Por qué hay aguas catalanas en las islas del caimán

Las cinco plantas de Ugland House se levantan cerca del puerto de Georgetown, capital de las Islas Caimán. Enfrente está Eden Rock Divers, una empresa de buceo; calle abajo, un Hard Rock Café. Ambos se dedican al turismo, actividad importante en esta dependencia británica en el Caribe. Sin embargo, el edificio de fachada vagamente art nouveau, alberga la ocupación en la que las Caimán son realmente un líder mundial: ser un paraíso fiscal.

Aigües de Catalunya Limited (AdCL), accionista de Aigües Ter Llobregat (ATLL), es una de las decenas de miles de compañías activas en las Caimán que se benefician de una política fiscal cero impuestos y una legislación que facilita la discreción de las transacciones.

Como ha informado Economía Digital, AdCL, creada a finales de 2012, días antes de la polémica privatización impulsada por la Generalitat, fue el vehículo en con el que el fondo londinense Pioneer Point Partners participó en la operación de la mano del banco portugués BTG Pactual (que también instrumentó su inversión a través de las Islas Cayman), junto a la española Acciona y las familias como Rodés y Godia-Torreblanca.

Ese velo de secretismo impide ahora determinar si Pioneer –que mantiene a Aiguës de Catalunya en el portfolio de sus inversiones de su página web— continúa teniendo presencia en el accionariado a través del paquete adquirido por Acciona a BTG Pactual.

Y esa misma confidencialidad también impide curiosear si AiDL pudiera ser una de las 19.000 empresas que alberga Ugland House. El edificio es la sede de Maples and Calder, el bufete de abogados que gestiona todas esas corporaciones de papel. La firma –o mejor dicho, el inmueble que las acoge— se hizo célebre en 2009 cuando Barak Obama dijo que «o es la mayor edificación del mundo o el mayor fraude fiscal«.

Sin embargo, todo lo que ocurre allí dentro es legal. Maples and Calder –que tiene oficinas en otros centros financieros offshore como Dublín, Dubai, Hong Kong, Singapur y Londres—se esfuerza en la página web Ugland House Explained (‘Explicando Ugland House‘) en defender la legitimidad de su actividad y rebatir las críticas. Las Caimán, no son –dicen— el escenario de oscuras transacciones que engullía a Tom Cruise en La Tapadera (The Firm, 1993) sino un moderno y sofisticado centro financiero internacional.

Las cifras dan idea del volumen de la actividad: 100.000 empresas registradas, casi el doble que los 56.000 habitantes de las islas; sexto centro financiero offshore del mundo; primer domicilio mundial de hedge funds o fondos de cobertura o instituciones de inversión colectiva de inversión libre (IICIL, como los denomina la CNMV española).

ONGs como Tax Justice International o el propio Congreso de los Estados Unidos calculan que solo las Caimán acumulan activos bancarios norteamericanos por valor de 1,4 billones de dólares (1,4 trillions en la denominación anglosajona o 1,4 millones de millones) y 11.000 fondos por valor de 2,1 billones de dólares o 1,9 billones de euros, un 90% más que el PIB total de España en 2015.

Contrariamente a la percepción, solo una fracción de esas ingentes cantidades tiene relación con actividades ilícitas. La mayor parte procede de las dos asépticas actividades con que los grandes bufetes de abogados generan su negocio más regular: tax optimitaztion y tax avoidance (optimización y evitación de impuestos).

Para retener esa actividad, las Caimán necesitan ofrecer algo más que la total ausencia de tributos y altos niveles de confidencialidad. Se necesita estabilidad, seguridad y el sello de aprobación de los organismos internacionales.

Ser British Overseas Territorry (Territorio Británico de Ultramar), con Isabel II como jefe de estado y un gobernador general nombrado por Londres, da tranquilidad; la vaga sombra de la rule of law inglesa aporta la respetabilidad. Pero, ante la creciente exigencia de transparencia que siguió a la crisis financiera mundial, el gobierno caimaní se ha apresurado a suscribir convenios de intercambio de información tributaria derivados de la FATCA norteamericana y la Directiva Tributaria de la Unión Europea.

Entre ellos figuran acuerdos de intercambio (TIEAs) sobre el modelo elaborado por la OCDE con 36 países, entre ellos, la mayor parte de los de la UE. España inició en diciembre de 2010 conversaciones para formalizar uno de estos acuerdos que, según la página web del Ministerio de Hacienda, está aún «en tramitación«.

AdCL es una minucia en la city invisible que se mueve tras los edificios que como Ugland House, salpican la isla. 30 de los 50 mayores bancos del mundo operan en las Islas Caimán. Empresas tan diversas como Facebook, Oracle, British Petroleum o el Manchester United tienen allí subsidiarias o vehículos especiales domiciliados, cuya finalidad fundamental es servir de aparcamiento gratuito para los beneficios que generan en otros mercados.

Una investigación del Sunday Times londinense desató hace pocas semanas la polémica al revelar que Facebook pagó en 2014 poco más de 4.000 libras (5.300€) de impuesto corporativo (corporate tax) sobre unos beneficios de 1.000 millones de libras (1.300 M€) en virtud de una arquitectura fiscal que incluía las Islas Caimán. La compañía de Mark Zuckerberg, según el decano de la prensa inglesa, ganó globalmente 3.400 millones de dólares, pero logró pagar sólo 123 millones en impuestos.

Coca Cola, por su lado, cuenta con decenas de subsidiarias en las Cayman. Según Tax Justice International, el gigante de los refrescos canaliza hacia allí anualmente buena parte de los beneficios de sus operaciones mundiales, hasta el punto de tener más de 33.000 millones de dólares reinvertidos en fondos gestionados desde las islas.

La amenaza principal para los paraísos fiscales no es la lucha contra el blanqueo o la delincuencia organizada; es el deseo de acabar con la competencia desleal. Los gobiernos de Estados Unidos, las naciones europeas y los países emergentes están bajo creciente presión para que impuestos que deberían entrar en sus arcas para financiar la actividad de sus estados dejen de volar –optimizados—hacia el Caribe, las islas del Pacífico o reductos low tax como Liechtenstein, Suiza o Luxemburgo.

El prestigioso semanario The Economist calcula que hasta 20 billones de dólares (20 millones de millones) de riqueza circulan entre el medio centenar de tax havens del mundo, el doble que el PIB combinado de Reino Unido, Alemania, Francia y España. Se trata de dinero que en su mayoría no se reinvierte en actividad productiva tangible sino en meras actividades financieras y especulativas.

El primer ministro británico David Cameron, ha llevado a la agenda de G-8 el endurecimiento de los controles fiscales. El Congreso norteamericano quiere recuperar los impuestos que sus gigantes corporativos o evitan –o pagan rebajados—en otras jurisdicciones.

Pero ambos deben en empezar por su propia casa: el estado de Delaware es un paraíso onshore que alberga más de 945.000 compañías (más que habitantes) y la City de Londres sigue se mantiene como un activo centro comercio offshore de divisas y sede de numerosas corporaciones de responsabilidad limitada (LLCs), formula societaria preferida de las sociedades instrumentales de papel.