El jarrón chino se hace añicos
Felipe González hizo famosa aquella frase ocurrente que comparaba a un ex presidente de Gobierno (él) con un jarrón chino en un apartamento pequeño que nadie se atrevía a tirar, pero que molestaba en todas partes.
Entonces era una idea ingeniosa, pero hoy se ha convertido en una verdad absoluta. Y no porque nadie sepa qué hacer con el adorno, sino porque te lo encuentras hasta en la sopa, y siempre sentando cátedra.
Un día le perdona la vida a Pedro Sánchez y a la vez ningunea en público a José Luis Rodríguez Zapatero. Al siguiente, apadrina y da consejos a Susana Díaz. Y siempre por encima del bien y del mal, como dios, que es el apodo que le pusieron sus próximos cuando gobernaba.
Para los millones de españoles que le han votado durante años y le han seguido a pies juntillas debe resultar duro verle ahora en ese papel.
Para un felipista debe resultar casi doloroso contemplar cómo desdeña a Pablo Iglesias incluso con descalificaciones personales rayanas en el insulto. Si lo hace porque puede restar votos al PSOE, se equivoca gravemente. Y si es por los giros ideológicos que ha protagonizado, habría que recordarle que él dio tantos tumbos en el pasado como ahora los da el secretario general de Podemos.
La diferencia entre ambos es que Felipe tardó un poco más en cada giro. Forzó a su partido a abandonar el marxismo y cambió de opinión sobre la OTAN, por ejemplo, en un periodo más amplio de tiempo. Cinco años desde que asumió la secretaría general del PSOE hasta que eliminó la referencia al materialismo histórico de sus estatutos. Cuatro entre su primera mayoría absoluta y la consulta popular para mantener a España en la Alianza Atlántica.
Con todo, lo que más debe irritar a sus devotos es que a estas alturas trate de retorcer el sentido de las palabras y exija a sus críticos una definición exacta de lo que significa puerta giratoria. La puerta giratoria es él y su butaca en el aburrido consejo de administración de Gas Natural Fenosa.
La puerta giratoria es Pedro Solbes, que fue ministro de Agricultura y de Economía bajo la presidencia de González, y que ahora es vocal del consejo de administración de Enel, la italiana que se quedó Endesa para desmantelarla después.
Por haber sido presidente del Gobierno, González es miembro nato del Consejo de Estado, pero pertenecer a este organismo, que paga muy bien, conlleva unas incompatibilidades semejantes a las de un ministro. Por eso renunció, como hizo José María Aznar. Ganan más dinero con otras cosas, a lo que tienen derecho, por supuesto.
Ahora bien, preguntar qué es la puerta giratoria y reclamar más precisión sobre a qué se puede dedicar un ex presidente le desmerece. Cualquiera diría que está justificando a Federico Trillo y a Vicente Martínez-Pujalte cuando defienden sus asesorías de café.