Francia, a rebufo de España
Francia está poniendo en marcha, con grandes dificultades, una importante Reforma Laboral, que ningún gobierno se había atrevido a emprender hasta ahora. Y lo hace cuando falta escasamente un año para la elección del presidente de la República, y con los índices de popularidad más bajos de un presidente (17% de aprobación) y de su primer ministro (27% de aprobación).
Se produce en un clima de creciente descontento económico y social. Según un reciente sondeo los franceses opinan que «el sistema democrático funciona mal». Lo dicen el 65% de los votantes de izquierdas, el 79% de los votantes de derechas y el 97% de los votantes del Frente Nacional.
La economía francesa está estancada con tasas de crecimiento del 1,1% (2015), por debajo de su potencial, con un paro del 10,3% (dos veces la alemana, pero la mitad de la española), con una creación de empleo sobre todo en el sector público. La demografía francesa obliga a generar unos 150.000 empleos anuales para que no se incremente el paro.
La OCDE viene advirtiendo de los problemas estructurales de la economía francesa desde hace tiempo. Además no cumple el pacto de estabilidad. Falta de competitividad, bajos niveles de inversión, rigidez del mercado laboral, escasa productividad. Claro, Francia siempre se compara con Alemania y sale muy mal parada. No lo hace con las economías de los países europeos del Mediterráneo.
Los partidos socialdemócratas en España, Reino Unido, Italia y Grecia no están en su mejor momento (tampoco en Alemania) y el PSF se debate entre la llamada «deriva liberal» con el primer ministro Valls y el ministro de economía Macron a la cabeza, frente a los viejos pesos pesados del socialismo francés con Martine Aubry, la impulsora de las 35 horas, como la más estacada.
En este aspecto Francia ya empieza a parecerse a España, pero con unos cuantos años de retraso. Recordarán que a finales de los años 80 el gobierno socialista español, con ministros como Boyer, Solchaga y Almunia llevó a cabo la primera reforma laboral, después del franquismo. Luego siguieron otras hasta la más radical del PP en 2012. Casi todas saldadas con huelgas generales. Tema especialmente conflictivo donde los haya.
Pues bien, fue a partir de aquella primera reforma que el socialismo en España se fracturó en dos tendencias, una reformista, que fue la que llevó al mayor periodo de prosperidad a la economía española y otra más reluctante a las reformas, que todavía tiene su predicamento.
En Francia el gobierno de Manuel Valls se ha lanzado a una reforma en profundidad de su mercado de trabajo y las relaciones laborales. Simplificando, la intención de la reforma francesa es la misma que la española. Facilitar el despido para tratar de acabar con los temores de las pymes a firmar contratos indefinidos.
El rechazo al primer borrador fue del 71%; con el segundo, ya más suavizado, es del 62%, pero corre el riesgo de acabar de no contentar a nadie y no sirva para alcanzar el objetivo propuesto. Aunque para Francia, tan resistente a las reformas, es ir muy lejos.
Los cuatro puntos básicos de la reforma son de la misma naturaleza de los españoles. Salvo el cuarto que modifica la jornada laboral de las famosas 35 horas. Regula la negociación colectiva, con los contratos de empresa como prevalentes, reduce el poder sindical y especifica las condiciones del despido por motivos económicos, aunque con el recurso a los Tribunales.
De hecho pretende abaratar el despido para las empresas más pequeñas, con lo que, muy posiblemente, conseguirán que las empresas no superen nunca unos umbrales de dimensión, con lo que la competitividad no mejorará.
El debate político es muy fuerte. El economista francés, y quizá mundial, que más libros ha vendido, Thomas Piketty ha dicho que «reduciendo los costes no se reducirá el desempleo» y el ganador del Premio Nobel Jean Tirol que «la nueva ley debería conseguir llevar a más empleos permanentes y rebajar la inseguridad juvenil». Los sindicatos CFDT y FAGE apoyan con reparos el texto mientras que CGT, FO y UNEF lo rechazan de plano. Y el PSF está dividido entre sus dos grandes tendencias.
Las palabras del presidente de la República sintetizan bien la situación: «Hay los que no quieren cambiar nada, los conservadores de derecha e izquierda; los que quieren romperlo todo, la derecha liberal; y nosotros que ensayamos para encontrar una vía de reforma intermedia que permita avanzar gracias al diálogo».
Sin embargo lo que de verdad se dilucida en el seno de la actual mayoría parlamentaria es si en la primera vuelta de las presidenciales del año próximo el partido socialista podrá superar al FN e ir a una segunda vuelta, que según las encuestas no va a ser así.
En otras palabras, si la división de la familia socialista, provocada por la reforma laboral, se pagará a corto plazo en las urnas.