Jordi Pujol, en el banquillo
Jordi Pujol Soley comparecerá el 27 de enero ante un juzgado de Barcelona para dar cuenta de los cuatro millones de euros que mantuvo ocultos en Andorra durante la friolera de 34 años. Lo mismo harán su esposa Marta Ferrusola y tres de sus hijos, Pere, Marta y Mireia. La magistrada Beatriz Balfagón achaca al quinteto los delitos de fraude a la Hacienda pública y de blanqueo de capitales.
Apenas conocida la citación de la progenie, Francesc Homs, portavoz del Govern, saltó a la palestra para exigir respeto a la consabida presunción de inocencia de los encartados. Me temo que el inefable Homs se ha perdido algún capítulo de este culebrón o quizás su torrencial verborrea le ha jugado una mala pasada.
Ocurre que don Jordi reconoció de plano su conducta ilícita el 25 de julio último, al admitir en un confuso comunicado la tenencia de una fortuna camuflada en el paraíso fiscal pirenaico. Por lo tanto, a confesión de parte, relegación de prueba, y no hay presunción de inocencia que valga. A lo más que puede aspirar la dinastía es a que sus irregularidades hayan prescrito, cosa nada improbable por otra parte.
El inefable Homs se ha perdido algún capítulo de este culebrón o quizás su torrencial verborrea le ha jugado una mala pasada
En el documento de marras, el ex líder político anunció que se ponía a disposición de la justicia para rendir cumplidas explicaciones. Han pasado cinco meses de aquel infausto episodio y el caballero todavía no se ha tomado la molestia de suministrar un solo papel a la jueza.
El envite al que se enfrenta es probablemente el más arriesgado y duro de su vida. Por eso ha recabado los servicios del toga de oro del momento, Cristóbal Martell, quien de un tiempo a esta parte anda metido en múltiples fregados procesales, con suerte dispar, pues algunos de sus insignes clientes han dado con los huesos en la cárcel.
La caída a los infiernos del mito pujoliano es de los que hacen época. Durante su dilatado mandato, se dedicó en cuerpo y alma a sermonear a los catalanes, como si de un severo paterfamilias se tratase. Exigió a Madrid un sinfín de transferencias de impuestos, mientras él hurtaba los suyos y los de su tribu con pertinaz descaro.
Linaje de espabilados
Los gobiernos del partido político de Pujol han elevado los tipos máximos del IRPF hasta un confiscatorio 56%, nivel que en toda Europa solo alcanzan Suecia y Portugal. Han restaurado la depredadora exacción por sucesiones, que tiempo atrás suprimieron para atender una demanda social acuciante.
Han sembrado el territorio de una catarata de tasas y gravámenes de nuevo cuño. CiU, que se proclamaba business friendly, ha convertido Catalunya en un auténtico infierno fiscal para la clase media. Cómo estará el patio impositivo en Cataluña que alguno de los vástagos del ex president no dudó en trasladar su domicilio a Madrid para ahorrarse tan abultadas gabelas.
Por todo ello, el destape del 25 de julio es como una bomba de neutrones de consecuencias insospechadas. ¿Con qué cara puede Artur Mas reclamar al pueblo llano que satisfaga a rajatabla sus deberes tributarios?
De los nueve miembros de la estirpe que nos ocupa, ocho están incursos en una o varias figuras tipificadas en el código penal. Así mismo, la esposa de Oriol y la ex de Jordi hijo lucen también la poco envidiable condición de estar subjudice. Ciertos medios ya han dado en motejarlos como el «clan de los imputados».
¿Con qué cara puede Artur Mas reclamar al pueblo llano que satisfaga a rajatabla sus deberes tributarios?
El único miembro de la tropa que se libra por el momento es Josep. Éste vendió su firma de consultoría Europraxis en 2002 a la madrileña Indra y cobró nueve millones de euros. Indra pretendía ganar concursos públicos en Cataluña y nada más indicado para ello que un abrepuertas como Josep. Por ello, lo mantuvo como alto ejecutivo una vez efectuado el traspaso del negocio. La jugada salió a pedir de boca, pues sin solución de continuidad, la Generalitat comenzó a regar de contratas al grupo de la meseta.
En el fondo, el escándalo que protagoniza el antaño muy honorable vuelve a poner de actualidad eso que siempre se ha dicho de que el poder absoluto corrompe absolutamente. Pujol regentó Cataluña con mano férrea durante casi un cuarto de siglo. Ahora se va viendo –para bien de todos, comenzando por él mismo– que debió haberse marchado a casa al agotar sus primeros ocho años de mandato, según los usos y costumbres de las democracias más consolidadas.
Ya lo dijo el premio Nobel irlandés George Bernard Shaw: «A los políticos y a los pañales hay que cambiarlos a menudo, y por los mismos motivos».