Madrid logra lo imposible: enfurece y desnuda a todos

La rebaja de impuestos choca contra Montoro, pero también contra Catalunya o Valencia, que cargan con una enorme deuda

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Madrid puede estrellarse, pero también sabe volar en solitario. Todo está en manos de Madrid. Si España acaba siendo un estado federal, con todas las consecuencias, Madrid sería un distrito federal que, a efectos prácticos, ya se habría independizado, por lo que algunos politólogos catalanes no entienden las reticencias de los dirigentes locales madrileños a defender sin ambages el federalismo.

Pero en su condición de autonomía ejerce de igual forma. Madrid se va, y Madrid se ha ido, fueron los títulos de dos artículos del ex presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, justo antes de acceder al cargo, en 2001 y en 2003 respectivamente. Maragall lo vio claro. Y ahora Madrid ha decidido rebajar impuestos, en los que tiene competencia.

La decisión del presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, de rebajar el tramo autonómico del IRPF en un 0,4% lineal, que no del 1,6% como se apuntó inicialmente, deja el tope marginal del impuesto en Madrid en el 51,6%, por el 56% de Catalunya. Entre esas dos franjas limitan el mínimo y el máximo del impuesto en toda España.

Entramado autonómico

La decisión de González ha dejado en evidencia todo el entramado autonómico, y también las relaciones de poder en el seno del PP. Ha enojado a los gobiernos autonómicos, al catalán, pero también al valenciano, en manos del PP. Las dos autonomías mediterráneas soportan la mayor deuda pública, y, según sus dirigentes, no pueden renunciar a más ingresos.

Pero González, el hombre de Esperanza Aguirre en Madrid, también cuestiona las directrices fiscales del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, al indicarle, –con la sombra alargada de Aguirre– que la reactivación económica sólo puede llegar en estos momentos con una menor presión impositiva.

González baja el IRPF, el Impuesto de Trasmisiones Patrimoniales, y el Impuesto de Actos Jurídicos y Documentales. También deja sin efecto el céntimo sanitario para los 64.200 profesionales del transporte de la autonomía. Todo ello supondrá dejar en manos de los madrileños un total de 357 millones de euros anuales. Tiene margen, su deuda es sólo el 12% de su PIB.

La salida económica

David Taguas, ex jefe de la oficina económica del presidente Rodríguez Zapatero, y director del Instituto de Macroeconomía de la Universidad Camilo José Cela, dispara con bala y sentencia que la medida “es muy positiva y es correcta, porque es lo que hay que hacer”.

Taguas sostiene que “lo “retrógrado es tener un tope marginal del 56%, como tiene Catalunya, una sociedad moderna y económicamente muy viva que no se merece esa carga fiscal”. Taguas constata que la rebaja del IRPF, en el tramo autonómico en Madrid, “es del 0,4% lineal, que está bien, aunque pueda ser poco, porque ese es el camino”.

Mas-Colell se planta

Sin embargo, otros gobiernos autonómicos han saltado a la yugular de González. El conseller de Economía de la Generalitat de Catalunya, Andreu Mas-Colell –un liberal partidario, de hecho, de que los recursos estén en los bolsillos de los ciudadanos– ha rechazado la medida.

El argumento del conseller es que a Catalunya le faltarían entre 1.000 o 2.000 millones de euros, la cantidad equivalente a los intereses que paga de más respecto a la autonomía de Madrid. “Si no tuviéramos esa carga de intereses, podríamos hacer lo mismo que hace Madrid”, asegura.

Y es que Catalunya, que tiene una deuda equivalente al 26,2% de su PIB, pagó por intereses de esa deuda en 2012, unos 2.000 millones de euros; en 2013 pagará algo menos, y en 2014 una cifra también cercana a los 2.000 millones. Esa deuda, que se atribuye a la herencia del anterior gobierno –aunque por decisiones, en buena medida, que tomó el último gobierno de Jordi Pujol– justifica la presión impositiva, según Mas-Colell.

Esa carga impositiva, que se incrementará en 2014 por la influencia de ERC en el Govern de Artur Mas —se recupera el impuesto de Sucesiones–, es discutida por algunos dirigentes de CiU, como el diputado y ex conseller Antoni Fernández Teixidó, pero, por ahora, son los que aplica el Govern de Artur Mas, que mantuvo la subida del IRPF, hasta dejarlo en el 56%, que aprobó el ejecutivo del socialista José Montilla, con el conseller de Economía, Antoni Castells.

Alberto Fabra, a la catalana

El presidente de la Comunitat Valenciana, Alberto Fabra, también ha rechazado las medidas de Madrid. Y, como si hubiera bebido de las fuentes catalanas, ha llegado a asegurar que “no tiene sentido que se bonifique o haya deducciones fiscales con los recursos de los ciudadanos valencianos”. Una frase que, en boca de un dirigente catalán, causa siempre estragos en el resto de España. ¿El problema? Valencia tiene una deuda que es el 29,4% de su PIB.

La autonomía, como la catalana, está desnuda.

Sin nuevos ingresos

El economista de la UB, Gonzalo Bernardos, rechaza totalmente la tesis de que la rebaja de impuestos sea la alternativa, a diferencia de Taguas. “Se ha demostrado siempre que la rebaja impositiva no genera más ingresos, como se vio en la etapa de Aznar, que bajó los impuestos directos, pero no los indirectos, que los subió”.

Bernardos considera que la fórmula de González “es una tomadura de pelo”, y que demuestra una cierta impunidad de la Comunidad de Madrid, que se beneficia de los efectos de capitalidad.

Alternativas de ahorro

Para el decano del Col·legi d’Economistes de Catalunya, Joan B. Casas, “la fórmula puede ser buena, pero siempre que se tenga en cuenta en qué se rebaja a renglón seguido, en inversión, en investigación o en el estado de bienestar, porque los mayores ingresos sólo se generan a medio y largo plazo, no a corto”.

Pero la pareja Ignacio González-Esperanza Aguirre, van a lo suyo. La guerra interna en el PP se mantiene, y se dirige contra Montoro, y desnuda el entramado autonómico, que presenta dos problemas: su insuficiencia financiera, y sus errores del pasado, al acumular una enorme deuda.

Madrid juega a lo suyo, si fuera un estado federal, ya se habría ido, como vislumbró Maragall.

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