¿Es decadencia o es sólo política?

El presidente del grupo ARC Resorts, Mark Vlassopulos, ha mostrado interés por invertir más de mil millones de euros en la Marina Real de Valencia, para montar un casino, hoteles y otros elementos turísticos.

Hace solo un par de semanas, Economía Digital informaba en exclusiva que el grupo chino Wanda estaba negociando con Marina D’Or la compra del 75 % de las acciones de esta Ciudad de Vacaciones para construir un gran complejo en la provincia de Castellón.

El grupo Sherpa capital quiere comprar la azulejera TAU y todos los días hay noticias referentes a este trasiego financiero que demuestra el interés del dinero por comprar en la Comunidad Valenciana: solares o fábricas, da lo mismo.

Paralelamente, en septiembre volvieron a crecer las exportaciones por encima de la media española, crece también el empleo y para este año se espera un corta cosecha de naranjas, que sin embargo aportarán más caudales por tener mejor precio. Y más turistas. Muchos más turistas a medida que en los países del mediterráneo crece la inestabilidad.

Y sin embargo hay una percepción de que estamos sumidos en una gran decadencia. La deuda de la Generalitat Valenciana crece en este último trimestre un 4% sin que el nuevo equipo del Gobierno autónomo (PSOE Ciudadanos, apoyados por Podemos) consiga bajar un euro los 40.262 millones que debemos, la mayor parte al FLA.

Y de forma permanente siguen apareciendo escándalos (será que estamos en campaña) sobre la mala gestión del PP en los últimos años. Los dos últimos: el elevado coste de más de 2.000 millones en la construcción de colegios públicos por la empresa pública CIEGSA, o los más de 75 millones utilizados por el ex presidente Alberto Fabra en gastos de caja.

¿Existe una decadencia histórica? ¿Una brecha entre lo público y lo privado? ¿O simplemente estamos en vísperas electorales y unas cosas no dejan ver las otras?

En un reciente viaje a Burgos pregunté al clásico taxista cómo iba el aeropuerto vacío de Burgos. Como el de Ciudad Real, el de Girona o el de Castellón, todas han sido obras como mínimo polémicas.

El taxista, que ya sabía que venía de Valencia, me contestó: «Esto es un escándalo, pero el de ustedes en Castellón es más». Y pregunté por qué: ¡¡Porque es más famoso!!! Claro: el Aeropuerto de Castellón se hizo famoso porque era el Aeropuerto del abuelito (Carlos Fabra dixit). Alguien hizo las cosas mal o alguien empezó a hacer las cosas bien para conseguir el objetivo decadente.

Contrastan lo bien que van algunas cosas que corresponden a la iniciativa privada con lo mal que van las cosas que corresponden a la iniciativa pública. ¿Acaso unos son muy buenos y otros son muy malos? ¿O realmente somos el campo de pruebas para un modelo español a la italiana?

El Instituto Valenciano de Investigación Económica (IVIE), dotado de los mejores celebros de la universidad valenciana, publicó recientemente un balance de los últimos 25 años de la economía valenciana: un claro oscuro tirando a gris.

Concluye que ha variado la estructura productiva, pero que hemos perdido bienestar y PIB respecto a la media española, posiblemente por el incremento de la población inmigrante.

Crece sin embargo el número de ocupados (¿economía sumergida?), baja productividad, menos competitividad, mejora del mapa del capital humano y menos sector público que en otras comunidades, con una deficiente financiación autonómica.

Se ha generado lo que Josep Vicent Boira definió como «la tormenta perfecta en la sociedad y la economía valenciana». Y sin embargo la sociedad está saliendo con prontitud de esta tormenta, adaptándose a los nuevos tiempos, y no así la administración pública, sujeta a una guerra política permanente. Italia, con Liga del Norte incluida.

Alguien ha hecho muy mal las cosas en la Comunidad Valenciana para llevarnos a este desastre, o alguien las ha hecho muy bien para que todos pensamos que realmente es un desastre.

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