La ausente dimensión global

Se corre el riesgo de que la ridiculización pública desanime a este y los gobiernos que vengan a encargar trabajos de prospectiva estratégica. Es necesario entender, como propone el documento ESPAÑA 2050, los "cambios demográficos, tecnológicos, sociales y medioambientales”

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aplaude la intervención de la portavoz socialista, Adriana Lastra, durante el pleno del Congreso con el que los Presupuestos de 2021 concluyen su trámite en la Cámara Baja / EFE

Hay dos grandes grupos de personas en España. Por un lado, las personas que han comentado en redes sociales el informe ESPAÑA 2050: Fundamentos y propuestas para una Estrategia Nacional de Largo Plazo. Y por otro lado las personas que realmente se han leído el informe.

Quienes forman parte del segundo grupo habrán descubierto un documento serio e interesante que pone nombre a los problemas estructurales de España: baja productividad, alto desempleo, débil I+D privada, bajo tamaño medio de las empresas y economía sumergida. Y que además ofrece cifras concretas del salto que tendría que dar el país para alcanzar a los ocho países más avanzados de la Unión Europea: incrementar la productividad en un 50% y aumentar la tasa de empleo en 15 puntos (pág. 385).

Los autores ofrecen este trabajo como «una primera propuesta, incompleta y abierta, que tendrá que ser ampliada y mejorada mediante un diálogo constante y reiterado en el que participen todos los actores sociales y económicos de nuestro país» (pág. 391). Y es una pena que el debate público haya reducido el documento a la gráfica sobre el futuro deseable dentro de los posibles (pág. 31) y a los chistes sobre estilos de vida que incluyan dieta vegetariana y compartir piso.

Un problema, una oportunidad

Documentos como este son realmente necesarios, especialmente considerando los cambios que se vislumbran más allá del ruido y la furia de los medios sobre la pandemia. Así que sería no sólo un gran trabajo sino una gran oportunidad desperdiciada si su publicación no se acompañara de un debate serio. Se corre el riesgo de que la ridiculización pública desanime a este y los gobiernos que vengan a encargar trabajos de prospectiva estratégica.

Y es que es realmente necesario entender como propone el documento ESPAÑA 2050 los «cambios demográficos, tecnológicos, sociales y medioambientales” (pág. 79) que suponen un reto para el país, pero también que abren en algunos casos una ventana de oportunidad. El problema es que concibe a España como un país fuera de un contexto global.

En el prólogo del documento, que lleva la firma del presidente de Gobierno, nos encontramos que “nuestro éxito [como país] se debe a la privilegiada posición geoestratégica” que ocupa en “la encrucijada de tres continentes” (pág. 5) y que España es un “un país moderno, próspero e inclusivo con un papel clave en Europa” (pág. 6). A partir de ahí no hay ninguna referencia a la posición internacional de España.

El análisis internacional: el talón de Aquiles del documento

Ciertamente es un documento ambicioso elaborado por un buen número de sociólogos y economistas, sin olvidar a los académicos, investigadores y profesionales de otras ramas, preocupados por los problemas estructurales de España. Quizás los responsables del informe pensaron que la dimensión global merecía un informe propio aparte. Pero no se trataba de especular aquí sobre las grandes rivalidades geopolíticas entre potencias o escenarios futuros sobre la estabilidad de las regiones cercanas a Europa. Se trataba de integrar la dimensión global a las propias preocupaciones del documento.

La única mención al contexto internacional en el cuerpo del informe es una duda que se lanza sobre los “efectos geopolíticos tendrá la pandemia en el medio plazo”, planteando varias incógnitas, como si podría avivar o no “la fractura entre China y EE. UU.”, “si se producirá una regionalización de las cadenas de producción” o “si la UE saldrá reforzada o debilitada del lance” (pág. 72).

Considerando que el marco del informe es una visión a largo plazo, merece la pena pararse a preguntar qué podemos esperar de la evolución de la Unión Europea y qué oportunidades y retos se le presenta a España dentro de ella, si es verdad que juega “un papel clave”. Hablamos de alianzas internas o incluso de alternativas en caso de su colapso en el largo plazo. Ahí tenemos el caso de Polonia y su activa diplomacia tejiendo redes como el grupo de los “9 de Bucarest” y la Iniciativa de los Tres Mares.

Una mirada a China

Si una de las grandes preocupaciones del informe es el aumento de la competitividad de la economía española, cabe preguntarse qué podemos esperar del auge de China y la competencia económica de ese “rival sistemático”, como lo define la Unión Europea. Porque si consideramos a España un país privilegiado por ser puente entre Europa, África y América bien estaría preguntarse cuánto terreno se ha perdido en esos dos continentes frente a China.

Al final, de lo que se trataba es de entender que España no existe únicamente como miembro de la Unión Europea que se mira en los ocho países más avanzados. Sino que, como cualquier otro, está inserto en unas dinámicas globales que no pueden ser ignoradas.

Hace falta no ya una mirada geopolítica, sino geoeconómica: entender la competencia entre Estados no por el territorio físico, sino por mercado, tecnologías e influencia. Y entender también que las premisas sobre las que se construyó la globalización, tal como la conocimos (1991-2021), empezaron a cambiar incluso antes de la pandemia. Se me ocurre que Geoeconomía de Eduardo Olier y Así empieza todo de Esteban Hernández son dos buenas guías para empezar.

Este artículo corresponde al último número de mEDium que puede adquirirse en este enlace