¿Es Catalunya un cisne negro?

Los empresarios se manejan mal ante la incertidumbre. Es normal. Los que tienen que tomar decisiones se encuentran muy incómodos cuando se salen de la «causalidad». Cuando tienen la sensación que el entorno les ha cambiado, se les ha movido, y no saben que es sólido, donde apoyarse o basarse para planificar sus actividades.

Si los empresarios se encuentran indefensos frente a lo que les debería ser familiar -las tendencias de la economía- pueden imaginarse el nivel de ansiedad que les provoca cuando el tema es la política. Cuando de lo que se trata es de la intención de separar un país en dos partes.

Nissan Nicholas Taleb (1960), Líbano, adolescente durante la guerra civil, ensayista, investigador, diez años como analista financiero (quant) en los Estados Unidos, con un MBA por Wharton, acuña el término cisne negro para definir unos fenómenos, a mi entender, muy parecidos a los que están sucediendo en nuestro país.

Un cisne negro es una rareza, que se sitúa fuera de las expectativas. Tiene un impacto tremendo y luego, ex post, inventamos explicaciones de su existencia. Es como la «predictibilidad retrospectiva». Según Taleb cisnes negros son la guerra civil del Líbano, la caída del muro de Berlín, Internet, las grandes crisis. Resumiendo, poca predictibilidad y gran impacto.

Parece que un suceso se produce precisamente porque no se esperaba que se iba a producir (atentado de las Torres Gemelas en Nueva York en 2011). El cisne negro ocurre en relación a nuestras expectativas, no son, sin embargo, sorpresas instantáneas.

«Tenemos una dificultad fundamental para generalizar a partir de la información disponible, o de aprender del pasado, de lo visto» escribe Taleb, y cuenta una deliciosa historia del pavo de Acción de Gracias, para ilustrar la situación.

El pavo observa (constata) que cada día le alimentan y en consecuencia, no tiene motivos para pensar que será degollado. La información disponible le dice que su status va a mantenerse. Continuará comiendo cada día. Taleb insiste en que lo aprendido del pasado es irrelevante, falso o, peor, engañoso. Algo funcionó en el pasado hasta que dejó de funcionar (rentabilidades pasadas no garantían rentabilidades futuras).

En otras palabras, nuestro mundo es menos predecible de lo que en realidad es. Y Taleb remata, «confundir una observación ingenua del pasado con algo definitivo o representativo del futuro, es la sola y única causa de nuestra incapacidad para comprender el cisne negro«.

La gente más sensata, los de la parte central de la curva de Gaus, han dejado tomar el protagonismo a los de los extremos, hasta el punto en qué ahora no estamos seguros que «lo normal» sea lo mayoritario. En la actual situación catalana (y española) se producen muchos elementos de cisne negro. Existe una falta de conciencia de los errores que cometemos.

Hay una concentración excesiva en lo que conocemos, lo que ha sido el pasado -la sensatez de CiU, y su política de Estado- y cuesta ver que ya no estamos en la lógica de las cadenas causales. No utilizamos la imaginación -nos movemos en un camino trillado, lo consuetudinario- y la reprimimos en los demás (el federalismo).

Como en cualquier batalla contamos cañones, recursos; nos ponemos en confrontación, no en un escenario de acuerdos. Unos tienen la ley en sus manos. Europa, las grandes empresas, y los que saben que es un gran error la secesión, los federalistas socialistas y de izquierdas. Los otros tienen fundamentalmente los sentimientos, una mayoría social que siente que «así no podemos continuar», y de su seguridad de que ahora es el momento. Y de su todavía fortaleza económica.

Históricamente unos han negociado sin mayores problemas, sin complejos. Los otros lo han hecho con sensibilidad con inteligencia, sabiéndose más débiles. Y no han encontrado espacios de intersección. El salto de la situación anterior a la actual ha sido abismal de cisne negro, y ni unos ni otros han hecho gran cosa para evitar la confrontación, el «choque de trenes».

Frente a este escenario, y el peor que se vislumbra, los empresarios y las grandes empresas de origen catalán se encuentran sin mecanismos de reacción. Sin palancas. La presión social es muy fuerte, casi todos ven que nos dirigimos hacia una situación peor. Nadie podía imaginar que la salida de la crisis económica, tan esperada, coincidiera con un conflicto que se escapa de sus manos. Que nadie sabe gestionar. Como dice Taleb, la historia no gatea, da saltos.