La peor semana

Detrás de las últimas decisiones del Gobierno hay el mismo razonamiento: la negación del derecho del individuo a pensar, aprender y prosperar

No hay ninguna duda que, en términos de evaluación de cómo será nuestro futuro, esta ha sido la peor semana para los españoles desde que empezó la crisis.

Los motivos son de tres tipos: sociales, políticos y económicos.

¿Qué futuro tiene un país donde se regalan los aprobados, se regala el dinero y se intenta imponer la censura informativa?

En el ámbito social, el Gobierno anunció un aprobado general a todos los alumnos justo la misma semana que empieza el tercer trimestre lectivo. Todo un ejercicio de motivación para los alumnos, que ahora ya saben que “a la bartola” les irá igual que hincando codos frente a la pantalla del ordenador. Detrás de esta medida, junto a la de la negativa a prolongar el curso en julio, tengo pocas dudas que está el temor de los gobiernos a la movilización del poderoso lobby de los enseñantes de la pública, siempre dispuestos a lo que sea para que sus privilegios se mantengan.

En el ámbito político, no es necesario hablar de los bautizados por Inés Arrimadas como Pactos de la Moncloa dado que no ofrecen novedad alguna. Sánchez buscó la investidura con el apoyo gratis de todos y ahora busca unos pactos que, en realidad, son una adhesión inquebrantable sin más.

Políticamente hablando, mucho más inquietante es la pregunta del CIS intentando avalar la coacción y restricción de libertades y el intento de crear un caldo de cultivo que justifique la censura y la persecución del discrepante.

Esta política era esperable de Podemos, pero no tan previsible era la debilidad de Sánchez frente a la deriva totalitaria del líder podemita. Las dudas en el PSOE crecen, parte de la sociedad se revuelve y el futuro de las libertades en este país parece que será un combate que irá más allá del confinamiento.

Finalmente está el frente económico. Cada día que pasa la situación empeora, Iglesias impone su agenda, Sánchez no le hace frente y José Luís Escrivá acaba cogiendo el toro por los cuernos y poniendo pie en pared para hacer el trabajo que le hubiera correspondido al Presidente de poner en su sitio a Iglesias. La renta básica universal deberá esperar.

El momento es tan grave que las disyuntivas son claras:

¿Medidas para evitar el cierre de empresas o subsidios que generen bolsas de ciudadanos cautivos?

¿Pedagogía del esfuerzo en circunstancias especiales o aprobado general?

¿Gobernanza desde la asunción de responsabilidades o búsqueda de culpables a los que endosar responsabilidades?

España está eligiendo en todos los frentes el camino erróneo.

Nuestros jóvenes, en el futuro, deberían recordar que tuvieron que estudiar y disciplinarse para pasar curso, no que Ceelá les montó una fiesta de pijamas.

Los medios nunca deben ser señalados y clasificados desde el poder, porque cuando eso sucede es coacción y amedrentamiento intolerable que tiene como consecuencia sociedades menos criticas.

La sociedad en su conjunto debería recibir señales de que se toman medidas para preservar la existencia de empresas y no que estas son intrínsecamente malvadas y que la solución consiste en socializar la miseria. Dijo Adam Smith que “la ambición individual sirve al bien común” pero eso lo ignora nuestro gobierno.

Esta es la peor semana desde que empezó la crisis del coronavirus porque detrás de las tres decisiones tomadas por el gobierno esta semana siempre hay el mismo razonamiento: negación del derecho del individuo a pensar, negación del derecho a aprender y a prosperar por no considerarse ese deseo de prosperidad igualitario ni progresistas, predilección por el subsidio frente a la iniciativa como forma de maniatar a la sociedad.