Los políticos vuelven al cole

Cada temporada arranca con unos conflictos concretos que, en apariencia, son a los que se van a tener que ir enfrentando

La vuelta al cole político siempre se muestra como una cuesta arriba. Al menos cuando eres un niño o adolescente tienes el aliciente de volver a ver a los compañeros y los libros nuevos. Un repaso rápido a sus páginas te situaba de forma rápida ante las cosas nuevas que ibas a descubrir. Siempre un reto.

El cole político es otra cosa. La metodología siempre es la misma, aunque los problemas puedan ser diferentes. Cada temporada arranca con unos conflictos concretos que, en apariencia, son a los que se van a tener que ir enfrentando sus señorías, sea en el Congreso, en el Senado, en un parlamento autonómico o un ayuntamiento.

Este año se arranca con un estado de opinión muy peligroso. Se augura un otoño e invierno gris debido a la mala salud de la economía. Es sólo, de momento, un estado psicológico que tiene su argumentación razonada, pero sólo una suposición.

El coste de la energía y la inflación, sin entrar en detalles, preocupan a todos los analistas económicos. Parece que el mundo vaya a sucumbir a una crisis diferente, pero más amarga, a la del 2008. Después, el día a día es cambiante. La tasa de paro de momento no sube, pero los vaticinios no son nada halagüeños.

Claro que todo puede ser engañoso. La senda de endeudamiento por la que ha decidido deambular el Gobierno de Pedro Sánchez va a hacer más digerible los gastos de las familias, pero no las cuentas del Estado. Este es un curso de elecciones y no hay gobernante que no aproveche el momento para gastarse lo que tiene y más.

Por lo tanto, pocas ayudas recibirá de la oposición. Ayudas de Estado, se entiende, que ya son difíciles durante el intermedio de la legislatura, mucha más en el momento donde todo se pone más caliente.

Muchos temas para resolver. La renovación de algunos miembros del Constitucional, los del Tribunal Supremo o del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) son la piedra que tienen enquistada los dos partidos mayoritarios y que, todo apunta, a que van a seguir igual.

Debate Estado de la Nación. Imagen: PP

La incógnita es si el sainete del enfrentamiento, que parece beneficiar tanto al Gobierno como a la oposición, es ciertamente beneficioso. Este fin de semana tuvimos una muestra de esta metodología. Núñez Feijóo salió atacando con potencia, y con argumentos, por supuesto, el estilo de Pedro Sánchez, y de inmediato la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, este sábado de guardia, se defendió al contraataque.

Los especialistas en campañas políticas mantienen que es el método para salir airoso. Nada cambia. Es lo fácil. Sin embargo, cada vez hay más especialistas que recomiendan salirse de esa rutina tan agresiva, aunque no convencen. A las pruebas declarativas me remito.

Cataluña y el procés

De todos los temas en que los partidos mayoritarios están dispuestos a enfrentarse, sólo hay uno que no parece estar entre los prioritarios para esta vuelta al trabajo: Cataluña.

El tema parece moderadamente apartado fundamentalmente porque no alienta más cantidad de votos. Eso está bien, pero cuidado. El independentismo brota como la planta de menta. Cuando parece que está sombría, revive. Como repito en todos mis análisis, quien crea que el movimiento está muerto es que no sabe como gestionar una de las características que tiene Cataluña.

Por ello, sigue siendo interesante observar cómo se va a trabajar sobre la famosa “mesa de negociación”. A ERC le está yendo bien escondido en un independentismo práctico y pausado. ¿Han oído, queridos lectores, de alguna acción concreta sobre la Diada del 11 de setembre? Les adelanto que el eslogan es “Tornem-hi per vèncer: independència» (Volvamos para vencer: independencia) y el punto de arranque será la plaza España. ¡Vaya, España! Y algo más gracioso. Los organizadores, la ANC, recuerda que el transporte de media distancia puede ser gratuito en Renfe. Pero no mencionan que es gracias al Gobierno de España. Cuánta España en este último párrafo. Cosas de la incongruencia habitual del procés.