La CUP y la razón de Estado sin Estado
En algunas ocasiones, en política, lo importante no es adónde quieres llegar, sino hacia dónde te llevan los acuerdos, la aritmética política, la necesidad de articular consensos o la siempre necesaria voluntad para sobrevivir.
Una de las diferencias más remarcables entre la política española y la catalana es que, mientras la primera se basa en mantener y proteger la posición ideológica para lograr sus objetivos, la catalana se basa en el movimiento continuo de los diferentes partidos en busca del mejor caladero para pescar en aguas del catalanismo de izquierdas o derechas.
El NO de la CUP a la investidura de Mas pone fin, momentáneamente, a una forma de hacer política donde lo imperativo en Cataluña, desde la época de la transición, ha sido la razón de Estado sin Estado.
La raison d’état, que el Cardenal Richelieu propuso para defender los intereses del Estado, ha inspirado buena parte de la política moderna. Richelieu escribió en su testamento político «el que tiene el poder a menudo tiene el derecho, y el que es débil sólo difícilmente puede no estar en el error, según la opinión de la mayoría».
Y ha sido esta lógica la que ha orientado los movimientos políticos de Cataluña en los últimos años, desde la transición. Una práctica política que ha supuesto pactos de tripartitos por el bien de los intereses del país, rupturas de coaliciones como la de CiU por el bien del interés del país, alianzas complejas entre Convergència y ERC con Junts pel Sí, también por el bien del interés del país. Razón de Estado sin Estado que ha sumido a la clase política, en los últimos cinco años, a grandes tensiones, al colocar el proceso de independencia como concepto talismán al que debían rendirse todos los partidos políticos.
Fue la causa de rupturas en el seno del PSC, de Izquierda Unida y Unió Democràtica de Cataluña. El NO de la CUP pone un punto y aparte a esta forma de hacer política, al no dejarse arrastrar por esta lógica. Plantea que no hay un bien superior al de sus propios intereses y estrategias políticas. Provoca que el liderazgo de Artur Mas, basado en el sacrificio de todos por el bien de Cataluña y el proceso, se vea cuestionado al no ser aceptada la propuesta con Mas al frente como presidente.
Las grandes palabras, los discursos enfáticos, apocalípticos, encendidos y de impostación trágica quedan reducidos, muy probablemente, a convocar nuevas el elecciones. El fin de la lógica de razón de Estado sin Estado: «el Estado no tiene inmortalidad, su salvación es ahora o nunca», definido por Richelieu, no ha sido escuchado por la CUP, que ha preferido seguir su camino.