Vencer para perder

A una semana de las elecciones me siento fatalmente atrapado por la situación política de Cataluña. Nunca esperé que llegáramos donde hoy estamos.

A estas alturas, ¿qué análisis se puede hacer? La candidatura Junts pel Sí, o si quieren personalizarlo, Mas y Junqueras, ha conseguido un enorme éxito. Ha movilizado a la calle y también a los electores parece que, mayoritariamente, por un proceso hacia la independencia de Cataluña.

Hasta la fecha, no se recuerda que ningún proyecto político haya logrado un apoyo tan contundente. Cierto es que ha utilizado los medios públicos para lograr su propósito, sin importarle los costes e imagen. Pero es que además han contado, sin proponérselo, con la inestimable colaboración de lo que, desde aquí, se denomina «Madrid».

También es difícil encontrar una gestión del gobierno central tan torpe y tan contraproducente en un tema político fundamental, al que nunca se le ha querido reconocer, porque no se entiende que una región con una renta per cápita más alta que la media europea se quiera independizar. Ni se les ha ocurrido preguntarse honestamente el por qué.

No se han valorado las situaciones, los sentimientos y las sensibilidades, explotadas a conciencia. Sin entrar en la pugna histórica de los nacionalismos español y catalán. Nos vamos a encontrar el próximo lunes, con independencia de los resultados concretos, con una mayoría suficiente o con una amplia mayoría a favor de la independencia y alguien deberá gestionar la situación.

Y en este escenario es cuando la candidatura soberanista se va a tener que enfrentar a lo que llamo «vencer para perder». Algunos elementos importantes a tener en cuenta:

1. Entre unos y otros han medido mal los tiempos políticos y las debilidades del Estado. El PP y Mariano Rajoy van a ignorar el resultado de las elecciones catalanas y se van a concentrar en ganar las generales del 20 de diciembre. Incluso van a utilizar el resultado para sacar ventaja en el resto de España. No se va a poder explotar la «marea» independentista. El contrincante, el «Estado», no va a aparecer.

2. Los soberanistas no han conseguido obtener ningún apoyo más allá del Ebro. Ni los nacionalistas vascos. No han convencido a ningún liberal/progresista (que todavía los hay), ni se han preocupado por hacer llegar el problema a los diversos grupos que quieren una España distinta. Los últimos artículos aparecidos en la prensa barcelonesa escritos por personas de estas sensibilidades (Antonio Garrigues, Marcelino Oreja, Luis Sánchez Merlo, Eduardo Serra…), a pesar de que llegan tarde, evidencian que no toda España esta en la misma longitud de onda que el PP.

3. A la larga no se puede vencer si se utilizan argumentos falaces y en contra de toda lógica. El proyecto de la candidatura secesionista no ha obtenido ningún apoyo de ninguna instancia política relevante. Es especialmente clamoroso que la UE, sus líderes y entidades, todas, han coincidido que la secesión implica la salida de la Unión Europea y del espacio euro. Y no se puede argumentar que no será así.

4. Tampoco es una buena estrategia aquella que contempla romper con la legalidad vigente confrontándola a conceptos presumiblemente de más valor moral como es la Democracia. El gobierno catalán no puede argüir que España no es un país democrático.

5. La candidatura Junts pel Sí ha conseguido, ahora ya de manera clara y contundente poner en su contra a todo el mundo económico de relevancia. El comunicado de la Banca española (AEB) es de una dureza nunca vista. Entre ellos los dos bancos catalanes, CaixaBank y Sabadell. Organizaciones de la sociedad civil y económica como el Círculo de Economía y el Círculo de Empresarios de Madrid han emitido sendos comunicados de gran contenido y fuerte impacto. Las grandes patronales, sus dirigentes a título personal, empresarios catalanes significados como Bonet de Freixenet y Gallardo de Laboratorios Almirall han dejado sentir su voz inequívoca. Los que dirigen las empresas y crean más empleo, todos excepto patronales pequeñas, están en contra de la deriva secesionista.

6. La Generalitat tiene una deuda de unos 66.000 millones de euros (32% del PIB) de la que más de la mitad se la ha suministrado el Estado Español, quien atiende los vencimientos y subvenciona parte del coste que debería pagar la Generalitat, porque no tiene calificación (no tiene quien le preste). A medida de que se han ido acercando las elecciones el diferencial del bono español respecto del italiano, que es nuestra referencia, ha experimentado una subida de rentabilidad, producto, dicen los analistas, de la incertidumbre política en Cataluña. No parece lógico ni inteligente amenazar al acreedor con no pagarle (renegociarle) la deuda. Es una mala práctica que tiene costes evidentes. A no ser que sea cierta la expresión «too big to fail«, aplicada al caso catalán respecto de España.

7. Bastantes políticos de peso, como ex presidentes del Parlamento Europeo y ex primeros ministros, no pueden entender como en el proceso de integración europeo, una región de un estado democrático pretenda no tan sólo ser reconocida, sino incluso creer que le van a ir mejor las cosas sola, frente al fuerte proceso de globalización. Me temo que si se tienen en cuenta estos argumentos, «vencer» en las elecciones va a suponer «perder». No tenemos tan lejos el referéndum griego. Pero quizá estos argumentos sean demasiado lineales (sin astucia). Quizá la candidatura secesionista piense que lo importante, ahora, es obtener el máximo número de votos, ganar fuerza y credibilidad, demostrar que son más, autocovencerse que nadie podrá pararles, como dicen, no quedará más remedio que conceder la independencia, o algo parecido.

Entrar, con el triunfo en las urnas, en una negociación con el gobierno español. Olvidar la mayor parte de lo que se ha dicho durante el proceso electoral; aparecer con una postura razonable, dialogante… Pero este escenario no se va a dar. Nadie estará interesado en negociar. Todos pensarán en ganar el 20 de diciembre, y para ello hay que acentuar las discrepancias. Pero también es cierto que la candidatura Junts pel Sí tendrá que gobernar la realidad de cada día. Y esta realidad está compuesta de presupuestos, déficits, conflictos…. En una sociedad dividida. Volveremos.