Nos quieren obligar a gobernar, no vamos a caer en esa provocación

Ante la mirada atenta de Picasso dibujada por Opisso en un retrato a carbón y sanguina fechado en  1898, en la que sus ojos parecen decirnos «el futuro soy yo», observo con sorpresa que cuando hablamos de la crisis y su futuro lo hacemos en términos meramente económicos y políticos. La crisis que estamos viviendo debe ser considerada cultural. La  mirada enérgica de Picasso ya predice, como un oráculo, la revolución cubista que junto a Braque iba a modificar nuestra forma de situarnos en el mundo.

La oferta distópica del artista londinense Banksy llamada Dismaland , algo así como el país deprimente, en la que ironiza sobre nuestro presente parodiando el universo de Walt Disney, afeándolo aún más de lo que en sí es, con piezas que recuerdan el egotismo y erotismo de las obras del artista Jeff Koons.

Escenas coloristas y deformadas que advierten hasta qué punto el Arte contemporáneo ha anticipado la crisis que estamos viviendo. Una crisis, como acierta a señalarme el filósofo Rafael Argullol «espiritual»

La mirada desafiante de Picasso, enunciadora de nuevos caminos, contrasta con el anonimato calculado y publicitario de Banksy. La mirada de Bansky está oculta, ausente. No es de extrañar que debamos enfrentarnos a la crisis con liderazgos políticos, difusos, espectrales; más proclives al graffiti que al lienzo, a lo efímero que a lo perdurable, más insurreccionales que capaces de construir.    

La frase anónima convertida en lema global contra el capitalismo y escrita en un muro de la ciudad mejicana de Oaxaca en el 2006, «Nos quieren obligar a gobernar, no vamos a caer en esa provocación» anticipa a su vez la demoledora crítica de Bansky que certifica, antes de que lo haga la economía y la política, que nos hallamos en un estado de depresión espiritual.