Los ex combatientes de la política española
Quien no recuerda el film de Michael Cimino El Cazador o, para ser más exactos, El cazador de ciervos como la obra más certera para comprender la naturaleza de la guerra en el alma de sus combatientes. Michael, Nick y Steven ven transformadas sus vidas al ser llamados a filas para luchar en la Guerra de Vietnam.
Tras su paso por el infierno de la guerra, regresarán transformados en fantasmas, preguntándose una y otra vez cómo ellos, cazadores de ciervos, habían sido cazados en un conflicto del que no tenían ninguna posibilidad de escapar. Como ciervos.
Pues bien, la política española ha creado tan extrañas condiciones que los partidos políticos y tertulianos se ven obligados a ser reclutados para causas extremas. Vemos pasar ante nuestros ojos, a velocidad de vértigo, a políticos y opinadores que, tras intensas refriegas dialécticas, son aniquilados viéndose obligados a reclamar el status de excombatientes.
Esta lógica del excombatiente tiene, como en caso de la guerra, su herida más profunda en el hecho de que, tras la batalla, uno ya no sabe qué causa defendía. Como esos excombatientes que huían de sí mismos en alguna ciudad de México, rodeados de sillas de ruedas para paralíticos, alcohol y mucha marihuana.
En estos momentos en que el debate de la gobernabilidad de España está en juego, vemos cómo los contendientes se internan en la selva de las negociaciones, de la lucha por dominar el relato, por seducir a la audiencia.
En cada trozo de tierra virtual ganada en los platós de televisión hay mil causas personales perdidas defendiendo posiciones indefendibles, como ocurrió en la Guerra de Vietnam. El resultado final, que veremos tras los próximos dos meses de negociaciones, será que el bando perdedor de políticos y opinadores será una tropa apartada de primera línea.
Un proceso que ya hemos visto con los que defendieron nuestra participación en Iraq en la época del Aznarismo o con los que batallaron para evitar que los fantasmas del GAL alcanzaran las filas de los socialistas del Felipismo. Como ocurrió en el año posterior a los atentados del 11M o los hechos del 23F.
En todas estas ocasiones hemos visto los estragos de una guerra en los medios de comunicación y el parlamento.
Esta concepción de la política, basada en generar bandos en cada ocasión que se disputa el poder en España, nos recuerda hasta qué punto lo que está en juego es tener razón más que dar razones. Una visión política de trincheras, máscaras de gas y guerra fría para hacer trascendente una simple escaramuza.
Michael (interpretado por Robert de Niro), el único de los tres que tiene la voluntad de escapar de sus fantasmas, no podrá volver a cazar ciervos, se verá incapaz de apretar el gatillo.
El disparo certero que había que hacer para no hacer sufrir a los ciervos ahora es un intento fallido, una impotencia a matar nacida de haber habitado el infierno.