Antoni Serra y Narcís Serra, dos primos en el ojo del huracán

El Fondo de Reestructuración Bancaria (FROB) ha acordado enviar a la fiscalía las actuaciones de la ex cúpula de CatalunyaCaixa, entidad transformada hace tres años en Catalunya Banc, tras absorber sus homólogas de Manresa y Tarragona.

El organismo estatal pretende que la justicia escudriñe los postreros años de la jefatura de Antoni Serra Ramoneda y el mandato completo de su sucesor y primo lejano Narcís Serra Serra, ex vicepresidente del Gobierno con Felipe González.

El pasado verano, FROB adjudicó los despojos del banco a BBVA, a precio de saldo. Lamentablemente, hay que dar por perdidos los casi 14.000 millones que hubo que inyectarle para evitar su naufragio. CatalunyaCaixa encarna, en términos relativos, el descalabro de mayor bulto registrado nunca en España. En función del tamaño de los activos respectivos, supera con creces el siniestro de Caja Madrid-Bankia.

¿Cómo se llegó a tan ruinoso desenlace? Ésta es la pregunta que los magistrados van a hacer a los máximos responsables de la institución don Antoni y don Narcís, tanto monta, monta tanto. El primero empuñó la batuta durante nada menos que 21 años, desde 1984 hasta 2005. El segundo, la ejerció durante cinco años y medio, desde 2005 hasta 2010.

En la casi centenaria historia de la caja, Antoni Serra batió el récord de apego a la poltrona de mando y sus mamandurrias anejas. Incluso sobrepasó la marca que históricamente venía luciendo Joaquín Buxó Dulce de Abaigar, marqués de Castellflorite, con sus 18 años de permanencia.

Es de recordar que CatalunyaCaixa fue durante los últimos treinta años el cortijo particular del PSC. Hasta su estatización, dependía de la Diputación de Barcelona, que estuvo sujeta al control de los socialistas catalanes desde el advenimiento de la democracia hasta 2011.

Ello significa que durante ese dilatado periodo, el consejo de administración y la asamblea general de la caja se poblaron de amigos y paniaguados de los Obiols, Maragall, Montilla y demás capitostes del partido. A la vez, acarrea otra consecuencia, a saber, que las grandes decisiones del gobierno de la caja sufrieron el temible contagio de la politización. Un botón de muestra lo brinda la ascensión de los dos primos a la cumbre de la caja.

¿Acaso Serra Ramoneda y Serra Serra arribaron al sitial por sus propios méritos y por su vasta experiencia en la gestión de empresas? ¿O por su destreza en el manejo del dinero de los ahorradores privados? Nada más lejos de la verdad, porque esas cualidades eran más bien escasas, cuando no nulas. Se les nombró gracias al consabido mecanismo «digital», articulado por los prebostes de turno del PSC en beneficio de sus militantes y adictos.

Aluvión de morosidad

El descomunal socavón ocasionado en CatalunyaCaixa se debe a varios motivos. Uno reside en la alegre desmesura con que sus gestores se libraron al deporte de conceder hipotecas y créditos a miríadas de ciudadanos insolventes durante la pasada burbuja inmobiliaria y sus prolegómenos.

Otro reposa en que financiaron, con una generosidad digna de mejor causa, a unos cuantos señores del ladrillo que gozaban de la amistad o el compadreo del estado mayor de la casa. La jurisdicción ordinaria dirimirá ahora si, además de esa fraterna camaradería, mediaron dádivas, compensaciones u otro tipo de conchabanzas espurias.

En todo caso, ha quedado ya meridianamente claro que las prácticas bancarias de esos mandarines y sus equipos directivos se movieron en las antípodas de la ortodoxia financiera. Así lo evidencia el altísimo grado de mora que aún reflejan los balances de la casa después de engullir auxilios oficiales sin tasa.

Cuando van transcurridos dos años de la intervención de CatalunyaCaixa, los primos Serra se hallan en el disparadero. Se les pide cuentas por sus emolumentos y los de sus ejecutivos, que crecieron como la espuma en plena crisis económica, con sus secuelas de empobrecimiento general, cotas de paro nunca vistas y endeudamiento hasta las pestañas.

Y, sobre todo, se les exigen explicaciones por el colosal boquete ocasionado, que hubo de sufragarse a escote entre todos los contribuyentes. Ya tengo escrito que éstos son los eviternos paganos de todos los desmanes que se cometen en los meridianos carpetovetónicos.

Ahora se pretende averiguar por los cauces procesales si, además de perpetrar una gestión nefasta, vulneraron el Código Penal. El vía crucis no ha hecho más que empezar.