La moción de Vox

La moción de censura de Vox no pretende desalojar a Pedro Sánchez de La Moncloa sino desacreditar a Pablo Casado y al PP como oposición

Concluía Carlos Lareau su último artículo en Economía Digital con las siguientes palabras, referidas a la peor hornada de dirigentes políticos que nos ha tocado sufrir: “Si fracasan, lo pagarán.” Cierto, pero por desgracia de todos tan cierto como lo contrario, pues todos abandonaran sus puestos de altísima responsabilidad tanto si aciertan como si fracasan a la hora de sacar a España del pozo y orientarla hacia un futuro que no sea un desastre.

Eso significa que recibirán tantos beneplácitos como descalificaciones lo mismo por sus aciertos, suponiendo que alguna vez suene la flauta, como por sus peores decisiones. Uno de nuestros males es la existencia de sendas tropas mediáticas mejor o peor pagadas cuya misión no es otra que agitar el incensario o blandir la cruz del anatema según sea el político de su trinchera o de la contraria.

Da igual lo que decidan, puesto que consideran, sin razón en lo primero y atinando en lo segundo, que los elogios son fundados y las críticas fruto de una pérfida campaña de hundimiento personal y político. El latir de la sociedad y sus voces no les alcanza más que como una réplica del espejito de la madrastra de Blancanieves al principio del cuento: “eres lo mejor de lo mejor”.

Por más que consideremos que el espejo les miente y que, en efecto, su nivel y sus capacidades se encuentran muy por debajo de la media de los países desarrollados (algo que comienza a ser lugar común entre los demás líderes europeos y mundiales, y así se va reflejando en sus medios de comunicación), eso no hará que abandonen el puesto más pronto o más tarde.

Según la muy extendida y acreditada doctrina que adjudica el pago de las responsabilidades políticas (no las penales, que son leves y de excepción) al simple hecho de pasar a la oposición, la obligación de un político consiste en fiar su calidad como dirigente en la longevidad de su mandato.

El legado pues importa poco o nada. No es cuestión de la diferencia entre cómo encontraron el país al inicio de su mandato y cómo lo dejaron al final. Es cuestión de aguantar, de resistir las embestidas y propinarlas con mayor fuerza. En última instancia, cuanto más se sienten amenazados por la inestabilidad, más se concentran en la difícil misión de la propia supervivencia. A ello dedican ahora sus principales energías.

Las esperanzas de Vox radican en ocupar terreno del PP

Y algo todavía más siniestro, consecuencia de la acertada visión según la cual estamos en manos de los peores. A saber, que el recambio no les supera en nada, y tal vez ni siquiera alcance su ínfimo nivel. Cuando el llamado sottogoverno consiste en un conjunto de coros amaestrados sin partitura ni voz propia, si el pluralismo es una ficción en eterna y descabellada fricción, ello significa que como ciudanía, estamos atrapados.

Y en esas llega la moción de censura de Vox, algo que en otras circunstancias no tendría la menor importancia, puesto que no tiene posibilidad alguna de prosperar. Den por supuesto que va a ocupar un gran espacio en los medos de comunicación. Pero lo importante no será el contenido de unas sesiones que ya puede avanzarse sino el resultado, el poso que deje en los sondeos.

Sabido debería ser que la táctica de la derecha más extrema, de demostrada eficacia, consiste en atizar a la derecha con el muñeco de la izquierda. La izquierda (en este caso más, por la presencia de Podemos en el Gobierno) es la causa de todos los males, y como la derecha apocada y miedica no acierta a pararles los pies, ahí estamos nosotros, dispuestos a todo.

O sea, que la moción no pretende desalojar a Pedro Sánchez de La Moncloa sino desacreditar a Pablo Casado y al PP como oposición.

Según el manual del gurú universal Steve Bannon, la derecha más extrema debe en primer lugar presentarse como alternativa real de poder, y los votos imprescindibles para que eso suceda ya no provienen de las antiguas filas del comunismo tradicional como en Francia, sino de la derecha centrista y de la irritación social.

Más aún en un país de larga tradición cainita entre derecha e izquierda, las esperanzas de Vox radican en ocupar terreno del PP. La pandemia les viene de primera. Las luchas por el control del Poder Judicial o por el cierre de Madrid les vienen de primera.

Cuanto más suba Vox más cara y dolorosa nos saldrá la factura

Las dudas de Casado entre compartir espacio con la derecha más extrema o irse al centro les vienen de primerísima. La música de fondo suena a “todos son iguales, todos son la peste y por eso hay que echarles”.

Sería por ello razonable, aconsejable, incluso posible, tal vez probable si bien no seguro, que Sánchez y Casado llegaran a algún acuerdo sobre algo. Sánchez echa una mano a Casado en una foto cuyo pie rece “el bipartidismo no ha muerto” y a cambio Casado apuntala la estabilidad. ¿Qué tal un pacto sobre la cúpula del Poder Judicial?

Son los peores, sí, pero quien va a apagar los platos rotos de las peleas a las que se dedican en vez de intentar gobernar con acierto no son ellos, sino todos los demás. No lo pagarán, lo pagaremos; lo pagará la sociedad. Pero cuanto más suba Vox más cara y dolorosa nos saldrá la factura.