Vamos -dijo con sencillez amable- Esto se complica

En política moderna ya no se trata de quién es el ganador de las elecciones, sino de quién las pierde. La razón está en el hecho de que los partidos tradicionales hegemónicos en toda Europa declinan en favor de nuevas fórmulas políticas que están minando su base de legitimidad. La crisis, la corrupción y los desafíos de la globalización han agotado sus energías.

Una buena parte de los teóricos políticos anglosajones se están preguntado cómo reparar el Estado. El Leviatán se encuentra exhausto y sin ánimo de generar un nuevo contrato social que le permita sobrevivir a su hastío. El inmovilismo, la incapacidad de generar nuevos consensos o de abrazar las nuevas formas de lenguaje político, sólo por ser novedosas o favorecer el sectarismo, están paralizando a buena parte de los partidos políticos europeos y favoreciendo las ofertas políticas más radicales o de una sola idea.

Las elecciones catalanas han hecho visible que nos hallemos en un laberinto y no en un camino claro y seguro. El problema catalán, que tantas veces Ortega y Gasset sentenció en relación a España, se ha convertido en el problema de los catalanes. Todos los partidos que han concurrido en las elecciones están padeciendo el síndrome de actuar, antes de calcular las consecuencias de sus acciones políticas. Y mientras Cataluña transita por su laberinto entre la ilusión y la perplejidad, le toca ahora a España elegir entre el alejandrismo decadente de buena parte de la derecha y el culto a la emoción de las nuevas ofertas de la izquierda. Dejando que la tercera España, la que en su día defendieron y encarnaron Manuel Chaves Nogales, Vicente Cacho Viu o Viçens Vives, pueda mostrase sin que aquellos que la defienden sean tachados de débiles.

Esto se complica, como apostilló el padre Brown de G. K. Chesterton en uno de sus casos, señalando a modo de secreta advertencia: «al principio, señor inspector, decía usted que no aparecía arma alguna, pero ahora vamos encontrando muchas armas. Tenemos ya el cuchillo para apuñalar, la cuerda para estrangular, y la pistola para disparar; y todavía hay que añadir que el pobre señor se rompió la cabeza al caerse de la ventana. Esto no va bien. No es económico». De esta misma forma se siente buena parte de los electores, como víctimas que van a verse llamadas a votar en las próximas elecciones generales. 

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