La política primate: caso Banesco

La intervención de Banesco por Nicolás Maduro estaba perfectamente planificada con anterioridad para lograr el "bolívar soberano"

En muchas ocasiones, no damos a las manifestaciones estéticas el valor que tienen, sobre todo cuando afectan a cuestiones que consideramos sustanciales. Riman mal, no sabiendo muy bien el porqué, la vestimenta informal y la seriedad de la política. Pero cuando se llega a extremos donde el chándal estrellado se convierte en prenda bandera, la situación torna de jocosa a preocupante.

Se veía venir. Hay formas de hacer supuesta política que exigen, destilan más bien, continuadas demostraciones de fuerza. Y una vez más, en el caso de Venezuela, el matonismo vuelve a tener como víctima un nombre propio: Banesco.

Después de un discurso delirante, el presidente de Venezuela y aspirante a la reelección, Nicolás Maduro, instó, en el estado centro costero de Vargas, a sus seguidores a tomar las armas, hacer “la revolución armada” contra aquellos que pretendan en un futuro entregar las riquezas de su país a los “gringos”.

Él, como no, “sería el primero que lo haría y llamaría al pueblo a las armas, sí lo haría, porque aquí hay dignidad”, bramó en un acto de campaña.

Maduro pasa del libreto al teatro: detiene a 11 directivos de Banesco por «especular contra el bolivar», moneda que él quiso sustituir por una criptomoneda

Con posterioridad a esta invectiva y para demostrar que su vocerío no es mera bravuconada, hay que actuar de manera contundente.

Para ganar unas elecciones es obligado pasar de las palabras a los hechos, del libreto al teatro. Se procede así a detener a 11 directivos de Banesco por “supuesta complicidad con operaciones especulativas contra la moneda local” que, para quien no lo sepa, es el bolívar. Sí, esa moneda que pretendía intercambiar, o no, por una criptomoneda con la curiosa denominación de «petro».

Hasta ahora, si no hubiese en este momento un premeditado proceso de asalto a una entidad financiera como Banesco, todo podría haberse quedado en el argumento de una novela más del llamado “realismo mágico”. Pero, a partir de este momento, ya todo resulta ser algo muy real.

El lado primate

Como especie, no dejamos de ser deudores de nuestro pasado y, en algunos casos, sale a relucir nuestro lado primate. Con Jane Goodall, Frans de Waal es, quizá, el primatólogo vivo más prestigioso en estos momentos. Es autor de uno de los libros más interesantes y controvertidos que sobre los primates no humanos se ha publicado hasta la fecha, La política de los chimpancés.

En dicho volumen, de Waal argumenta que, por supuesto, no existe una “política” como tal entre estos primates, pero que sí mantienen un conjunto de comportamientos tales como el engaño, la premeditación, las segundas intenciones o la conducta interesada muy similares a las trapacerías que los políticos usan, sobre todo en campaña.

Para ello, estudia la comunidad de monos al aire libre del Zoo de Arnhem, Holanda, y la denominada como “política de los chimpancés” supone así el relato de sus conflictos y armonías, rivalidades y alianzas, amistades, líos y reconciliaciones, en definitiva, las grandes y pequeñas luchas de poder habidas en el terrario como si de una maquiavélica Florencia simiesca se tratase.

Un chimpancé llamado Yeroen está condenado a ser el tercero, pero eso paradójicamente lo convierte en el primate más influyente del grupo

En el grupo de chimpancés estudiado por de Waal hay tres machos adultos enfrentados en una permanente lucha por el poder, Luit, Nikkie y Yeroen.

El macho dominante o alfa es Luit, el cual puede dominar a cualquiera de los otros dos individualmente, aunque no puede hacer frente a una coalición entre ellos; Nikkie, por su parte, puede dominar a Yeroen, pero no a Luit. Por último, Yeroen está condenado a ser el tercero, pero eso paradójicamente lo convierte en el más influyente de los tres, porque tanto Luit como Nikkie han de ganárselo como aliado si quieren alcanzar el mando.

De manera que la fuerza de Yeroen radica en el hecho de que con su actuación, puede decidir quién será el líder del grupo (es llave, se dice en nuestro argot político). Durante el largo experimento que originó el libro, Yeroen tuvo que tomar partido mandando Luit y, curiosamente, se decidió por Nikkie debido a que consideraba que así tendría más posibilidades de acrecentar su capacidad de maniobra; finalmente, no le sirvió de nada.

Si como los chimpancés, Maduro sabe diferenciar entre planteamiento y consecución, podemos estar seguros de que la actuación sobre Banesco estaba perfectamente planificada

Los chimpancés mantienen una conducta hasta que consiguen lo que realmente persiguen y entonces cesan de realizar la conducta inicial.

Para ello, los machos muestran dos tipos de exhibiciones que tienen el objetivo de hacerse respetar y confirmar su rango: la exhibición de ventilación, lo que es un desafío que sirve para dar a conocer las aspiraciones de su autor y que se usa no sólo contra el competidor posible sino también con todo el grupo; otra fórmula de reafirmar su empaque es el alarde de inflamiento, que se utiliza contra aquellos individuos ante los que ya se hayan mostrado, pretendiendo con ello reafirmar las posiciones existentes.

De manera más sencilla, bufan y se inflan para parecer más grandes, se muestran más agresivos y se cubren de recursos para tener más razón, vaya. De este modo, de Waal concluye que probablemente los chimpancés sean capaces de planificar a largo plazo, así como de separar hasta cierto punto la planificación y la ejecución de lo planeado.

Si como los chimpancés, los humanos saben diferenciar entre el planteamiento y la consecución, podemos estar seguros de que esta actuación de Maduro estaba perfectamente planificada con anterioridad.

Maduro, ¿igual que un chimpancé?

Para sus planes sobre el denominado “bolívar soberano” necesita controlar el sistema financiero y nada mejor que, en un inicial momento, proceder a favorecer una orquestada intervención con sabor a nacionalización perpetrada sobre el mayor banco del país. Pero este es un paso más en una premeditación diseñada con milimétrica mala fe.

Esta trapacería ya se vivió en su momento con el denominado “peso convertible” en Cuba, una aberración monetaria iniciada en 1994 y que llevó al país a un aislamiento todavía mayor. Hasta en esto, el dictador Maduro no resulta nada original, mostrándose como un desdibujado mal discípulo de Milton Friedman, seguramente muy a su pesar.

Ante esta aberrante situación, al presidente del venezolano grupo Banesco y de la española Abanca, Juan Carlos Escotet, no le ha quedado más remedio que ponerse al frente.

Tendrá que hacer acopio de muchas fuerzas y armarse de toda la paciencia y determinación posibles, pero ha demostrado ya, en numerosas ocasiones, estar sobrado de las mismas y no arredrarse ante las dificultades. Desde esta humilde tribuna solo podemos sumarnos al lema de Abanca: “Sentir común”, compañero.