Los valencianos seguimos esperando a Godot
Durante los trece años de los gobiernos de Joan Lerma (PSPV-PSOE) y los más de veinte que duraron los de Eduardo Zaplana, José Luis Olivas, Francisco Camps y Alberto Fabra (PPCV), la política generó una gran infraestructura en la Comunidad Valenciana, de manera que en cada pueblo y en cada barrio, en cada empresa y en cada escuela, en cada iglesia y en cada campo de fútbol nada se movía sin ser conocido, visto, denostado o autorizado por el poder político consiguiente. El Godot de Beckett presente en todas las paellas.
La sociedad civil fue perdiendo poco a poco la cohesión que le había caracterizado durante muchos años para dejarse avasallar por el poder político, tal como explica el sociólogo Josep Vicent Boira en su libro Valencia. La Tormenta perfecta (RBA 2012).
Además, añade que los valencianos han dejado demasiado terreno de juego al Gobierno (autonómico, provincial, local). Y este, junto con otros motivos (corrupción, quiebra del sistema productivo y deficiente financiación) se ha sumado, durante años, para provocar la Tormenta Perfecta que dice Boira, hoy secretario autonómico de Ordenación Territorial, Vivienda y Obras Públicas.
La sociedad valenciana fue perdiendo músculo durante años en beneficio de los políticos. Y eso originó una debilidad en cualquier modelo organizativo, responsabilidad social o interés por participar de cualquier tarea colectiva.
La cuestión era arrimarse a ese poder político para hacer negocio y punto. En unos casos, recibiendo prebendas institucionales (publicidad para acallar a las fieras) y en otros participando de las obras públicas y concesión de servicios que se hacían desde el poder. Más de treinta años de dominio político hasta del teatro a programar o las fallas a plantar.
Incluso, varias veces ese tejido social ha sido movilizado por Alberto Fabra o Ximo Puig para reivindicar algo frente a Madrid. Siempre frente a Madrid o contra Cataluña. Unas veces ha sido la injusta financiación, como esta semana ha hecho el presidente Puig ante Mariano Rajoy. Y otras ha sido la conspiración de Els Països Catalans contra Valencia. Un Godot siempre marca nuestras vidas.
FUTBOL, BANCOS Y PATRONALES
Entregados con armas y bagajes, el tejido social dejó de hacerse preguntas. Y el tejido productivo optó por la economía extractiva de la construcción para aliviar la falta de inversión productiva en los sectores tradicionales. Como dice Boira, todo esto llevó a la quiebra del modelo productivo valenciano, con empresas endeudadas hasta las cejas por aventurarse en el ladrillo, aunque fabricaran radiadores de coches.
Ni un euro de empresarios valencianos acudió a salvar el Banco de Valencia cuando lo tuvo que comprar Bancaja y mucho menos empresarios como Aznar, Michavila o los Colonques. Otros acudieron cuando la ficha bancaria se iba a La Caixa. Ni más ni menos que a un banco catalán. Del Banco de Valencia a un banco catalán. Nadie movió un dedo. Todos esperaban que Godot apareciera.
En Alicante, la CAM, que financió todas las grandes apariciones empresariales del sin par Enrique Ortiz, fue a parar a otro banco catalán, el Banc Sabadell. Y nadie movió una ceja para defender un sistema financiero alicantino que luchó a muerte para que no se lo quedara la Caja de Valencia (Bancaja).
Y el Valencia CF sufrió una esperpéntica agonía (acusaciones de secuestros entre los expresidentes Soler y Soriano) hasta que un empresario de Singapur, Peter Lim, compró el negocio. Y nadie movió un dedo.
La afición cierra los ojos cada domingo para ver solo fútbol. Y los políticos respiran tranquilos porque ya no tienen que patrocinar camisetas, como el Aeropuerto de Castellón hacía con el Villarreal del todopoderoso Fernando Roig, presente en la F-1, en la remodelación del estadio municipal de su equipo y revalorizando las basuras que los nuevos gobiernos no saben dónde tirar.
El deterioro civil ha llegado a las patronales. La Alicantina COEPA está quebrada. La CEC de Castellón, con sus dirigentes imputados y la CEV (CIERVAL) de Valencia, sin presencia ni poder. Pero durante años solo fueron el brazo armado del poder político, que incluso ahora los utiliza para acometer a Madrid por la falta de financiación autonómica. Godot mandaba.
¿A qué conduce esto? A lo que se llama la palermización. Italia en España. La sociedad civil va por un lado y la política por el otro. Unos ya están hartos de Godot. Y otros, incluyendo a los nuevos de PSPV/PSOE, Compromís y Podemos, quieren regular hasta las procesiones y la paella.