¿De qué catalanismo nos hablan?

Desde la llegada del independentismo de cultura simplista y populista Cataluña ha echado por la borda su bitácora

Desde la llegada del independentismo de cultura simplista y populista personalizada por líderes tan estridentes como mediocres, Cataluña ha echado por la borda su bitácora. Consecuentemente, ni dispone de brújula, ni recuerda de dónde partió, ni sabe a dónde va.

Pero, eso sí, se cree hegemónico, pisotea con rabia la diferencia y sueña con derrotar a España como estado de una Unión Europea que unánimemente parafrasea al presidente Tarradellas con su hiriente connais pas. Como dijera el lehendakari Urkullu del huido Puigdemont, tras conocerle y según mis propias fuentes, “está loco, loco”.

Desde la llegada del independentismo de cultura simplista y populista, Cataluña ha echado por la borda su bitácora

Pues eso, y a pesar de las dificultades de todo tipo, entre otras que parte decisiva de la clase media que votaba a CiU se ha pasado con armas y bagajes a los aventureros del Mediterráneo, ha provocado que grupos disidentes, partidos y asociaciones, vengan trabajando en pos de la conformación de una nueva fuerza política, que revitalice el asesinado catalanismo de centro derecha, y complemente al PSC en su titánica lucha por no dividir al país y evitar confrontaciones de todo tipo.

Porque, como ha dicho el presidente Montilla con motivo de la Diada, lo que ahora mismo interesa es que políticos y personas influyentes, naturalmente con vecindad catalana, es que “se conjuren en la consecución de un objetivo que todos compartimos: evitar que se consolide en Cataluña una sutil división entre dos bloques separados por la incomprensión e incompatibilidad de proyectos políticos” puesto que, de no hacerse y de no lograrse, se puede perder “la unidad civil del pueblo catalán, hoy ya gravemente afectada y cuestionada”.

Esas mujeres y esos hombres cabales, altamente preocupados por el presente y el futuro de Cataluña, que vienen reuniéndose y debatiendo sobre la necesidad perentoria –que así es– de crear una fuerza política que venga a ocupar un espacio electoral que puede oscilar alrededor de los 300.000 votantes, creen que el catalanismo es lo que puede unir a socialcristianos, socialdemócratas, liberales y a gente proveniente del activismo cívico-social. Podría ser. Pero, ¿de qué catalanismo hablan?

La pregunta no es caprichosa atendido que el desgarro sufrido por el catalanismo transversal a cargo de los independentistas ha puesto de manifiesto que ese adorado sustantivo, otrora motor de progreso social y económico, de liderazgo de España entera, ha venido evolucionando, casi sin darnos cuenta, llevándonos a una bifurcación altamente peligrosa: por una parte, el catalanismo inclusivo, y por otra, el catalanismo arrinconado sustituido por el independentismo de signo absolutista e identitario.

El independentismo, con su vehemencia declarativa, fracturó a Cataluña en dos mitades

De esto nos hablaron las urnas cuando las autonómicas de diciembre de 2017. Los independentistas (la antigua CDC y ERC), jugando en un extremo de la pista, provocaron una confrontación “de pertenencia” a la nación catalana o alternativamente a la nación española.

El independentismo, con su vehemencia declarativa, fracturó Cataluña en dos mitades, favoreció a Cs y sembró actitudes excluyentes. Hoy la dialéctica política en Cataluña descansa en la polarización de la anticatalanidad explícita de Cs y la catalanidad de pureza casi nazista y de odio hacia lo español de los independentistas. Así no se puede seguir, evidentemente que no.

En consecuencia y volviendo al intento de crear un partido que ocupe el centro-derecha catalán, si el catalanismo debe unir a lo que la ideología (y el personalismo) separa, resulta obvio que no se puede ir a la imitación total de la CDC de Pujol –a la que yo pertenecí. 

A base de servir un plato frío después del caliente y de la práctica del “sí, pero no” y del “no, pero sí”, cuando tomaron el relevo las nuevas generaciones y parte de las viejas, con Mas al frente, primero otorgaron carta de naturaleza a ERC, después asesinaron al catalanismo/nacionalismo posibilista y finalmente se han hecho irredentos populistas con tintes xenófobos.

Habrá que hablar más de catalanidad que de catalanismo si en verdad se quiere ir hacia un país abierto por plural, de una catalanidad constructiva e integradora y de una catalanidad con vocación de intervenir en positivo en la gobernación del Estado. La respuesta del plural centro-derecha catalán debe engrescar. Y para ello o lidera el debate político o sucumbe en el ya existente. No hay más.

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