Adiós a una banca propia
En plenos años noventa, cuando todavía era pública, Argentaria anunció la venta del Banco Simeón, con sede en Vigo, a los portugueses de Caixa Geral frente a la opción de una Caixa Galicia en sus mejores momentos, lo que provocó un grito en contra unánime desde Galicia. Alzó la voz en aquella ocasión Manuel Fraga desde la Xunta, al advertir que «si bien no está en la letra, sí está en el espíritu del Estado de las autonomías la posibilidad de consultar con las comunidades una cuestión como la venta de una entidad financiera”. Desde A Coruña, Francisco Vázquez, el alcalde, fue más allá al anunciar que su ayuntamiento retiraría todo cuanto depósito estuviera en el Simeón si se materializaba la venta. Era otra forma de hacer política. Y eran otras las fortalezas que sostenían las cuentas de resultados de lo que en su día se llegó a definir como un sistema financiero propio, gallego.
Aquella jugada para hacerse con el Simeón y mantener su galleguidad implicaba también a otras dos entidades con sede y accionistas en Galicia: el Etcheverría y el Banco Gallego. Por balance, la suma (una fusión) de los tres estaría en condiciones de competir con el mismísimo Banco Pastor. Pero eso fue a mediados de los noventa. Si un alumno de una escuela de negocios gallega se sienta el próximo curso a analizar con detenimiento el mapa financiero de esta comunidad, comprobará cómo ni una sola de las entidades de esta historia tiene ya algo que ver con Galicia en cuanto a su propiedad. Esa será su primera conclusión. La segunda, que se trataba de entidades, en la mayoría de los casos, centenarias. Y la tercera, que su desaparición o absorción se llevaron a cabo prácticamente de un plumazo, en el abrir y cerrar de ojos de esta crisis.
El último episodio tiene como protagonista al Banco Gallego. El Fondo de Reestructuración Ordenada de la Banca se ha despachado con un anuncio y unas cuantas advertencias: se hará en un mes con el 100% de la entidad, inyectando 80 millones tras una operación acordeón, que dejará con un palmo de narices a los accionistas. El siguiente paso, su subasta, que si nadie lo impide a base de dinero se materializará por un euro. Ya hay novias (Sabadell, Bankinter, Espíritu Santo…). Básicamente, el FROB hará lo que le venga en gana, según lo que ha anunciado. Al igual que sucedió con el grupo de empresarios que vieron esfumarse el dinero invertido en NCG, nada parece impedir que en el caso de los propietarios del Banco Gallego, que suman más del 50% de su accionariado, también sean los tribunales los que tengan la última palabra.
El balance del Gallego presenta un patrimonio negativo de 9,1 millones a octubre de 2012, frente a los 254,7 millones en positivo de 2011. Ese es su pecado. Como antes lo fue la situación de NCG, hasta llegar a tener un saldo patrimonial negativo de 3.000 millones, o la venta preventiva, antes de verse en el callejón sin salida, del Banco Pastor al Popular del gallego Ángel Ron. Entre medias, la compra de hasta un 80% del Etcheverría por los venezolanos de Bandesco. Nada queda, excepto la Caixa Rural Galega, con un modelo definido, reconocible frente a aquel sistema financiero propio de años atrás. Probablemente, cuando salga de la escuela de negocios, ese alumno perplejo ante la historia bancaria gallega tendrá que buscar trabajo en Madrid o Barcelona. Eso será lo más triste de todo.