La Ardilla de Rajoy

La hermosa Françoise Gilot, que entre sus logros está haber abandonado a Picasso, cuenta la siguiente anécdota: en una visita al Atelier de Braque, Picasso observa el trabajo de su amigo. Se trata de un bodegón cubista. Picasso le advierte «¡Pobre amigo! Veo una ardilla en tu lienzo» a lo que Braque, desconcertado, responde «no es posible». Picasso vuelve a plantearle la cuestión «quizá sea una visión paranoica, pero veo una ardilla. El lienzo está destinado a ser un cuadro y no una ilusión óptica… Puesto que la gente necesita ver algo en él, tú representas un paquete de tabaco junto  a una pipa… pero aparta de ahí esa ardilla». Al cabo de un rato, ya Braque no podía dejar de ver la ardilla. Modificó la iluminación y esperó paciente a que se fuera tal como vino. Finalmente, sólo el tabaco y la pipa adquirieron su lugar con sus formas cubistas. Y, sin embargo, la fantasía de Picasso transformó la realidad, la materia, hasta darle una nueva lógica a la que el bueno de Braque no podía resistirse. La obra se había transformado en otra.

Hace varios días que Pedro Sánchez ha decidido, tal vez sea también una fantasía, ver una ardilla en el cuadro de la gobernabilidad. Una ardilla que está intentando acabar Rajoy. Esta ardilla nerviosa y juguetona tiene la forma de un gran acuerdo entre partidos de izquierda, partidos nacionalistas, independentistas y Ciudadanos.

Pedro Sánchez, con su cesión de escaños en el Senado, advierte a Rajoy que la ardilla no es una fantasía. La ardilla de Sánchez que hasta hace pocos días parecía un delirio empieza a dominar la fantasía de otros observadores, mientras Rajoy mantiene y afirma que lo que está pintando es una pipa, la de La Paz.

Una pipa dispuesta a calmar y apagar la incertidumbre ante la posibilidad de que pueda triunfar  un amplio gobierno de izquierdas y que un catalán podría llegar a ver como un necesario «trencadís» político, conocida técnica ornamental de la arquitectura modernista que consiste en coger trozos rotos de baldosas de cerámica, mármol o vidrio y distribuirlos como un collage con confinaciones fantasiosas de gran colorido.

La pipa de Rajoy, a medida que avanza la fantasía de Pedro Sánchez, se va convirtiendo en una ardilla. Aunque Rajoy consiga acabar su obra de gobierno, podemos incluso afirmar que será una pipa con forma de ardilla. El impulso dado por Pedro Sánchez, al margen de su difícil arquitectura, tiene un elemento muy positivo: haberse percatado de que la baldosa rota de la política española, tras las elecciones, es una oportunidad de dar nueva luz, con más colores vivos, convirtiéndola en un fantástico «trencadís». Si Sánchez tiene paciencia, hasta Pablo Iglesias verá una ardilla en el cuadro de Rajoy.