No puede haber pacto climático sin Estado
El Gobierno salió de La Mareta más por emergencia política que por emergencia climática. Por mucho que Pedro Sánchez haya querido hacernos ver que él no está a lo urgente, sino a lo importante, planteando un pacto de Estado sobre la “emergencia climática”, no le ha quedado otra que demostrar finalmente la incapacidad de su equipo para afrontar la devastadora ola de incendios que arrasa media España.
Porque lo urgente y lo importante para los atrapados por las llamas no es abrir un debate parlamentario tedioso e interminable, sino poner en marcha todos los recursos disponibles y llevar a cabo una acción efectiva por parte del Estado. Pero muchos ciudadanos, como ya pasó en la DANA de Valencia con la riada, se han visto solos en medio del fuego. El Estado se ha ausentado y lo que ha quedado en evidencia es el desmantelamiento de buena parte de sus estructuras. Desde que nos gobiernan quienes nos desgobiernan, se ha impuesto la improvisación, la fragmentación política y un Gobierno que llega tarde y mal, más preocupado por la propaganda que por la gestión.
El desmantelamiento paulatino del Estado avanza como un frente más de los incendios que arrasan pueblos y montañas en nuestro país. Es un incendio provocado por Sánchez y sus socios para vaciar de competencias a una nación que se llama España. Su modelo es una especie de confederación de paisitos con un Estado atado de pies y manos, con nacionalismos que aspiran a una relación bilateral, de tú a tú, porque creen que de las cenizas saldrán las soberanías que nunca han tenido. Esa, y no otra, es la razón por la que el Gobierno remolonea cuando una emergencia le exige movilizar todos los medios del Estado, porque forma parte de un plan de vaciamiento del concepto de España como nación cuyas consecuencias ya estamos sufriendo.
Por eso no puede haber un “pacto de Estado” cuando lo que no hay es Estado. Y España, cada vez más, transmite la sensación de estar caminando hacia una nación soberana fallida, incapaz de ofrecer a sus ciudadanos aquello que debería ser esencial: seguridad, protección y confianza. Pedro Sánchez y sus socios han ocupado las instituciones y han colonizado el Estado precisamente para eso: para someterlo y neutralizarlo. Hasta RTVE, incomprensiblemente, ha entregado sus programas a mercenarios que defienden acabar con todo lo que representa a España y a los españoles por encima de competencias regionalistas. Algún día les dirán que prescinden de ellos porque, para servicio público, ya están las televisiones en cada autonomía, y se echarán las manos a la cabeza.
Sánchez ha hecho de la confrontación con la oposición y de la división social su principal herramienta política. En lugar de tender puentes, ha construido muros. En lugar de sumar, se ha dedicado a clasificar a los partidos en dos bloques irreconciliables: quienes le apoyan y quienes se oponen. Y ese modo de entender la política choca frontalmente con la esencia de cualquier pacto de Estado. No puede aprobar unos Presupuestos porque sus propios socios no le apoyan, pero pretende llegar a un gran pacto con la oposición nada menos que sobre “emergencia climática”. Suena a chiste, pero cuidado, porque cuando el ciudadano percibe que el Estado no le protege ni cumple sus funciones esenciales, el contrato social se resquebraja. De ahí a la fractura política y social solo hay un paso.
«El clima importa, y mucho. Pero más importante aún es que el Estado funcione»
En este escenario, hablar de un “pacto de Estado por el clima” suena a tomadura de pelo. Antes de firmar pactos sobre el clima, sería necesario un pacto real sobre lo básico: la reconstrucción de la confianza en las instituciones, la defensa del interés general, la recuperación de una mínima unidad política en temas esenciales. Sin ese suelo común, todo lo demás es humo.
El clima importa, y mucho. Pero más importante aún es que el Estado funcione. De nada sirve aprobar grandes planes de sostenibilidad si, cuando llega una DANA o un incendio, los ciudadanos siguen encontrándose solos y desprotegidos. Lo que España necesita no es un eslogan ni una mesa de negociación sobre el CO₂, sino un Gobierno que esté presente cuando la tragedia golpea, que actúe con rapidez y que lidere de verdad. Qué otra cosa, sino indignación, puede haber entre los españoles, que se enteran ahora de que el Gobierno solo ha invertido 2,7 millones de euros de los 71 millones de fondos de la UE previstos para gestión forestal.
El presidente Sánchez ofrece un pacto que no busca tanto soluciones como titulares. Es una maniobra para marear a la oposición y diluir su responsabilidad en debates ideológicos, mientras la gestión sigue brillando por su ausencia. Pero los pactos de Estado requieren algo más que retórica: requieren un Estado.