Girona más allá de ‘Juego de Tronos’, la nieve y la Costa Brava
Cocina de altos vuelos, una gran arquitectura y el sueño de un genio se conjugan en el interior de Girona

Un viaje a la Girona interior. Foto: Bodega Perelada.
A Girona casi todo el mundo va a disfrutar del mar, de la montaña y de los escenarios de Juego de Tronos. Es decir, a la Costa Brava, a las estaciones de esquí pirenaicas y a la propia capital, donde se rodaron muchos episodios de la mítica serie de HBO. Pero hay una Girona interior llena de personalidad, que sigue siendo inspiración de artistas y grandes cocineros y que merece ser descubierta y saboreada.
Desde un punto de vista puramente gastronómico quizás el mejor exponente de cuanto ofrece el interior de Girona sean los vinos acogidos en la D. O. Empordà. Fundamentalmente tintos con una personalidad muy acusada, de colores intensos, aromáticos y con toques especiados.
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De las 45 bodegas integradas en esta pequeña denominación vitivinícola, buena parte de la producción la tiene Vins i Caves Perelada. Emporio enológico perteneciente a la familia Suqué Mateu, propietarios también del castillo-museo de Peralada, con sus extensos jardines, y del que probablemente sea el casino con más renombre de Cataluña. Un establecimiento de juego único en el mundo, pues está situado en el interior de la construcción de origen medieval, entre gruesos muros de piedra.
Arquitectura y vino
La nueva generación responsable de la familia Suqué Mateu, con Javier a la cabeza, ha decidido dejar también su impronta en Peralada. Y lo ha hecho a lo grande, a través de la nueva bodega-emblema de la empresa, parte de la cual ocupa lo que fue una antigua explotación ganadera del mediados del siglo XX.
Un proyecto que encargaron al estudio gerundense RCR Arquitectes antes de que ganaran el Premio Pritzker y que se completó en mayo de 2022.
La nueva construcción, con sus enormes salas exentas y sin columnas, está a la altura de sostenibilidad, autosuficiencia, efectividad productiva e innovación que se desea para estos nuevos tiempos.
También, por supuesto, de la calidad de los vinos que aquí se producen, con etiquetas tan reconocidas como Finca Malaveïna. Vinos que son auténticas obras de arte y a los que el enólogo de la bodega, Delfí Sanahuja, transmite su arrolladora personalidad y sus brillantes conocimientos.
Una vez aquí, se puede completar la experiencia con una cena en cualquiera de los restaurantes de la propiedad, como el que tiene en la propia bodega, con una cocina informal, incluso para compartir a partir de los sabores de esta tierra.
Aunque si la economía lo permite, lo ideal es hacerlo en Castell Peralada, donde el chef Javi Martínez continúa de forma admirable el legado del gran Xavier Sagristà y donde Toni Gerez conquista a los comensales como lo que es: uno de los mejores jefes de sala y sumilleres del país.
Del vino a la miel
No menos destacable, a otra escala, es el empeño de la empresa Abellaires Empordanesos al poner en valor un negocio fundamental para la preservación del medio ambiente de la zona: la apicultura.
Los panales los tienen en torno a la vecina localidad de Garriguella, en el paraje natural de La Albera y, desde hace años, presumen de sus producciones ecológicas de miel y polen, recuperando maneras tradicionales y sostenibles.
Eso se nota tanto en el sabor y aroma de sus diferentes variedades y también en su durabilidad, sin necesidad de aditivos ni conservantes. Para quien se anime a contemplar con sus propios ojos y aprenderlo mucho sobre las abejas, ofrecen visitas guiadas a los panales y a la propia fábrica de envasado.
Peralada y Garriguella forman parte de la comarca del Alt Empordà, cuya capital es Figueres. Una ciudad conocida en todo el mundo por un museo que ejemplifica como pocos la gran genialidad de un artista de dimensión universal: el Teatro-Museo Dalí.
No se puede añadir mucho más sobre todo lo escrito de este espacio singular. De hecho, las palabras, incluso las imágenes, parecen bastante pobres para describirlo: hay que vivirlo y dejarse llevar, como auténticos niños, por la aparente locura del genio y su desbordante creatividad.
Figueres, epicentro gastronómico
Pero la creatividad en Figueres va mucho más allá de la figura de Dalí. Esta pequeña ciudad estuvo en el epicentro de ese maremoto (no menos artístico) que es la nueva cocina ampurdanesa y catalana.
Aquí están dos de los templos en los que se gestó el movimiento y que forman parte de una de las Rutas Enogastronómicas que organizan desde el propio Ayuntamiento de la localidad.
Por un lado, Motel Empordà, junto a la antigua carretera general que conduce a la frontera de La Jonquera. Allí, en los años 70 del siglo XX el cocinero Josep Mercader inició lo que algunos consideran como “revolución tranquila” a partir de la gastronomía tradicional de la zona y los sabores de la alta cocina francesa, en cuyos fogones se había formado.
A Mercader muchos lo consideran también el potenciado de la cocina de mar y montaña (o mar i mun) y, aunque su restaurante ya no tenga el renombre que alcanzó a finales del siglo XX, lo cierto es que sigue perpetuando un buen gusto en las maneras, en los sabores y presentaciones que lo hacen merecedor de un parada.
Entre los platos, su clásica liebre à la royale es imprescindible para todo buen gastrónomo que se considere como tal y que haya pasado por el local. Uno de ellos, otro gran genio de Girona: Josep Pla.
Hotel Durán
Otra visita (y degustación) interesante es la que ofrece el Hotel Durán, junto a la popular Rambla de Figueres, cuyo restaurante tiene varios comedores diferenciados.
De ellos destaca el situado en la bodega, rodeado de toneles de vino y con muchas historias atrapadas entre sus paredes encaladas. Muchas relacionadas con Salvador Dalí, que solía venir aquí acompañado de amigos artistas y otras celebridades de la época.
Hoy la cocina de Durán, sin renunciar a los aires que han traído los nuevos tiempos, perpetúa elaboraciones que están más cerca de lo clásico que de lo tradicional, siempre a partir de un producto de gran calidad y temporada.
Durán es también una aceptable opción de alojamiento en pleno centro urbano de Figueres, pero quien busque un lugar con el descanso garantizado, debería reservar en el hotel boutique Más Lázuli.
Situado en medio de una finca agrícola de 12 hectáreas junto a la carretera que va de Garriguella a la ya costera Roses, ocupa parte de lo que fue un convento del siglo XI.
Nadie lo diría viendo el estilo de sus 17 habitaciones, muy espaciosas, con una decoración a la última y con numerosos detalles de confortabilidad, como las duchas de efecto lluvia. O la piscina, perfectamente integrada en el entorno verde que rodea la propiedad.
Un arroz en Pals
Entre la montaña y el mar de Girona hay muchas otros lugares que bien merecen parada, fonda y comida. Uno de las más espectaculares es Pals, pueblo medieval con castillo y torre circular, aupado sobre un promontorio desde el que se domina una amplia llanura y el azul del cercano Mediterráneo.
El paseo por sus calles empedradas parece algo irreal, como de película histórica. Lo mejor es tomárselo con calma, sobre todo por las pronunciadas cuestas, y paladear cada uno de sus rincones.
Muchos de ellos están decorados con flores que cuelgan de los propios muros. Una visita sin prisa es la mejor manera de entender la singularidad de esta localidad cuya pobreza en el pasado ha sido, de forma paradójica, el mejor conservante para que haya llegado tal cual hasta nuestros días.
Monumentalidad aparte, Pals es muy conocido en toda Cataluña por la calidad de sus arroces. El río Daro riega los arrozales en torno al pueblo, igual que a las marismas que hay poco antes de su desembocadura en el mar.
Con ese aporte hídrico, los productores de la zona, como Molí de Pals, cultivan las variedades bomba y bahía y otras, como carnaroli y nembo, adaptadas a las tendencias actuales en cocina. La visita a este antiguo molino de agua es un auténtico viaje al pasado del que llevarse un sabroso y versátil recuerdo culinario.
El arroz está muy presente en los menús del restaurante del hotel gastronómico que se encuentra junto al viejo molino: Es Portal. Un magnífico ejemplo de lo que debe ser un establecimiento montado con buen gusto y mejor voluntad.
Si deliciosas parecen sus habitaciones, entre los gruesos muros de una masía del siglo XVI, la experiencia que espera a quienes decidan disfrutar de su menú degustación es de esas difíciles, muy difíciles, de olvidar.
El responsable último de esta experiencia es el chef Joan Carles Sànchez, que entiende el producto local como pocos (sepietas, cigalas, pescados y arroz, como ya hemos dicho, no suelen faltar) y cuyos platos maridan de una forma muy inteligente con los vinos de la D. O. Empordà. Porque, como vemos, el vino y el buen comer forman parte fundamental del ADN de las comarcas del Alt Empordà.