Sánchez de bolina

Feijóo no tiene la menor necesidad de proponer medidas alternativas. No precisa demostrar nada, nada más que un talante conciliador, resuelto y poco agresivo

Tal como se entiende en España, la política trata de la conquista, el mantenimiento, el uso y el disfrute del poder. Lo del servicio público, lo de los grandes acuerdos, lo de los retos y los planes estratégicos, en fin, las miradas de largo o ni siquiera medio alcance no brillan ni por su ausencia. Nos equivocaríamos si contempláramos la política, la que conciben y practican nuestros políticos, de otra manera.

Con la que está cayendo, que no pasa de amargo aperitivo de la que está por caer, cabría acordar planes de contingencia, se aconsejarían, de no ser prédicas en páramo, grandes acuerdos a fin de paliar los efectos negativos para cuantos más mejor de esta tormenta nunca vista. En otras palabras, se trataría de anteponer los intereses generales a los de partido, las necesidades colectivas a las ambiciones personales. Blablablá. A unos no les sale por el oído derecho porque tampoco les ha entrado por el izquierdo y a los otros viceversa.

Suministros de energía en fase menguante, severidad climática, deuda por las nubes, inflación, escasez múltiple, depauperación de las clases medias y no digamos las bajas… La tormenta que se nos viene encima es perfecta. Además es global, como advierte el presidente de la compañía Huawei, que pronostica por lo menos tres largos años de duración. Quien pueda, en realidad muy pocos, que se ponga a cubierto. Quien no, pues que pierda toda esperanza sobre la posibilidad de que los políticos le vayan a ayudar.

España lleva catorce años estancada, y aún gracias al incremento de la deuda

Ellos a los suyo. Lo acaban de leer, pero por si no se acuerdan: la conquista, el mantenimiento, el uso y el disfrute del poder. En esos menesteres son muy duchos. Tanto como acostumbrados a las duchas de agua fría estamos los ciudadanos. Mientras países que iban por detrás en renta per cápita han avanzado, y no digamos los que iban por delante, España lleva catorce años estancada, y aún gracias al incremento de la deuda.

Vamos a ver cómo diablos resiste el temporal un país tan al límite y tan dependiente. Mientras esperamos el frente peor de la borrasca, el gran chaparrón, por no decir el granizo, el diluvio, el tifón, veamos, por contraste, cómo enfrentan los políticos esta inédita y gravísima situación. Lo saben de sobras, pero es obligatorio recordarlo: desgaste mutuo, insultos por un lado, descalificaciones por el otro, aderezado el conjunto con propuestas dignas de tiempos de bonanza como el gran salto a las nubes del salario mínimo.

A lo concreto, el curso se ha iniciado con una triple o cuádruple votación exitosa para Pedro Sánchez en el Congreso. La variopinta mayoría se afianza. Se refuerza mientras se lanza a por todas contra el PP. Lo cual tiene el efecto inmediato de reforzar al PP. Si buena parte de los apoyos de los que Pedro Sánchez echa mano no fueran por ellos mismos munición para el PP, pues bueno. Pero lo son. Sin duda. Hasta el punto de que, aún más que en Andalucía, parte del voto socialista se dispone a abstenerse o a migrar hacia el PP, aunque sea de momento y por una sola vez.

Sin hacer nada, dejando a Isabel Ayuso y otros presidentes autonómicos de menor enjundia como jabalíes que embisten a Sánchez, Feijóo lo tiene más que bien para ganar, incluso arrasar, desde ahora hasta al final del ciclo electoral. No tiene la menor necesidad de proponer medidas alternativas. No precisa demostrar nada, nada más que un talante conciliador, resuelto y poco agresivo. Con la que está cayendo… con la que va a redoblar. ¿Alguna otra alternativa? ¿Un asidero distinto? No los hay.

Capear el temporal

Pedro Sánchez podría capear el temporal. Pero para capear hay que avanzar a la mínima velocidad que permita tomar las grandes olas del mejor modo posible, con lo que en realidad se puede ir para atrás, abatiendo hacia los arrecifes. Por lo que no le queda otro remedio que navegar de bolina, contra las olas y sus crestas rompientes, por incómodo y peligroso que resulte. Tripulación amarrada, carga trincada, chubasqueros, pantocazos, rociones… ¡a por todas!

Que no hay para tanto, miedicas, que no son los tres años predecibles. Son quince o a lo sumo dieciocho meses. Hasta las generales. Si por intercesión de papá Bruselas, yo, el superviviente Pedro Sánchez, no soy arrollado por las gigantescas olas y sobrevivo, bueno, pues voy a disfrutar del poder con la seguridad, o por lo menos la confianza, de que a partir del 2025 las cosas van a mejorar sin necesidad de tomar otras medidas que los parches de siempre, los típicos de los políticos en España.

Algo parecido, primero simétrico aunque opuesto, luego calcado, reza para Feijóo. De momento dejar que el PSOE siga embarcando agua hasta zozobrar. Luego, ya en La Moncloa a primeros del 2024, esperar a que escampe y el viento vuelva a soplar de popa tanto en el mundo como en esa Europa sin la cual andaríamos a la zaga de Argentina.

Mientras, y tras la aprobación de los presupuestos que pueden dar por segura, no descarten que PSOE y PP lleguen a algún acuerdo, más o menos sustancial pero por supuesto muy mediático. A ambos les conviene y les convendrá darse un respiro. Ambos deben de satisfacer, ni que sea simulando y por un momento, a quienes reclaman políticas de estado y medidas de largo alcance. Un bordo por babor, a cara de perro, otro por estribor, con foto y apretón de manos. Forma parte del oficio. Del oficio de conquistar el poder o del de mantenerlo. No del de sacar a un país adelante.

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