Salario máximo

La recesión va avanzado y el diagnóstico gubernamental cambiando. Ya no es una crisis de confianza y la medicina maravillosa un incremento del gasto. El mítico “a consumir”, dirigido por Zapatero a las familias hace casi nueve meses, va dejando paso de forma progresiva a un nuevo lema: “llega una etapa donde todos debemos realizar sacrificios”. Sin duda, este análisis es más certero que el anterior, ya que España, entre los principales países del mundo, es el que en la actualidad vive en mayor medida por encima de las posibilidades.

No obstante, el pueblo desconfía del “todos”. La gente se pregunta: “¿De verdad nos sacrificaremos todos o sólo los de siempre?”. Es decir, ¿también lo harán los directivos? Tengo la impresión de que la mayoría de los trabajadores están dispuestos a reducir su salario real para conservar el empleo. No obstante, exigen que hagan lo mismo sus directivos, los principales responsables de la extrema debilidad de las empresas en la actual coyuntura económica. No en la misma magnitud, sino mucho más.

En el pasado, la endeudaron demasiado, creyeron que la liquidez sería siempre casi infinita y no observaron con la suficiente antelación el cambio del ciclo. Cobraron, y siguen haciéndolo, como ejecutivos, algunos incluso como grandes gurus. No obstante, en realidad, la mayor parte de ellos han demostrado ser únicamente unos técnicos y no excesivamente buenos. Me parece increíble que algunos directivos, con una retribución superior al millón de euros, pensaran en febrero de 2008 que la crisis era únicamente inmobiliaria y que los demás sectores no se verían seriamente afectados.

Desde mi perspectiva, creo que no puede permitirse a los ejecutivos autoregular sus remuneraciones. Encontrarán una, dos o mil maneras de continuar percibiendo salarios escandalosos, ya sea a través de la retribución variable, en especie o diferida en el tiempo. De la misma manera, que hay un salario mínimo debería ponerse en práctica uno máximo y nadie en España debería percibir por su trabajo más de 500.000 euros anuales.

Estoy seguro de que alguien pensará que dicha remuneración para personas con gran talento es escasa. Mi respuesta es clara: si un salario máximo nos permite exportar, y evitar importar, ejecutivos como los creadores de las hipotecas sub-prime, ¡viva la mediocridad!