Chorizos con corbata
Por desgracia para el conjunto de la sociedad española, el caso de Díaz Ferrán no es la excepción, sino la regla. Así se explica que seamos un país como Botsuana a nivel de corrupción, pero parece que le damos más importancia a quedar de últimos en Eurovisión. A ver si nos enteramos de una vez, la corrupción en España está institucionalizada. No lo digo yo, sino el informe anual de la organización Transparencia Internacional. Entre la larga lista de recomendaciones que nos hace, figuran, nada más y nada menos, cambiar el sistema electoral (algo que ya he apuntado en mis anteriores artículos), despolitizar el Consejo General del Poder Judicial (como digo en éste), establecer un código ético del diputado (por qué será), sanear la financiación de partidos o promover un pacto a nivel nacional contra la corrupción (¿dónde está el meollo de la cuestión?). Es decir, en pocas palabras y en lenguaje coloquial, nos califican como un país de chorizos, y no se refieren a los de comer, ni al Lute o al Vaquilla.
Si no fuera porque se protegen y defienden unos a otros, a través de los indultos de los gobiernos de turno, amnistías fiscales, dilaciones y argucias jurídicas y demás impunidades disfrazadas de norma o institución, lo normal debería ser hallar en nuestras cárceles todo un elenco de ciudadanos que, bajo la cultura del pelotazo y de la idiosincrasia nacional –por no llamarla directamente hipocresía nacional– pretenden vivir a (toda) costa de los demás o de lo ajeno, vistiéndolo con nombres rimbombantes o técnicos, como neoliberalismo, austeridad, daños colaterales, rescates, deuda pública, comisión, cláusulas, preferentes, banco malo, hipotecas basura, etc.
Se puede decir que son los modernos cuatreros, pero que en lugar de ganado se apropian indebidamente de otras cosas, bien sean empresas, adjudicaciones, contratos, inversiones, acciones, depósitos, etc. Son los chorizos con corbata, un espécimen que inunda despachos y puestos políticos, mal llamados de responsabilidad. Muy pulcros por fuera pero corruptos por dentro, reyes de las banalidades y ansiosos por estar en la pomada, cuando no en el candelero.
La lista sería interminable pero, sin embargo y en proporción, sus huesos no van a parar a la cárcel, como en cambio sí les sucede a los que no usan corbata en su vestimenta de faena y utilizan pasamontañas o ropa que no es de marca. Los Mata, Urdangarín, Pantoja, Muñoz, Bárcenas, Naseiro, Albertos, Lendoiro, Gil, Sanz (Real Madrid), Sáenz (Banco Santander), Millet, Monfull, Roldán, Conde, Ferrán, Salanueva (BOE), Correa, Bigotes, Fabra, Camacho (Gescartera), Armesto (Fórum-Afinsa), Blesa, Sor María (niños robados), etc. no son más que la punta del iceberg de la sociedad española recogida en el informe internacional de corrupción.
Si no tuvieran el burdalero del gobierno o de las fuerzas fácticas, los delitos a tipificar y los individuos a perseguir por la JUSTICIA (la pongo en mayúsculas para diferenciarla de la justicia que imponen) llevarían a chirona a los que nos están cobrando la luz y los carburantes a precios abusivos, a los que han creado las preferentes y otros artilugios financieros, a los que rescatan a la banca pero hunden la sanidad y la educación, a los que especulan con el suelo o lo que sea, a los que se aprovechan de los puestos y servicios públicos, a los que cobran intereses usureros, a los que venden productos adulterados (colza, clembuterol), etc.
Es decir, si fuésemos un país serio hace mucho tiempo que el Lute y el Vaquilla tendrían que haber dejado sitio a todos esos personajes que, sin embargo y para escándalo de informes y miradas externas, están al frente de la sociedad, protegiéndose entre ellos. Como en el caso del triunvirato entre el gobierno, la banca y las eléctricas: unos legislando a favor de estos emporios y éstos dando buenos puestos a aquellos. Así, los secuaces del gobierno se encargan de que una comunidad como Extremadura no pueda volver a aplicar una tasa a la banca, o de que las energías renovables no supongan una amenaza al oligopolio; o bien destinan a rescatar Bankia (quién la hundió más que ellos) más de 20 mil millones de euros y, en cambio y comparativamente, los presupuestos de sanidad o educación no llegan juntos a la mitad de esa cantidad, desmantelando así el estado de bienestar y privatizándolo, es decir, haciendo más el chorizo. Por eso tampoco el gobierno emplea los indultos para que no vaya a la cárcel un sujeto que en su día lo pillaron con dos papelinas de droga pero que en la actualidad está reinsertado, sino que los usa para sus prebendas políticas, sacar a sus compinches y para ellos.
¿Es este el país que vamos a dejar a nuestros hijos? ¿Cómo sería Botsuana si ocupase nuestro lugar en la Unión Europea?