El dilema de Pedro Sánchez (el prisionero)
Ya sabemos que la revolución no llegará, pero también sabemos que en la política española nada seguirá igual. El bipartidismo tradicional deja paso a dos posibles escenarios: una gran coalición a tres, formada por PP, PSOE y Ciudadanos, para impulsar un gobierno tecnócrata a la italiana que garantice estabilidad a la zona euro durante dos años; o iniciar la etapa del post bipartidismo, que implica sumar a Podemos, PSOE, DL, IU y ERC, para cambiar el marco institucional, que iría desde modificar la Constitución a impulsar un referéndum para Cataluña.
La gran coalición sería el ejercicio de «todo por España», que implica el sacrificio del PSOE y Ciudadanos en aras de apostar por la continuidad institucional y desmontar el intento de arquitectura imposible propuesta por Iglesias. Pero también supone el sacrificio de Rajoy, que tendrá caducidad. La propuesta de Podemos, «todo por una nueva España», supone encajar temperamentos políticos, casi todos de izquierda, que nunca han creído en sus fuerzas para cambiar el edificio constitucional español.
Los que creían que verían al bipartidismo yacer muerto se han encontrado con un bipartidismo herido, que hará todo lo posible para garantizar su supervivencia. El PSOE tendrá que asumir el dilema de apoyar la gran coalición o poner en marcha una reforma radical de las instituciones españolas. En ambos casos, su cooperación implica asumir la lógica del partido al que se une, ya sea en un caso la lógica del PP o en el otro la lógica de Podemos. En ambos casos, PSOE ve amenazado su espacio político.
En Cataluña, los resultados se han expresado a favor de una España distinta, mientras que en el resto de España apuestan por una unidad posible. Cataluña se verá obligada a asumir también la lógica del dilema, aunque desde otra óptica: apoyar la vía de Podemos y, consecuentemente, sacrificar el objetivo de conseguir la independencia en dieciocho meses o mantener los compromisos con los electores y abortar el proyecto de cambio de Podemos para el conjunto de España.
Los dilemas nunca son fáciles, pero sería importante que la política española y catalana no cometiera uno de los supuestos que plantea el «dilema del prisionero», que es que dos personas pueden llegar a decidir que no van a colaborar, incluso cuando ello conlleva ir contra sus intereses. Aunque también es cierto que para afrontar con éxito el dilema uno debe conocer en profundidad cuáles son sus intereses.