La voracidad de los cárteles empresariales

El presidente de la Comisión de Competencia (CNMC), José María Marín, intervino esta semana en una reunión del Consejo Empresarial para la Competitividad. Este organismo, de carácter privado, aglutina al grueso de los gigantes del Ibex y a otras grandes compañías no cotizadas.

Marín exhortó a sus integrantes a ser “ejemplares” ante la sociedad. Razón no le falta. Mientras los sermoneaba, debía de tener in mente los deplorables espectáculos que las organizaciones patronales han deparado en los últimos tiempos. Uno de sus ex líderes, está en la cárcel por delitos de estafa. Otro, todavía en activo, se resiste a dimitir, pese a que tanto él como su conglomerado de sociedades se hallan en suspensión de pagos. Alguno más fue juzgado en su día por tráfico de información confidencial, pero se libró de la condena gracias a la campana de la prescripción.

Entre tanto, Marín, en su condición de guardián de la competencia, destapa un día tras otro la caterva de abusos, sin duda poco “ejemplares”, que hombres de negocios, profesionales y entidades de los más variados sectores, perpetran para manipular los precios a su antojo y exprimir a los consumidores.

La última actuación de la CNMC ha consistido en imponer una rociada de multas por importe de 3,8 millones de euros a la Unión de Empresas de Recuperación (Uder) y a trece firmas dedicadas a la recogida de desperdicios y su transformación en papel y cartón. El motivo radica en que suscribieron pactos ilícitos para repartirse la clientela, fijaron tarifas y compartieron información comercial secreta. En definitiva, se coaligaron para esquilmar a modo a los usuarios.

Es éste el correctivo más reciente dictado por Competencia, pero no el único. Sin ánimo de ser exhaustivo, en el curso de este año sancionó con 2,1 millones a un cártel de media docena de fabricantes de extintores, que acordaron escandallos y compartieron las ventas en amigable componenda. La colusión fue particularmente dañina para los clientes por cuanto abarcaba todo el territorio nacional y, además, las seis firmas de marras poseen una elevada cuota de mercado.

El organismo que lidera José María Marín también propinó escarmientos a Telefónica –un objetivo habitual de sus pesquisas–, a Orange y a otros seis operadores virtuales. Así mismo castigó a los grupos televisivos Mediaset –que controla Telecinco, Cuatro, FDF, Divinity, Boing y Energy– y Atresmedia –Antena 3, La Sexta, Neox y Nova–, por ensartar raudales irregulares de publicidad y por emitir en horario infantil contenidos inapropiados. Multó adicionalmente a Mediaset, por inducir a engaño a los telespectadores mediante propaganda encubierta.

Altibajos de la gasolina

Otro sector que atrae el escrutinio del ente fiscalizador es el de la energía, sobre todo las eléctricas Endesa e Iberdrola y las petroleras Repsol, Cepsa y British Petroleum. En relación con estas últimas, Competencia ha certificado reiteradamente la existencia de serias disparidades en el precio del combustible.

Ocurre que cuando la cotización del barril de crudo sube, las compañías trasladan las alzas a sus surtidores sin perder un minuto. En cambio, cuando baja, como acaece últimamente, las compañías se lo toman con calma, tardan lo suyo en reflejar el recorte en sus tarifas y casi nunca lo aplican por entero. Es lo que coloquialmente se llama “fenómeno de los cohetes y las plumas”, en alusión a la rapidez de las subidas y la lentitud de las bajadas.

Por último, son de citar los expedientes que el organismo sustancia en este momento a actividades heterogéneas como fabricantes de productos absorbentes para la incontinencia, industrias lácteas, concesionarios de grandes marcas automovilísticas, fabricantes de papel y cartón ondulado, laboratorios farmacéuticos, distribuidores de productos sanitarios y dietéticos, y fabricantes de cemento y hormigón.

A la luz del repertorio transcrito, queda claro que son legión las empresas que se sirven de artimañas ilegales para elevar los beneficios y expulsar del mercado a sus rivales. En el fondo, ello no debería sorprender demasiado, dado que las hechuras morales del país se están desintegrando y la corrupción anida en los ámbitos más altos del Estado. Si las élites dirigentes nadan en un lodazal de podredumbre, se comprende que el virus del mangoneo se haya propagado por todo el cuerpo social.