Los zombis de las cajas

Casi todo fueron preguntas sin respuesta en la jornada estrella de la comisión de las cajas. Y hubo para todos los gustos y grupos políticos: el papel de los hijos de Méndez en la cúpula de Caixa Galicia; los nombres de las entidades con las que negociaron alianzas alternativas a la fusión; el por qué de dos cajas que llegan a las puertas de la integración en beneficios y acaban en un agujero de 9.000 millones, siendo generosos; incluso el desconocimiento de la dichosa auditoría de KMPG que avaló la operación. Y mucho menos hubo un haz de luz para las indemnizaciones millonarias, quién las conocía o las aprobó. Escapismo de principio a fin. Tampoco ninguno de los cuatro comparecientes, en sus constantes alusiones al año de referencia de 2008, explicaron por qué cuatro de cada diez filiales de Caixa Galicia y Caixanova, casi todas las relacionadas con el ladrillo incluidas, estaban en pérdidas. No lo dice ningún dedo acusador. Lo reflejan las cuentas de las propias entidades. Basta con detenerse a mirarlo.

Pero si dos protagonistas zombis hubo en la comisión parlamentaria, esos fueron Méndez y Fernández Gayoso, que demostaron de nuevo que todavía saben levitar, levantándose dos palmos sobre el suelo, como cuando lo hacían sobre las moquetas de las cajas que gobernaban como si fueran la extensión natural de sus despachos. Como cuando eran intratables, incluso para los conselleiros de la Xunta. Esa Galicia financiera luminosa volvió de su mano al Parlamento gallego, un friso que no deja de ser histórico, pero sobre el que se dibuja el fiasco actual de la resultante.

Vayamos a los personajes. Méndez, el más esperado por no haber comparecido hasta ahora públicamente, con unos kilos de más y una tranquilidad heladora, se despachó con balones muy  lejos para advertir que él no participó en la fusión ni en sus negociaciones, algo muy difícil de creer cuando teledirigía a chicos como García de Paredes y cía. El 15 de septiembre de 2010. La fecha de su jubilación. De ahí no se movió. «La mala comercialización de las preferentes fue causada por el incumplimiento de la normativa interna», se despachó el exdirector de Caixa Galicia, para centrar esta vez el balón sobre los propios trabajadores, aunque luego, en el turno de réplicas, matizó sus palabras. «Mientras fui director general no hubo ningún problema con las preferentes». Eso sí, algún dardo: «El Banco de España y Facenda conocían de sobra los contratos de alta dirección», deslizó el otrora rubio de oro.

¿Y Fernández Gayoso? Mucho más directo, más próximo a la realidad y, por tanto, más hábil para salir de la comisión sin tener que escuchar adjetivos calificativos. «Fue la fusión más traumática de toda España, las duplicidades salían por todas partes (sic), y si hubo errores en la comercialización de las preferentes, que los hubo, deseo que se corrijan y que la gente recupere sus ahorros». Al contrario que Méndez, que ni citó a NCG, Gayoso instó al banco a salir adelante, aunque con peregrinas ideas como animar a los gallegos a «implicarse» más domiciliando sus nóminas. De las indemnizaciones y jubilaciones millonarias, ni uno ni otro se movieron un palmo apelando a los comodines de la confidencialidad y la judicialización del caso.

A buen seguro que a José Luis Pego, el segundo de Gayoso en Vigo, no le costó mucho disimular su satisfacción al salir de la comisión. Él es así. Convencido de que todo cuanto decía era realmente lo cierto y lo relevante. Pero vendió un producto que nadie quiso comprar. Algún dato revelador, como cuando aseguró que Caixanova aportaba el 80% del beneficio consolidado a la fusión, por un 20% Caixa Galicia. Y que «se aceptó la fusión por responsabilidad institucional». De sus contratos, de sus blindajes y sus indemnizaciones, nada de nada. Tan solo, que todo lo que cobró estaba por escrito, «y lo escrito se tiene que respetar, como me dijo Castellano».

Antes, le tocó el turno al presidente sin rol de Caixa Galicia. Pasaba por allí. «Y, además, salí peor de lo que entré en la caja, algo similiar a lo que me pasó en política», señaló el expresidente de Caixa Galicia primero y de NCG Banco después. Lo cierto es que Mauro Varela fue de lo más honesto que se pudo escuchar en la comisión de O Hórreo. Sobre las indemnizaciones: «Me parecen excesivas teniendo en cuenta las circunstancias». Y tampoco fue más allá: «Puedo callarme, pero no puedo contar mentiras», advirtió. Varela, primero de la caja pero segundo de Méndez sin responsabilidad ejecutiva, admitió su rol al decir que ni conocía la auditoría de KPMG que avaló la fusión. Intranscendente su papel. No así el de una comisión que se presumía clave para entender el fiasco financiero en el que está inmersa Galicia, y que ha devenido en una estafa de iguales proporciones.