El espejismo del crecimiento económico español

En los últimos cinco años, España ha sumado cerca de un millón de trabajadores más. Sin esa inmigración, la población en edad laboral habría disminuido

Desde 1990, el Producto Interior Bruto (PIB) real de España ha crecido un 91%. Un dato que, leído en solitario, sugiere un país en expansión, una economía que avanza con paso firme. Pero si se baja al terreno de lo cotidiano —a los bolsillos, las nóminas, los tickets del supermercado— el relato cambia. El PIB per cápita apenas ha aumentado un 52% en ese mismo periodo. Y lo más significativo: los salarios reales, descontando la inflación, sólo han crecido un exiguo 2,7% en tres décadas. Treinta años perdidos en poder adquisitivo.

Lo que está detrás de esta aparente paradoja es el tipo de crecimiento que ha experimentado la economía española. No se trata de un modelo basado en la mejora de la productividad —lo que los economistas denominan crecimiento intensivo—, sino en la incorporación de más personas al mercado laboral. Es decir, un crecimiento extensivo, que suma fuerza de trabajo, pero no necesariamente eficiencia.

La fórmula lo explica con claridad: PIB per cápita = PIB por trabajador × tasa de empleo.

Cuando el número de ocupados sube —aunque cada uno produzca lo mismo o incluso algo menos— el PIB total crece. Y eso es, en esencia, lo que ha ocurrido. Desde 2019, el PIB por trabajador ha caído ligeramente (-0,3 %). Sin embargo, la ocupación ha aumentado de forma notable, empujada por un fuerte incremento de la población activa, especialmente por la vía de la inmigración.

En los últimos cinco años, España ha sumado cerca de un millón de trabajadores más. Sin esa inmigración, la población en edad laboral habría disminuido. De cara a 2050, el reto demográfico se vuelve aún más complejo: incluso manteniendo los actuales flujos migratorios, la población activa caerá en tres millones. Sin ellos, la caída superaría los 4,5 millones, según cálculos de la OCDE. La sostenibilidad del mercado laboral y del sistema de pensiones depende, en buena parte, de esa realidad.

La sostenibilidad del mercado laboral y del sistema de pensiones depende, en buena parte, de esa realidad

Ahora bien, el crecimiento extensivo tiene límites y consecuencias. Muchos de los nuevos empleos son a tiempo parcial, con jornadas reducidas o contratos discontinuos. Aunque la productividad por hora trabajada ha aumentado un 2,9 %, la media de horas trabajadas por empleado ha caído. El resultado: más empleo, pero menos producción por trabajador.

Además, buena parte de los nuevos ocupados se concentra en segmentos de salarios bajos o medios-bajos, lo que frena el crecimiento de los salarios medios. Esto ayuda a entender por qué la recuperación del poder adquisitivo ha sido incompleta, sobre todo tras el golpe inflacionario de 2022 y 2023. Aunque los sueldos han comenzado a subir en términos nominales, la inflación y el encarecimiento de los bienes importados han erosionado buena parte de ese avance.

A todo esto se suma un efecto fiscal poco visible pero muy relevante: la recaudación tributaria ha crecido muy por encima del PIB y de los salarios, debido en parte a que el IRPF no ha ajustado sus tramos a la inflación. La subida nominal de los sueldos, sin una corrección equivalente en el impuesto, ha empujado a muchos contribuyentes a tipos más altos, sin que necesariamente ganen más en términos reales.

El resultado es una desconexión creciente entre la estadística oficial y la percepción ciudadana. Según una reciente encuesta de Funcas, apenas un 20% de los españoles considera que la economía ha ido bien en 2024. El 50% cree que ha sido un año “regular” y el 30%, directamente malo.

La economía crece, pero no se nota. O, al menos, no en la vida diaria. Y a ello contribuyen otros factores que tensan aún más el modelo, como la falta de vivienda asequible, que limita la movilidad laboral. La vivienda se ha convertido en un cuello de botella para el crecimiento futuro.

España ha apostado por un crecimiento basado más en la cantidad que en la calidad, que maquilla los datos macro, pero no mejora la foto del día a día. La economía española ha crecido, sí. Pero no ha avanzado. Más bien ha llenado el depósito sin revisar el motor. Y ya empieza a sonar el traqueteo.

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