Unidad de mercado, competencia y dimensión empresarial

El Gobierno está intentando sacar adelante la Ley de Unidad de Mercado y desbloquear la Ley de Liberalización de Servicios y Asociaciones Profesionales. Son propuestas europeas en línea con el pensamiento económico imperante en la U.E. que afectan directamente al modus vivendi de muchos sectores económicos y profesionales liberales.

Se pretende mejorar la competitividad de las empresas introduciendo más competencia, menos trabas administrativas y propiciando que los mercados puedan asignar correctamente recursos y precios.

Estas normas, junto a la Comisión de los Mercados y la Competencia y, especialmente para las grandes empresas, la Comisión de la Competencia en Bruselas, que dirige el político español Joaquín Almunia, conforman el entramado que fija las reglas de juego de la competencia en España y en Europa.

Desde hace tiempo el consensus económico es de ir liberalizando sectores, e impidiendo la concentración empresarial y las prácticas restrictivas de la competencia. El grado de concentración, y el ejercicio de poder de mercado, siempre ha sido un tema conflictivo.

Por poner algún ejemplo, ¿existe mayor grado de competencia en un sector (regulado) con cinco actores que con tres? ¿Hay competencia entre Coca-Cola y Pepsi-Cola? Y la hay en el mercado del automóvil en Europa o en el de las Telecomunicaciones?

La segunda pregunta podría ser, ¿son más eficientes las empresas de un sector abierto con muchos competidores? Estas preguntas que no son retóricas vienen a cuento de las declaraciones de la canciller alemana. Cito textualmente. «Merkel abogó por una mayor concentración de los operadores de telecomunicaciones europeos. China tiene 3, y la U.E. tiene 28. Las leyes europeas de la competencia amenazan con bloquear las fusiones».

A mi entender, dispara en plena línea de flotación de la política de la competencia en la Unión. Dejemos que pasen las elecciones europeas y veamos la conformación del Parlamento y la Comisión, pero me temo que la discusión está servida.

A este lado del Atlántico, en Bruselas, se es muy estricto a la hora de impedir la creación de grandes conglomerados empresariales. No gustan nada las integraciones verticales, se persigue con ahínco las prácticas restrictivas de la competencia, se le dan palos a Microsoft y a Apple. Todo esto es cierto, pero la realidad económica mundial pone cada día más difícil a aquellas empresas que no obtienen una dimensión global.

Además, la legislación y la práctica en otros territorios económicos, que compiten con empresas europeas, es mucho más laxa.

Veamos algunos casos recientes. En el mercado de la televisión de pago se anuncia la intención de que el tercer operador Movistar compre la mayoría de Canal (tiene más del 50% de cuota de mercado), por dificultades de la matriz. Por tamaño, tiene que ser informado a Bruselas.

Estamos hablando de televisión de pago actual, pero este sector, como muchos otros, se ve ya envuelto en grandes cambios tecnológicos y de mercado. Los paquetes integrados de acceso a Internet de muy alta velocidad con servicios de valor añadido están llegando, diseñando un sector nuevo que tendrá poco que ver con el actual. ¿Sabrá Bruselas entender la nueva dinámica?

El segundo sector inmerso en un proceso de fusiones y compras es el farmacéutico. El auge de los genéricos y el desarrollo de la biotecnología, más las mayores exigencias de los reguladores a la hora de autorizar nuevos fármacos, configuran un sector muy distinto en competencia mundial, donde el coste de un nuevo producto se estima en 1.200 millones de dólares. En estas circunstancias, para atender la I D se necesita tener dimensión y ésta sólo es posible con compras y fusiones. ¿Choca esta carrera hacia el mayor tamaño con las reglas de la competencia?

Otro aspecto relacionado son las posibles prácticas de colisión «con presuntos pactos de precios e intercambio de información en la distribución» en este caso en el sector del automóvil. Un sector que en España ningún fabricante tiene una cuota de mercado superior al 12% con una intensísima guerra comercial. Un sector que ha sufrido una crisis profunda y que justo ahora empieza a superar. Los concesionarios han perdido entre 40.000 y 50.000 empleados.

En sectores con tanta competencia -todos los actores son fuertes en España y en el mundo- es muy difícil ponerse de acuerdo en fijar precios. Quizá investigar a la petroleras sería más útil.

Pero volvamos al principio. Parece que avanzar hacia la unidad de mercado es una de las prioridades del Gobierno. Gran empeño político porque hay que modificar y adaptar 2.700 leyes, enfrentándose a la reticencia, cuando no a la oposición frontal de algunas comunidades autónomas como Cataluña.

La envergadura del empeño es muy grande sobre todo en una situación política de fuertes enfrentamientos entre el poder central y las autonomías. Se trata de una de las leyes que requieren un gran acuerdo entre los partidos, y, por encima de todo, hay que hacer una pedagogía eficaz que demuestre que es útil a la sociedad en general.

Se trata de una ley que tiene que aplicarse por convencimiento de su utilidad y que hay que hacer todos los esfuerzos necesarios, sin discusiones partidistas, para la mejor aplicación práctica.

La conclusión sería que establecer mercados de competencia efectiva es bueno, saber gestionar la política de competencia lo es más y adelantarse a lo que será la competencia a nivel mundial, para tener empresas eficaces, es imprescindible.