Por fin, un gran proyecto industrial con Gamesa

Gamesa y la compañía francesa de energía Areva (86,7% del Estado francés) han decidido constituir una alianza, integrando los activos «offshore» de las dos empresas, valorados, en conjunto, en 475 millones de euros.

Se trata de una gran operación de integración industrial. Gamesa con un balance pequeño, pero con un buen «savoir faire» en molinos eólicos, integrada verticalmente, aporta tecnología. Sí, tecnología, con un fuerte grado de innovación, en especial en las máquinas de mayor tamaño.

Gamesa (sólo) factura unos 2.500 millones de euros al año, con una capitalización de unos 2.200 millones de euros y es el cuarto fabricante mundial. Areva Wind, tiene balance, ha instalado 600Mw de granjas marinas, fabrica en Francia, Alemania y Reino Unido, pero también subcontrata mucha fabricación y operación. Es una gran corporación francesa, con todo lo que esto indica.

Ahora empieza a verse una nueva oportunidad de negocio en la instalación «offshore» a medida que van disminuyendo las reticencias hacia estas instalaciones, y, en especial, a que la tecnología actual ha ido venciendo los retos que suponían estas grandes torres.

Hay mucha innovación en cada una de las fases de fabricación, desde el rotor, el eje, la generación y su convertibilidad a corriente alterna (hay que transportarla lejos), la misma torre, su anclaje….

El estado de la ciencia actual ha ido superando estos obstáculos, pero ha dado como resultado una instalación más potente, de hasta 8Mw de potencia, que, obviamente, tiene un coste mayor que las instaladas hasta ahora en tierra. Y ha cambiado el peso de los elementos, costando la máquina aproximadamente un 35% del total del proyecto.

Para poner un ejemplo, una nueva máquina de 8Mw podrá costar unos 13 millones de euros, siendo sólo el 35% del precio total. El resto, unos 25 millones, son las instalaciones. Para parques de 400Mw, que es el nuevo modelo de offshore, el riego para Gamesa es inasumible.

Toda esta innovación ha cambiado el modelo de negocio. Nos hallamos, pues, ante una nueva industria de capital intensivo, lo que reclama una nueva dimensión empresarial.

La innovación tecnológica es absolutamente necesaria, pero, al tiempo, requiere una nueva estructura empresarial. Gamesa, por muchos esfuerzos que hiciera para comercializar sus máquinas, no podría hacer frente, con su balance, a las garantías que le exigían sus clientes, porque los riesgos en que incurría eran superiores a sus activos. Siendo como es una empresa excelente, no podía atacar una oportunidad de negocio, el offshore, que crecerá un 20% anual en los próximos años.

Por lo general, a las empresas de casi todos los sectores les cuesta mucho ser conscientes del fenómeno que acabo de describir. Que una empresa sea excelente y que gane dinero bajo unos determinados parámetros no significa que sea capaz de adaptarse a los cambios de los mercados y a los cambios en los mercados.

Hay que saber subir de dimensión. Y si no se es capaz, si a los mercados de capitales les es difícil entenderlo, no queda más remedio que aliarse.

Y aquí viene el siguiente problema. ¿Con quién y de qué manera?

La segunda buena noticia, quizá la más difícil de conseguir, es construir una buena alianza, un acuerdo equilibrado, donde, el más pequeño no pierda.

Según anuncian, la joit venture va a ser al 50%, se reparten los cargos ejecutivos y de control. La sede se establece en Zamudio, Vizcaya, de fuerte tradición industrial y de innovación.

Se mantienen, por supuesto, las plantas productivas en Francia y Alemania, que son y serán los grandes demandantes de estos equipos, pero se abre la posibilidad de participar, en competencia, con el líder Siemens, en la apertura del gran mercado asiático.

Por la información suministrada hasta ahora, hay que felicitar al equipo gestor de Gamesa, por varias razones. La primera es que han visto cómo emergía un nuevo mercado al que por su dimensión de balance no podían llegar, y han buscado ganar dimensión. La segunda es el tipo de alianza, paritaria, haciendo valer que se reconozcan sus ventajas competitivas; y la tercera, es el cómo se ha hecho en dos compañías cotizadas, una controlada por el Estado francés, y la otra con un 80% de free float.

Sería bueno que en Catalunya tomáramos nota.