El abrigo de Pablo Iglesias

El fundador del PSOE y el lider de Podemos comparten nombre, apellido y una sombra de duda sobre el peso de sus ideales políticos en decisiones personales

Los romanos de la antigüedad pasan por haber sido un pueblo pragmático y realista, frente a la propensión a la abstracción, así como a un perfeccionismo paralizante, que se atribuye a los griegos clásicos.

Supone un vivo ejemplo de ello su modo de nominar y, así, cuando dos personajes coincidían en un margen razonable de tiempo con el mismo nombre, a uno lo llamaban el viejo y a otro el joven. No resulta muy original pero sí práctico. Ejemplos de ello lo suponen Catón, viejo y joven, Plinio el joven y Plinio el viejo o, para ya no resultar cargantes, Séneca viejo y Séneca joven.

El hilo que une la historia

Aunque algo distantes en cuanto a la época, dos popes de la izquierda coinciden en nombre y apellido: Pablo Iglesias Posse, a quien denominaremos el Viejo, y Pablo Iglesias Turrión, a quien llamaremos el Joven.

Pues bien, una de las anécdotas más atribuidas a Pablo Iglesias el Viejo se centra en una prenda concreta, su abrigo. Tiempos de austeridad aquellos, cuando tener UN abrigo era casi una circunstancia propia de un acaudalado millonario. Y el ferrolano Pablo Iglesias, hombre de su tiempo, tenía abrigo, UN abrigo.

Se cuenta como anécdota reveladora del carácter austero de Pablo Iglesias, eso sí, el Viejo y como personificación de los viejos (que no antiguos) ideales republicanos, aquella que se refiere a un suceso ocurrido poco después de firmar su primera acta parlamentaria el 10 de junio del año 1910.

Iglesias, el Viejo, fue acusado de traicionar los ideales republicanos vistiendo un abrigo de pieles

31 años después de fundar el PSOE, tiempo que refleja uno de los mencionados rasgos esenciales del republicanismo, la paciencia, el ya maduro tipógrafo fue acusado injustificadamente de traicionar los ideales que defendía “en sede parlamentaria”.

Un diario de adscripción católica de título El Debate, lo acusó injustamente de acudir al parlamento envuelto en un caro y lujoso abrigo de pieles. A Iglesias, hombre sencillo y austero, quien gastaba sólo dos trajes, uno de estío y otro de invernía, aquello le supo tan mal que no volvió a usar gabán, llegando a pasar frio para no verse acusado de tamaño desafuero.

Al modo de los antiguos romanos, Pablo Iglesias, el Joven, también tiene su propia anécdota con un abrigo, aunque eso sí, no tan edificante. No afecta a su propia persona sino a una periodista, Ana Romero.

La casa de la discordia

La casa de la discordia

La compra de un chalet de lujo ha puesto bajo la lupa los ideales de Pablo Iglesias

El 22 de enero del año 2016 y en rueda de prensa fue preguntado por esta, sobre una cuestión de profunda enjundia política. Contestó el líder de Podemos, visiblemente molesto, con un dardo como mínimo sorprendente: “Bonito abrigo de pieles trae usted”.

Por esta salida de tono, la marejada posterior que se produjo, especialmente en las redes sociales, fue, nunca mejor dicho, “de abrigo”.

Tanto, que el líder podemita tuvo que, con posterioridad, pedir expresamente disculpas por su inexplicable comentario.

El contexto de la polémica

Dos situaciones bien distintas unidas por una circunstancia similar: la no tan profunda diferencia entre el ser y el parecer. Y como la historia según Marx, se repite primero como tragedia y después como farsa, en este caso también ocurre de manera manifiestamente marxista.

Pablo Iglesias, el Joven, en compañía de su pareja, Irene Montero, protagonizan un suceso alejado de sus austeros principios: la compra de una casa muy por encima de las posibilidades que parecen ofrecer sus propios ideales.

Por supuesto, desde esta tribuna no vamos a criticar lo que cada uno haga con su propio dinero, siempre y cuando resulte lícito. Lo que pretendemos hacer notar con la comparativa no es lo conveniente o no de su actuar, sino, en línea con la actitud del viejo socialista, ir un poco más allá de la mera crítica, esto es, la inconveniencia del hecho en sí.

La compra del chalet sólo resulta cuestionable en base a las declaraciones previas del dirigente político

En palabras del clásico, “es peor que un crimen, es un error”. Si un posible dirigente nacional con ínfulas de vicepresidencia, tal y como también bostezó en su momento, no es capaz de darse cuenta de la inconveniencia de un actuar semejante, es que no tiene las condiciones necesarias para diferenciar entre consecuencias e implicaciones, vital en la alta política.

El resultado de la compra en sí, la adquisición de una vivienda, sea para especular o no, es algo que no puede resultar cuestionable dado que pertenece a la llamada “esfera de lo privado”.

Pero las implicaciones de dicha compra en el entorno de un partido como Podemos, máxime con el agravante de unas declaraciones manifiestamente sectarias pronunciadas contra un dirigente de una organización política contraria cuando este también compró una vivienda, son imprevisibles.

El futuro de Iglesias

Mal iríamos si el futuro de un país tuviésemos que dejarlo en manos de quienes no saben dirigir con acierto e inteligencia sus propias vidas.

Bien sabemos que la ejemplaridad no está precisamente en sus mejores horas pero no hay que ser el filósofo Javier Gomá para deducir que una demostración tal de poderío económico no podría traer consigo no solo unas torpes consecuencias sino también importantes implicaciones.

La frase “Il a été pire qu´un crime, il a été une erreur” (“Ha sido peor que un crimen, ha sido un error”), se atribuye a Joseph Fouché, jefe de la policía francesa durante la etapa napoleónica. La enuncia a raíz del fusilamiento de Luis Antonio Enrique de Borbón-Condé, duque de Enghien, ordenado por Napoleón Bonaparte habiéndosele acusado falsamente de traición.

¿Podemos?

¿Podemos?

Carolina Bescansa e Iñigo Errejón seguirán con atención el devenir de Pablo Iglesias

La magnífica biografía de Fouché escrita por Stefan Zweig se subtitula “el genio tenebroso”. A raíz de los últimos acontecimientos recomendamos vivamente su lectura.

En más de un tweet, Pablo Iglesias ha mostrado su gusto por este libro así como su fascinación por el personaje, mostrado con un remarcado subrayado en azul frases del mismo, tildándolas de “un párrafo memorable”.

Dejamos una a modo de perla a cultivar en un futuro no muy lejano: “Solo los traidores me han enseñado la verdad”, dirá después, acordándose de Fouché, el vencido de Santa Elena”. Sin duda Bescansa y Errejón acechan.