Del ‘plotach’ a la prostitución de la economía

Los estudios antropológicos han comprobado que la primigenia manifestación económica del ser humano es el plotach u obligación innata y consustancial a nuestra especie de dar e intercambiar. Además del intercambio, también lo natural en economía sigue siendo añadir valor y que se haga en la medida justa para todas las partes (comprador/vendedor). De ahí –pasando por fenicios, venecianos o ingleses– hasta nuestros días, con sistemas como el capitalista, sectores como el financiero, agentes como las bolsas, actores como las multinacionales, reguladores como los gobiernos, etc.

Sin duda un gran desarrollo, pero quizá no tanto en términos de evolución: destrucción del planeta, hambre, pobreza, miseria, corrupción, materialismo, codicia, etc. Y es que una cosa muy distinta es que los negocios no beneficien a todas las partes por igual, como marca lo natural y debe ser, sino a unos muchísimo más –que encima son minoritarios–, mientras que los demás –que son la mayoría– resultan gravemente perjudicados. Y eso es, como mínimo, inhumano.

Algo así como lo que ha pasado con el sexo que, de su concepto biológico, social y espiritual iniciales, lo hemos hecho pasar por una serie de vicisitudes que han dado como resultado hechos tan lamentables hoy en día como la trata y esclavitud de mujeres o el uso y ejercicio de la prostitución, precisamente juntando economía y sexo.

De hecho, y para corroborar lo que digo, voy a utilizar un ejemplo común a ambos terrenos. Imaginemos un gesto sexual de Kate Moss con su pareja, una pose por caso. No tiene más connotación que la interrelación o intercambio entre los dos, lo natural. Y ahora pensemos en lo que vale esa pose llevada a una publicación. ¿Por qué lo mismo, el mismo gesto, tiene valor natural de interrelación (intercambio, reciprocidad, etc.) en una situación y elevado valor económico o rentabilidad en otra?

¿Qué “valores añadidos” estamos aplicando en nuestra economía? ¿Cuánto de natural y cuánto de artificial (o contra natura) hay en la misma? ¿Qué clase de aditivos y artificialidades que causan auténticas atrofias (hambre, pobreza) o hipertrofias (lista Forbes) económicas? ¿No es esa la causa de los llamados “diamantes de sangre”, vender armas a dictaduras o ganar el margen más amplio posible?

Precisamente, considero que la causa de todos los males de nuestra economía a nivel mundial, la clave, está en haber perdido o dejado la orientación primigenia del dar y del intercambio, de lo natural en materia económica. Mientras que las principales líneas de actuación, principios y guías actuales se pueden calificar como de prostitución o lenocinio generalizado, en el sentido de anteponer lo material a cualquier otra cosa, el famoso y bíblico becerro de oro que parece seguimos adorando.

Y aunque en el sexo puede que la mayoría lo haga naturalmente (con su pareja y sin dinero de por medio) y en las actividades económicas también (trabajar, producir, vender, comprar); sin embargo, lo que está trascendiendo no es eso, ni en un caso (prostitución, porno, contactos, etc.) ni en otro (intercambios no equitativos, con beneficio exagerado de una parte minoritaria y perjuicio enorme de la otra mayoritaria).

Pero ahí acaban las similitudes y, mientras en el sexo la imagen de la prostitución no está bien vista ni considerada, no es modélica, en la economía todo el mundo quiere y valora dar el pelotazo.

Tan es así que si una lista como Forbes –que mide cantidades de dinero o fortunas– se aplicase al sexo, tendrían que figurar Roccos, Dinios, Anitas Darks o Lucías Lapiedras. Desde Donald Tramp o Roman Abramovich, la reina de Inglaterra o el sultán de Brunei, Julio Iglesias o Beyoncé, Fernando Alonso o Samuel Eto’o, J. K. Rowling o Ken Follet, Inditex o Ikea, Euro o Dólar; pasando por el rico del lugar o lo que tiene el vecino; hasta el sacrificar nuestras respectivas vidas (relaciones, dedicación, etc.) en pos de los oropeles que deseamos poseer. Parece que hoy en día solo el hambre impide entrar en esta espiral (¿o debería decir en este prostíbulo?).