Family party
El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos.
William Shakespeare
La manifestación de la Diada de este año, como las anteriores, ha sido un éxito de organización y de participación. Se ha convertido desde el inicio en una fiesta popular, familiar, pacífica y democrática. Nada que objetar, y me alegro sinceramente de ofrecer al mundo esa imagen de una parte (no todo) del pueblo catalán que es capaz de organizar con imaginación y eficacia este tipo de acontecimientos colectivos.
Ahora bien, se trata de una fiesta familiar que no se transformará de manera automática en votos para las formaciones independentistas en las elecciones del 27-S. Esa es la grandeza de la democracia. Los votos se cuentan en las urnas. En la calle es más complicado contar manifestantes, y no todos los que se manifiestan pueden votar, por su edad, por su procedencia (recordemos que los extranjeros, comunitarios o extracomunitarios, o los catalanes censados en otras partes de España, o los que vinieron de Baleares, de la Comunidad Valenciana, o de cualquier otro lugar, NO pueden votar), o por otros motivos.
En ello debía estar pensando el Presidente de la Generalitat en su comparecencia televisiva posterior a la manifestación. Cuando recordó que las elecciones se ganan en las urnas. «En la calle se influye, en las urnas se decide». En esa comparecencia también dijo otras cosas que me parece interesante destacar. Habló del «derecho a decidir» (una reivindicación que creíamos archivada en una pantalla anterior), no citó la independencia en ningún momento, apeló de nuevo el diálogo con el Estado para cambiar las leyes sin necesidad de romperlas… No parecía el discurso de un candidato de una formación que aspira a declarar la independencia de manera unilateral incluso con un resultado inferior al 50% de los votos.
Quizá las encuestas están empujando a Artur Mas a modular su discurso. Sabe que necesita el voto moderado de muchos indecisos que tienen miedo a lo desconocido. Ese voto que podría otorgar representación parlamentaria a su exsocio de Unió Democrática de Catalunya y que los sondeos no detectan. Es un voto útil al que también podría aspirar el PSC, y en menor medida, Ciutadans. El de los descontentos con el «status quo» a los que la independencia les parece una quimera casi imposible de alcanzar y con un camino sembrado de minas. Aunque el riesgo de ese lenguaje moderado, el discurso de CiU de toda la vida, es perder apoyos por el otro lado, fugas de voto hacia la CUP. La campaña, que no ha hecho más que empezar, puede mover en varias direcciones el voto de los indecisos. Y también puede movilizar el voto de muchos electores que nunca se han sentido implicados en estas elecciones al Parlament. Mi instinto me dice que el resultado del 27-S va a regalarnos algunas sorpresas. Mientras tanto, sigamos disfrutando del éxito de esa gran fiesta familiar en que se ha convertido el 11 de septiembre.