Podemos como arma arrojadiza

Tras su exitosa visita a Barcelona, Pablo Iglesias ha sido y sigue siendo objeto de numerosos comentarios críticos en los púlpitos catalanes; todos ellos más bien tirando a despectivos.

Desde Caballo de Troya y casposo hasta sucursalista, incluso español, que es lo peor que se puede decir a alguien desde el ámbito independentista, además de pijo revolucionario, anticatalán y peor que el PP en cuanto a «usos lingüísticos». De todo. Pero lo más chocante es que estos ataques tan agresivos proceden casi siempre de CiU y de sus analistas de cabecera, no de ICV ni del PSC, los partidos que, según apuntan las encuestas, se verán más perjudicados por la irrupción de Podemos en Cataluña. Y, por supuesto, tampoco de ERC.

CiU y el Govern utilizan a Podemos y a su líder como lo hacen el PP y el Gobierno de Mariano Rajoy: para perjudicar a su verdadero adversario. El PSOE en el caso español; y ERC en el catalán.

Podemos es producto de los movimientos de protesta que emergieron en torno al 15M. Es la respuesta al sistema, que finalmente se está organizando. Sus dirigentes verbalizan lo que tanta gente piensa y han conseguido llevar ilusión a muchos ciudadanos decepcionados.

Los responsables de la prolongada crisis que vive el país son los gestores del Estado y sus colegas de las grandes empresas. La solución pasa por cambiar el sistema y acabar con el compadreo político-económico. Es un dibujo de brocha gorda, pero fácil de digerir. El enemigo es la casta.
Iglesias y Junqueras son figuras similares. Generan entusiasmo en medio de la corrupción de los partidos clásicos
El Oriol Junqueras que conocemos nació también en 2011, cuando poco después de haberse dado de alta en ERC se postuló a la presidencia del partido. Su discurso, que también ha conseguido llevar ilusión a muchos catalanes, sitúa los males de Cataluña en España, en la relación con España. La solución, por tanto, también es fácil y populista: puerta.

Iglesias y Junqueras son figuras similares. Han sido capaces de generar entusiasmo cuando los partidos clásicos están hasta las cejas de corrupción y se alejan de sus bases. Representan una bocanada de aire fresco en el panorama político español. Buenos analistas, mejores oradores y limpios.

Pero compiten por electorados distintos. Podemos amenaza básicamente al PSOE e IU en España y al PSC e ICV en Cataluña, mientras que ERC se ha hecho con el espacio nacionalista y le disputa la mayoría a una CiU que trata de capitalizar a la desesperada el movimiento que encarnó el 12 de septiembre de 2012 y en cuyo epicentro estaban los republicanos.

El PP es el más furibundo de los críticos de Podemos hasta el punto de hacerle una propaganda permanente con un mensaje de fondo: o el caos que suponen los seguidores de Pablo Iglesias o la estabilidad del PP. Es la forma de marginar al PSOE.
En el caso catalán, la idea de CiU es la misma: hay que elegir entre Artur Mas y Pablo Iglesias, olvidando al resto. Incluso los hay que intentan presentar al President como la encarnación de un supuesto nacionalismo progresista, omitiendo en qué ha consistido su gestión al frente del Govern y que está donde está por pertenecer a la nomenclatura de un partido que está hasta las cejas. Pero todo eso es igual, no hay ideología, sino marketing electoral y el objetivo es frenar el avance que ERC logró en noviembre de 2012, cuando CiU perdió 12 diputados, y que desde el 9N podría haberse moderado, según los sondeos.

Los desmedidos, y a veces lamentables, ataques de Convergència y de los intelectuales de su entorno contrastan con la actitud de Oriol Junqueras, quien dice entender el fenómeno Podemos e incluso se felicita de que exista, sabedor como es de que su éxito o fracaso no van con él.