La luna y las estrellas

Si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos, es mía.

Anaxágoras

Respeto profundamente el sentimiento independentista de muchos catalanes y entiendo la ilusión que les genera e incluso los motivos que justifican el hartazgo de algunos «conversos» ante tanta incomprensión por parte de los dos partidos mayoritarios en España. Yo mismo he estado tentado de abrazar esa fe en más de una ocasión en los últimos años. Pero los sentimientos no se improvisan, ni se inventan. O lo sientes o no.

La independencia no es una ideología, tiene un componente emocional que no se puede compartir de manera forzada. Pero no sentirse independentista no te convierte en un peligroso unionista (que tampoco es una ideología, sino más bien una reacción ante un movimiento secesionista que lleva años organizándose de manera mucho más estructurada). Se puede defender el catalanismo sin que ello implique romper con España de manera unilateral, y sin renunciar a modificar de manera radical la estructura de un Estado que ya no responde a las expectativas de una parte importante de su población. Sin embargo, reconozco que esa vía intermedia resulta cada día más difícil de sostener. La independencia aparece para muchos como la panacea universal, la solución a todos sus problemas. Hace poco escuché en la radio a una joven candidata de la CUP que explicaba que a sus 33 años no había podido marcharse de casa de sus padres para emanciparse porque el Estado no le proporcionaba una vivienda tal y como garantizaba la Constitución Española, y que eso en una Catalunya independiente no ocurriría nunca… Sin comentarios.

En el inicio de campaña, la candidata de Junts pel Si y expresidenta de la Assemblea Nacional de Catalunya, Carme Forcadell, dijo que los independentistas (en realidad habló de «los catalanes» porque parece que siempre se atribuye la representación de todo el pueblo catalán) aspiraban a alcanzar la Luna porque de esa manera seguro que podrían llegar a las estrellas, sin tener en cuenta que la luna es un satélite de la Tierra y está mucho más que cualquiera de las estrellas del firmamento. Creo que le traicionó el subconsciente. Ese es el riesgo del independentismo. Aspiran a la ruptura sí o sí, sin más opción ni alternativa, y el resultado puede ser peor que lo que tenemos ahora. El riesgo es muy elevado y la frustración puede llegar a ser mayúscula. O tal vez se trate simplemente de un engaño colectivo.

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