La Euskadi acomodada

A los que justificaron el terrorismo se les perdona todo. Ahora se les trata como a un partido más y el PSOE ha contribuido a ello

Casi la mitad de los electores vascos ‘pasaron’ de las urnas. Se desentendieron del nuevo parlamento. El sentimiento independentista, con todas sus consecuencias, suele rozar porcentajes notoriamente bajos en los sondeos de opinión.

Sin embargo, en las elecciones, ante la inhibición del 47% de los votantes, las urnas han arrojado una mayoría nacionalista que marcará el rumbo en la próxima legislatura.

Las dos fuerzas ganadoras, PNV y EH Bildu, van a copar 53 de los 75 escaños que componen el hemiciclo. Urkullu se dedicó, durante la campaña, a quitar miedo sobre la vía unilateral de independencia, desmarcándose así de la Generalitat. Consideraba que se trataba de un debate «desfasado». Pero el grupo de Otegi, que ha ganado cuatro escaños como segunda fuerza del Parlamento, se siente con la fortaleza suficiente para forzar al PNV a imprimir un giro radical en el nuevo Estatuto mientras va trabajándose la idea de construir una alternativa de izquierdas.

Corrupción sin filtro

Mientras llega ese pulso, los análisis electorales en el País Vasco planean entre la resignación a que el nacionalismo vaya extendiendo sus zonas de confort y de influencia y la incomprensión hacia el fenómeno de desentendimiento hacia el centro derecha que representa la memoria más incómoda. A un partido como el PP que, por traer a colación los episodios más vergonzosos de la historia de este país, se le ha situado en las cavernas y el pasado.

El nacionalismo ha arrasado en sus dos versiones: PNV y Bildu. La gestión del PNV ha servido de reclamo para los fieles y los acomodados que buscaban un voto útil con estabilidad y sin bronca.  La corrupción, en Euskadi, si se llama “de Miguel”, en vez de “Bárcenas” pasa el filtro de la indiferencia, sin problemas. Y los votantes que se identificaban con el PP han ido depositando su confianza en el partido que pactó los presupuestos con Rajoy y, días después, se cambiaba de bando para acompañar a Sánchez en la moción de censura. Esa es la comodidad.

Estado de alarma

La campaña vasca ha tenido muchas claves nacionales. No suele ocurrir en los comicios autonómicos. Pero después de este año tan atípico, con la cuestionada gestión de Sánchez del estado de alarma, las referencias al gobierno central han sido inevitables.

A los socialistas de Idoia Mendía no les ha hecho ningún favor el examen constante al que ha sido sometido Sánchez. Han logrado desplazar a Podemos del tercer puesto. Pero, lejos de rentabilizar su pacto de gobierno con el PNV, aunque han aumentado un escaño, no han ganado los votos que les auguraban los sondeos. La gestión de Sánchez en el estado de alarma ha actuado como un lastre desmovilizador en el votante socialista.

El partido que se queda más debilitado, además de Podemos con la sombra alargada de Pablo Iglesias, es el PP de Carlos Iturgaiz. Un PP que, sin embargo y a pesar de la irrupción de Vox, ha conseguido superar las encuestas. Feijóo ha ganado por goleada los comicios en Galicia.

Pero a Casado se le esperaba en las elecciones vascas para juzgar su liderazgo. Su apuesta por Iturgaiz, cuando fulminó a Alfonso Alonso, fue mal acogida por un sector de las filas de su partido. Y con muchos reparos desde fuera. Pero lo cierto es que a Alfonso Alonso, en los sondeos de enero, ya le habían calculado cinco escaños en el nuevo Parlamento Vasco. Iturgaiz, más ortodoxo que Feijóo y fiel seguidor de la línea aznarista, ha mantenido los apoyos calculados cuando aceptó la coalición con Ciudadanos.

Un país adormecido

Los ciudadanos vascos se van acomodando. Casi la mitad sin votar. Con una mayoría nacionalista en el Parlamento y el centro derecha, en retroceso. Con una segunda fuerza muy envalentonada. No es que Euskadi represente una comunidad “tranquila”, Euskadi es el reflejo de un país adormecido. Acomodado.

Quienes dicen que no quieren riesgos piensan en un gobierno PNV y PSE pero obvian el riesgo que supone tener a los herederos de Batasuna como la segunda fuerza más votada. Los herederos. He ahí la pieza clave de su blanqueamiento. A los que justificaron el terrorismo se les perdona todo. Incluso que no quieran condenar su terrible historia.

Bildu, un partido más

El PSOE de Sánchez ha contribuido notablemente a este cambio de imagen. Con el pacto de Navarra empezó todo. Y ahora se les trata como a “un partido más”. Un trato del que no disfruta el PP, que tiene en sus filas unas cuantas víctimas del terrorismo. Pero no se puede recordar. Salvo que sea para traer al escaparate al franquismo o la guerra civil.

Recordar las tropelías de ETA es el pasado. Muchos de los jóvenes que votan a Bildu no saben quién es Miguel Ángel Blanco porque en sus colegios nadie les habló de él. Son los planes de adoctrinamiento. Si en las tertulias de la televisión pública vasca se pone de manifiesto más preocupación por un escaño de Vox que por los 22 de Bildu da la dimensión de que el plan de aislar al centro derecha está funcionando.

Si alguna víctima del terrorismo dice que se alegra de los resultados de Bildu porque ya no tienen nada que ver con el terrorismo, miel sobre hojuelas. Otegi y Carlos Iturgaiz son contemporáneos. El de Bildu estaba con los terroristas y el del PP formaba parte del pelotón de las víctimas. Pero Iturgaiz es el pasado, para muchos observadores y adversarios. Entonces ¿Otegi es el futuro de Euskadi?