Al Círculo no se viene a leer

Coincido, salvo en algún matiz, en lo que Juanjo López Burniol escribe en su artículo de La Vanguardia el sábado 4 de junio.

En especial, creo que está fuera de lugar, ir al Círculo a leer un discurso, claramente escrito por otro. Es una manera equivocada de querer llegar al público, pero sin comprometerse mucho.

La tribuna, posiblemente la de más prestigio en Cataluña, acoge cada año a políticos, empresarios y profesionales, todos ellos muy cualificados, para exponer y debatir aspectos, no sólo económicos, sino de interés general, que afectan a la vida de los ciudadanos. Este año, en especial, cobró gran relevancia la mesa sobre la economía internacional que moderó David Vegara con José Viñals del FMI y Pol Antras de Harvard.

Muchos de los temas son de índole económica y empresarial, acordes con las características de los socios del Círculo, pero este año se ha dado cancha, dada la proximidad de las elecciones, a los líderes de los cuatro partidos con mayor representación.

Juanjo López Burniol se queja del «discurso monocordemente económico», leído, a veces, a toda velocidad, y del desencanto que le han producido el que no se hablara más de política.

Yo me contentaría con menos. Mi punto es que un político debe saber algo de economía, y tiene que saber contar su visión, y en ningún caso, menos en el Círculo, no debe leer, sino comunicar, y en este aspecto, al parecer tan normal, el de saber llegar al público, no lo han entendido los líderes políticos.

Es raro porque el escenario, y el público, muy cualificado, y creador de opinión, son ideales para llegar a los votantes, pero, año tras año, no parece que lo hayan entendido. Y los nuevos (Iglesias) se contagian de los antiguos. Solo Rivera, en este aspecto, da un discurso moderno y asequible.

Aparte de estos aspectos importantes, pero formales, ¿qué más pasó este año en las jornadas?

El presidente Antón Costas apeló a los líderes para que no volvieran a repetir la situación de bloqueo de las últimas elecciones, con una propuesta -que parecía de la teoría de juegos- que consiste en dejar gobernar a la fuerza más votada si no hay acuerdo entre las otras. Como incentivo poderoso a que los segundos y terceros flexibilizarán sus posiciones.

Era un envite directo que no se podía soslayar.

El que en principio parecía más concernido, el Partido Socialista, tuvo una salida, que, a mí, me pareció muy hábil. Pedro Sánchez dijo que estaba de acuerdo y que en las elecciones del 20 de diciembre ya había dado los pasos necesarios para tener, con Ciudadanos, la mayoría relativa de los diputados frente al resto de los otros grupos, y, en consecuencia que le parecía bien el criterio.

Obviamente en el momento en que el Círculo formuló la sugerencia no se contempló la variante aportada por Sánchez, pero en cualquier caso, el miedo a que se vuelva a repetir un resultado muy similar que lleve otra vez a un bloqueo en la formación de un nuevo gobierno, flotaba con intensidad en la sala, y esta sigue siendo la gran preocupación de los responsables empresariales.

Estamos navegando en un mar desconocido y no parece que se tenga demasiada confianza en los pilotos. En este clima vamos en menos de un mes a otras elecciones que serán claves, una vez parece confirmarse la desaparición del bipartidismo.

Y nuestro país no puede ya perder más tiempo. Nos aguardan importantes problemas económicos -también políticos- que no admiten demora.