No es normal que Pedro Sánchez fraguara la moción de censura en un caserío vasco, negociando con el etarra Arnaldo Otegi, con Koldo García de chófer y Antxón Alonso, el socio de Servinabar, de intermediario. No es democráticamente normal que el ascenso al poder político del clan del Peugeot fuera avalado por herederos de la violencia y fugados de la justicia, y conllevara una ley de amnistía escrita por aquellos que aún prometen reincidir.
No es normal que la esposa, Begoña Gómez, alcanzara una cátedra en la Universidad Complutense sin ser ni licenciada, y que pasara en pocos años de gestionar saunas a codearse con el Ibex para acumular sustanciosos patrocinios.
Ni es normal que el hermanísimo viviera meses escondido en La Moncloa, sin móvil para esquivar a Hacienda, declarando residencia en Portugal y cobrando de un puesto en Badajoz cuya dirección, literalmente, desconocía. No es normal que la Administración acabe convertida en una sucursal del nepotismo más cutre.
No es normal que Sánchez delegara la maquinaria del PSOE y asientos ministeriales en personajes como José Luis Ábalos, experto en colocar “sobrinas” a cargo del erario, para luego sustituirlo por Santos Cerdán, investigado por organización criminal tras gestionar comisiones a mansalva. No es normal que todo el entorno presidencial sea toda una procesión de detenciones y escándalos.

No es normal que el condenado fiscal general delinquiera por actuar como un fontanero de Ferraz. Ahora, sin duda, ya saben de quién dependía la Fiscalía. Tampoco es normal que TVE funcione como una lavadora que blanquea corruptelas. Ni que las estadísticas del INE acaben siendo tan increíbles como las encuestas del CIS. No es normal que todos los ministros sean ministros de propaganda, levantando con argumentarios demagógicos el “muro” de la polarización.
No es normal que el presidente del gobierno del Estado copie los discursos de los enemigos del Estado para atacar a los jueces y socavar la independencia judicial. No es normal que su modelo político se acerque cada vez más al de un caudillo de república bananera, asomando la peor patita populista al hablar de “soberanía popular” frente a los contrapoderes. Y es que, como bueno procesista, ya prepara unas elecciones “plebiscitarias”.
«No es normal que todo el entorno presidencial sea toda una procesión de detenciones y escándalos»
No es normal convertir a España en caballo de Troya de China en Europa. Ni tener por padrino al expresidente José Luís Rodríguez Zapatero, servidor de la dictadura venezolana y de lo peorcito del actual desorden mundial. No es normal recibir los aplausos de Hamás. Ni insultar a líderes democráticos como Javier Milei o Giorgia Meloni como si la diplomacia fuese un concurso de zascas.
No es normal que, ante todo esto, los socios del gobierno opten por fingir y mirar hacia otro lado. No es normal degradar la democracia mientras se pide a la ciudadanía que normalice lo inmoral. No sería normal resignarnos ante la mentira, la decadencia y la corrupción. No aceptemos que el Estado se ponga al servicio de unos pocos. La democracia exige control, ética y resistencia ciudadana ante los abusos. El sanchismo no es normal. Y no debemos normalizarlo.