Estamos llegando al límite de lo razonable y lo conveniente
El proceso soberanista, su dinámica, empieza a afectar desfavorablemente a la economía catalana. Hasta recientemente, los inversores, aparte de no acabar de entender las razones-argumentos, no le concedían la relevancia que evidentemente tiene, ni creían que pudiera afectar seriamente a las relaciones económicas. Ahora están empezando a cambiar de opinión.
Varios factores han contribuido a ello. El paso del tiempo no ha mejorado la evolución del conflicto. Al revés, el contencioso se ha ido radicalizando haciendo subir la temperatura del enfrentamiento. En Europa, muy alarmados por el caso escocés, se creyó que, superado éste, también el catalán se encauzaría o, como mínimo, se enfriaría. Sin embargo constatan la escalada del asunto.
Los medios de comunicación europeos se han ido interesando por el caso catalán. Han ido pasando de la incomprensión, de que la región más rica española, con el 16% de la población, el 18% del PIB y un 25% del saldo exterior, se quisiera –sus gobernantes– separar, a la constatación de que se encaminaba, parece que inexorablemente, hacia una rotura constitucional.
También algunas asociaciones de empresarios foráneos han manifestado su incomodidad. Y finalmente las agencias de calificación están dando categoría de riesgo –también al alto grado de corrupción en España– al proceso soberanista.
La Agencia Fitch ha emitido un informe muy preocupante. Se sabe del poco prestigio de las agencias de análisis de riesgo, después de sus errores antes de la Gran Recesión, pero no por ello los inversores internacionales dejan de prestarles atención. Fitch destaca la «creciente inestabilidad política, y una posible crisis constitucional derivada de la ruptura de relaciones entre el Gobierno Central y el catalán….. que debilitaría a las dos eventuales naciones futuras». También Matthew Weir, director ejecutivo de Goldman Sachs Strategy Group, opina que Catalunya es claramente un riesgo importante.
Los ejecutivos responsables de compañías multinacionales instaladas en España están haciendo –en sus memorandums– grandes esfuerzos para quitarle fuego al contencioso catalán, esperando, como cualquier persona sensata, que después de la ebullición tiene que venir la calma en forma de negociación. El problema es que sus «presentimientos» no se van cumpliendo. Un nivel de conflicto en principio acotado, se ha ido desbordando y empeorando a medida que pasa el tiempo. Y dar una explicación de lo que en realidad está pasando tampoco es tan sencillo.
¿Cómo van a contar estos ejecutivos, aunque sean españoles, en Nueva York, Londres, Frankfurt etc, por qué no se encuentran vías de solución? ¿Cómo van a interpretar que las encuestas van dando cada día mejores resultados a las formaciones políticas más inclinadas hacia la secesión?¿Cómo van a incorporar a sus análisis el crecimiento espectacular en intención de voto del «movimiento» Podemos ? Y cómo explican la parálisis del Gobierno Central ante una situación que cada día se va volviendo más incontrolada?
Y qué me dicen de la escalada del Gobierno Catalán estimulando y dejándose llevar por la «fuerza de la calle», que más bien lleva a pensar a que nos hallamos ante un fenómeno pre-revolucionario, en lugar de un comportamiento de cualquier estado moderno, europeo y democrático.
Todo ello aderezado por una puesta en escena más propia de una tragicomedia que de un proceso realmente democrático: consulta informal que se interpreta en forma de referendum de autodeterminación, claramente fuera de la ley en España y en Europa. Batería de «astucias» como método político contra el enemigo exterior etc, etc.
Ante este escenario, ¿cómo puede reaccionar una empresa americana o europea cuando se plantea emprender una nueva inversión en Catalunya? Como mínimo espera a tomar la decisión, pero la inversiones no pueden esperar demasiado. Deben materializarse en un sitio u otro.
Catalunya es muy atractiva para las inversiones extranjeras. Tiene una posición geo-estratégica envidiable, una fuerza laboral formada, un eco-sistema industrial y de servicios muy potente y con gran tradición empresarial.
Pero necesita inversión nacional y extranjera. Necesita empresas grandes para competir en el mundo.
Y necesita estabilidad política, porque sino nadie invierte; además necesita pertenecer a un estado grande para jugar en la liga de los que deciden.Todas las ventajas competitivas no son suficientes si no se tiene un proyecto conjunto, si no se saben ver las fortalezas de la unión y las debilidades de la fragmentación. Y sobre todo si no se saben interpretar los tiempos en que nos ha tocado vivir, donde la negociación y el acuerdo son los grandes pilares en que se asienta un país, en Europa.