un ostentoso Bulgari. Presumo que pueden ser auténticos. Y me parece muy bien, pero no dejó de llamarme la atención que ambos me los pusieran a la altura de los ojos. Me sentí un poco extraña. Debe ser porque conozco a poca gente que exhiba con esa soltura sus pelucos.

Una de las cosas más espectaculares de Shanghai es su carta de vinos. Es tan amplia que la tienen escrita en una tableta: unas 800 referencias. Y hay de todo y para todos los bolsillos, aunque una primera visión puede marear. Casi en primera pantalla, las recomendaciones del 75 aniversario de la Viniteca, su proveedor habitual; ahí no hay un vino por debajo de 100 euros.

Pero la mirada del pobre siempre encuentra algo a la medida de su bolsillo: un Muga blanco del 2011, a 20 euros (9,20 en bodega). El cuerpo igual me habría pedido decantarme por el priorat blanco Terroir al Limit por 70 euros (50 en bodega), pero los tiempos no están para esas alegrías.

Lo cierto es que la bodega de Shanghai es una gozada por su variedad y por su organización. Casi pagaría solo por contemplarla. Y no solo en lo que se refiere a vinos, sino también a licores; incluso combinados, como los gintonics, de los mejores de la zona pija barcelonesa donde se ubica el Shanghai.

La comida

Comimos unos wantons fritos de langostinos con espuma de salsa agridulce, muy ricos. También me encantaron los fideos de arroz –crujientes– con verduras: sabrosos y digestivos. Uno de los mejores platos de la cocina asiática, en general.

Y de segundos un suave pollo, “estilo Shanghai”, quizá con demasiada mezcla de sabores tropicales para una carne. Pero poco apasionante. Y pato asado, recomendado por Kao, pero que necesitaba un acompañamiento, ni que fuera el pan de arroz que tuvimos que pedir nosotras. No es una queja, por supuesto, pero hubiera preferido menos interés en llenarme la copa de vino y más diligencia en sugerirme los acompañamientos de mis platos.

Nos habían servido una caña Damm muy correcta y el café Ital muy bueno, servido en unas tazas Reidel originales y cómodas. Pagamos 50 euros por persona.

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