El PNV no es un socio fiable para el PP
Como reza el viejo aforismo: “Cuando alguien te engaña una vez, la culpa es de esa persona; pero cuando te engaña la segunda, la culpa es tuya”. Y el PP parece que no aprende, porque en su enésima tentativa de aliarse con el PNV camina hacia un nuevo engaño, uno que podría tener consecuencias devastadoras tanto para su posición política como para la cohesión nacional.
Y más ahora, que afloran fundadas sospechas de la implicación en la trama de Cerdán de la marca del PNV en Navarra, liderada por Uxue Barkos, quien, en su etapa como presidenta de la Comunidad Foral, adjudicó contratos millonarios a Servinabar. El Supremo investiga ahora la implicación también de Jon Iñaki Alzaga, hombre de peso en el PNV y dueño del grupo Noticias, por su intervención en alguna de estas licitaciones.
El PNV ha consolidado un régimen que margina sistemáticamente cualquier vestigio de identidad española en el País Vasco.
Si alguien tenía dudas de la “amistad peligrosa” que siempre ha supuesto para el PP un pacto con el PNV (la traición más reciente fue a Rajoy en la moción de censura), no tiene más que observar el comportamiento de los de Aitor Esteban desde que se saben necesarios para que Pedro Sánchez siga en la Moncloa y el PSE no caiga en la indigencia política. Gracias a esta superioridad, que se manifiesta incluso en la forma de hablar de sus líderes, el PNV ha consolidado un régimen que margina sistemáticamente cualquier vestigio de identidad española en el País Vasco.
Lo de la selección vasca de pelota o los pinganillos para tener que escuchar al lehendakari Pradales son simples anécdotas. Lo verdaderamente grave es que, desde la educación hasta los símbolos públicos, el nacionalismo vasco ha trabajado incansablemente para erosionar la presencia de España entre los vascos, tratando incluso de vender la idea de que así debe ser si se quiere superar la etapa del “conflicto” y alcanzar la convivencia plena. Un ejemplo vergonzoso de esta postura es la política penitenciaria del nacionalismo respecto de los presos de ETA. El PNV ha abogado repetidamente por la excarcelación de terroristas a través de un “tercer grado” generalizado entre quienes, lejos de mostrar arrepentimiento, se enorgullecen de sus crímenes.
Esta actitud, que prioriza los intereses de los victimarios sobre la memoria de las víctimas, debería ser razón suficiente para que el PP descartara cualquier tipo de diálogo con el PNV. El deseado objetivo de forzar a Sánchez a convocar elecciones generales no puede lograrse a cualquier precio, por muy urgente y necesario que ahora parezca. Las investigaciones de la UCO y el Supremo avanzan incluso en dirección al PNV. La presión sobre el Gobierno socialista crece día a día, y es probable que la legislatura no llegue a su fin, ya sea por el peso de la corrupción o por una implosión interna en el PSOE forzada por quienes quieren evitar que el partido sufra daños irreversibles.
En este contexto, el PP debería centrarse en consolidar su alternativa política y movilizar a su base, en lugar de moverse hacia las arenas movedizas que representa pactar con un partido tan poco fiable como el PNV. Los herederos de Sabino Arana no dudan en ir de la mano de quienes quieren una España débil, que pierda siempre, porque creen que, fruto de esa debilidad, sacarán réditos políticos y económicos. Y luego son capaces de presentarse en Madrid con la superioridad de creerse que España les debe la gobernabilidad, para perpetuar así un continuo chantaje político. Como han hecho siempre, porque se lo han permitido.
Legitimar al PNV como socio supondría, además, un duro varapalo para el PP vasco, que, en el peor de los ambientes, creado por el nacionalismo excluyente, trata de sacar la cabeza para decir que sigue vivo. Que no es poco. Sus votantes, además, interpretarían un pacto con el PNV como una traición a los principios que defienden, basados en el esfuerzo de sentirse ciudadanos libres e iguales en una comunidad autónoma cada vez más hostil hacia quien así piensa.
Es muy tentador echar a Pedro Sánchez, y es posible que el PNV se preste al movimiento en cuanto Aitor Esteban le vea las orejas al lobo del Tribunal Supremo. Pero, lejos de fortalecer su posición, el PP se arriesga a legitimar a un partido que no solo es cómplice del PSOE, sino que trabaja activamente contra los intereses de España como nación. La conclusión es clara: el PNV no es un socio fiable.