Piscinas secretas, restaurantes top y una terraza para quedarse a vivir: tres hoteles para descubrir en París
De una exclusiva piscina junto a la Ópera a una terraza con vistas a la Torre Eiffel pasando por un coqueto refugio en la place des Vosges, fichamos tres hoteles perfectos para una escapada a París

Tenemos nueva terraza favorita en Paris y esta en el Brach.
Quizás te suene el nombre porque Brach será el próximo hotel de lujo que abra sus puertas en la Gran Vía madrileña, este mismo 2024. En el número 20 de la céntrica calle, la que fuera sede de Seguros La Estrella acogerá un exclusivo alojamiento con restaurante, su propia pâtisserie y terraza en la azotea, así como un interiorismo a cargo de Philippe Starck.
Precisamente el genio francés -creador de algunos de los hoteles más hermosos del mundo- firma también el diseño de su hermano mayor, Brach París, un oasis acogedor y sofisticado en el distrito 16 de la capital francesa que cuenta, entre otros, con uno de los restaurantes de moda y el rooftop donde querríamos pasar el verano.
Brach París
Aunque cada establecimiento en diferente, nos cuentan los responsables de Evok Collection, cadena en la que se enmarca la enseña Brach, el hotel parisino nos da algunas pistas sobre lo que podremos encontrar en próximamente en Madrid (y más adelante en Roma).
Para empezar, un ambiente alegre y desenfadado, donde se respira una energía contagiosa. Y es que el edificio de los años 30 del siglo XX en la Rue Jean Richepin que un día fuera oficina postal es hoy, por obra y gracia de Starck, que ideó minuciosamente hasta el último de sus 7.000 m2, un ecléctico conjunto de piezas que remiten al modernismo y la bauhaus, el dadaismo y el surrealismo, de tonos cálidos y materiales naturales, de madera, cuero, hormigón y cristal, de inspiración africana, mexicana o polinesia.
Los contrastes –a veces contradicciones- no desentonan en este hotel de 59 habitaciones y suites, todas diferentes y varias con vistas directas a la Torre Eiffel, que se ofrece a ser desentrañado por un explorador moderno.
Si tuviera que definirlo, Starck no lo llamaría siquiera hotel sino “un lugar único de vida y cultura donde los misterios poéticos y las sorpresas fértiles alimentan la imaginación”. Sensual, ecléctico y, desde luego, poco convencional, Brach “invita a los huéspedes a un viaje, a una exploración”.
Porque es cierto que hay que ser un poco aventurero para decidir alojarse en un distrito eminentemente residencial como este, si bien tiene en sus proximidades tesoros como la Maison de Balzac o el Palais de Tokyo.
Lo que podría ser un hándicap es, sin embargo, una de sus fortalezas. Una década después de su apertura, el hotel es un vecino más del barrio, hogar de uno de los restaurantes más apreciados de la zona, pero también de una piscina de 25 metros, club deportivo, spa y barbería y una terraza con vistas a la torre Eiffel en la que viven las que seguramente sean las gallinas más felices de París.
Gastronomía, pasteles y el rooftop de las gallinas felices
Con la recepción escondida en el primer piso, lo primero que encontramos al atravesar las puertas y un vestíbulo plagado de esculturas y espejos es, precisamente, el restaurante.
A reventar de parisinos un martes cualquiera, bajo los mandos del chef francés Adam Bentalha despliega una cocina de inspiración mediterránea que combina acertadamente sabor, color y sofisticación.
Muy pensada para compartir, por la mesa desfilan hummus, baba ganoush o mouhammara con pan de pita, carpaccio de vieiras con cítricos, tartar de lubina, gel de kalamansí, aguacate y rábano, alcachofa con foie gras de pato, pera asada y granada, kefta de ternera con mantequilla y repollo ahumado o una paletilla de cordero lechal confitada con za’atar.
¿Crees que no tienes sitio para el postre? Date una vuelta por la vitrina que exhibe los preciosos y sabrosos postres de Yann Brys, nombrado Meilleur Ouvrier de France (mejor obrador de Francia), que van del éclair de chocolate al delicado milhojas pasando por al Paris-Brest o déjate seducir por su selección de quesos franceses.
Su restaurante, que bebe de todas las orillas del Mediterráneo, ofrece platos muy pensados para compartir
Una bien surtida bodega de vinos y una carta de cócteles perfectos para empezar una cena o para ponerle el broche, completan las tentaciones de este restaurante que, además, ofrece una agenda diaria que incluye desde música en directo a tango, pasando por sesiones de DJ en una clara apuesta por el arte, la cultura y el público local.
También en este espacio, decorado en el mismo estilo ecléctico y divertido del hotel que encabeza una gran obra mural de Ara Starck, se sirven, a la carta, los desayunos del hotel –no te pierdas los huevos Benedict ni los zumos naturales-, así como un famosísimo brunch con la mejor pastelería horneada diariamente y una delicada selección de bocados salados que incluye embutidos italianos, especialidades griegas y libanesas, risottos y mariscos.
La gastronomía del Brach se puede disfrutar también en la terraza de la primera planta, abierta también a alojados y parisinos (de martes a sábados de 16,30 a 23,30 horas) que esta temporada -y como homenaje a la próxima apertura de Brach en Madrid- hace girar su propuesta en torno sabores españoles.
De mayo a septiembre, sin embargo, el rincón más especial del hotel se ubica en la séptima planta. Sobre los tejados del distrito 16 de París se alza un magnífico rooftop secreto (se accede por lo que parece un pasillo de servicio del que parte una estrecha escalerilla) con vistas 360º que incluyen, por supuesto, la torre más famosa de la ciudad.
Poblado de hierbas aromáticas, fresas y tomateras, entre otras frutas y verduras que se cultivan, este extraordinario espacio incluye hasta un gallinero cuyos habitantes acompañan las veladas al aire libre más especiales del barrio, donde se viene a tomar uno de los cócteles firmados por Jérémy Bacquet acompañado de algún plato ligero.
Boxeo, piscina y cueva de sal
Las habitaciones, diseñadas por Starck hasta el último detalle, están llenas de detalles para hacerte sentir como en casa, con artesanías, libros y un nutridísimo bar donde igual te puedes servir un cóctel que encontrar un juego de mesa o conseguir parches de tratamiento para el contorno de ojos.
Con enormes cristaleras, en muchas habitaciones de suelo a techo, las habitaciones incorporan también vestidor y amplios baños con bañeras exentas y lavabos en mármol negro. Un paso más en el lujo, las suites que ofrecen directas a la Torre Eiffel y terrazas con bañeras de hidromasaje.
No menos sorprendente, el espacio subterráneo de Brach esconde, en sus más de mil metros, diferentes zonas volcadas en el cuidado de la salud y el bienestar, con gimnasio completo, barbería, una piscina de 23 metros para nadar o un hammam y una cueva de sal para relajarse. También se ofrecen clases de boxeo, pilates o yoga y el Spa by Clarins con tres salas dedicadas a tratamientos que son toda una experiencia sensorial.
Nolinski: una piscina secreta junto a la Ópera de París
Hablando de descubrimientos tenemos uno más que hacerte. Porque sí, aúne existen lugares secretos en zonas tan trilladas como la Rue Saint-Honoré, el Louvre o la Ópera de París.
A pocos pasos de ellas, un clásico edificio de estilo Haussmann en el número 16 de la Avenue de l’Opera acoge un oasis de lujo discreto: Nolinski París.
Del grupo Evok, creado por Romain Yzerman y Emmanuel Sauvage en 2014, el diseñador de interiores Louis Deniot fue el encargado de renovar las seis plantas de un hotel que busca encapsular el estilo de vida francés.
Sobre una base minimalista y una gama de colores que bascula entre los grises, los azules y los tostados, los espacios se enriquecen con molduras, paneles de madera, mármol, muebles antiguos, esculturas, cerámicas, gruesas alfombras, puertas espejadas y luces tenues, pero también música y un sutil perfume a almizcle y especias.
Como espina dorsal, una impresionante escalera que, entre pinturas de nubes, invita a alejarse del bullicio exterior de la gran ciudad mientras se asciende a un mundo de placeres en forma de 45 exclusivas habitaciones (9 de ellas suites) que destilan hedonismo y un cierto aire de misterio.
Pocos sospecharían, por ejemplo, que en el subsuelo de este céntrico hotel aguarda un refugio tan íntimo como el Spa Nolinski. Entre espejos, velas parpadeantes y sofás estilo Luis XIV brillan una piscina, una sauna y un hammam, así como diferentes salas de masajes con techos que simulan el cielo nocturno. Elegancia e intimidad se combinan en este lugar que invita a la introspección y al relax donde, además se puede disfrutar de los tratamientos de belleza de La Colline y sus productos de alta tecnología que nacen en la Riviera suiza.
En la planta baja, Nolinski Le Restaurant es el territorio del renombrado chef Philip Chronopoulos (dos estrellas Michelin en Palais Royal Restaurant Paris), donde ofrece, junto al chef ejecutivo Christophe Chottin, una igualmente sofisticada experiencia culinaria.
En la sala, de inspiración art dèco coronada por lámparas Fortuny, detalles de latón, mármol amarillo de Siena y toques dorados, suena jazz mientras se ojea la carta, que viaja por diferentes culturas, técnicas y elaboraciones y que pone el foco en los crudos, las especias o el mar para dar forma a una cocina de la que, apunta Chronopoulos, “nunca te cansarás”.
Imposible cansarse de su tarama de huevas de bacalao ahumado en pan focaccia de aceitunas, el ceviche de lubina, las brochetas de berenjena con yogur, hierbas frescas y granada o la ensalada de centolla, vinagreta de cítricos, aguacate y mozzarella.
Entre los principales, croque monsieur con trufa negra, salmón caramelizado con miso, ternera con costra de pimienta negra flambeada con coñac y acompañada de adictivas patatas fritas y, recomendación personal, exquisitos linguini con langosta.
Junto al restaurante, Le Grand Salon Cocktail Bar es perfecto para poner la guinda a la noche de la mano de los cócteles diseñados por Jérmy Bacquet. En un ambiente sofisticado, bajo un techo plateado y entre tapices y mullidas alfombras, el piano suele convertirse en protagonista de divertidas actuaciones improvisadas.
Cour des Vosges: un hotel donde no creías que había un hotel
Joyita en el encantador barrio de Marais, la place des Vosges es una de las más antiguas (y bonitas) de París. Bellísimas fachadas de ladrillo rojo y tejados de pizarra, arcadas y un precioso jardín central hacen de este lugar un rincón idílico.
El antiguo Hôtel de Montbrun, un edificio del siglo XVII catalogado como histórico, aloja el único hotel de la plaza. Se trata de Cour des Vosges, un establecimiento de cinco estrellas y solo 12 habitaciones que recoge el espíritu de sus originales propietarios, una familia de nobles amantes y coleccionistas de arte.
De diversos estilos y movimientos, esculturas, cerámicas, tapices, muebles y pinturas originales, como las que cubren las vigas, hacen de este hotel un pequeño museo. El estudio Lecoadic-Scotto fue el encargado de dar forma a este proyecto que respeta la autenticidad del lugar y lo funde con un nuevo mundo de placeres, muy en línea con l’art de vivre francés.
Con techos de hasta 5 metros de altura y espectaculares vistas (desde la quinta planta se puede ver incluso la Plaza de la Bastilla), las suites ofrecen estimulantes contrastes donde antiguas piezas de terracota conviven con tapices azules, candelabros, mesas de vidrio, doseles de acero inoxidable o pantallas lacadas.
Como una terma romana, un pequeño pero encantador spa bajo techos abovedados en el subsuelo completa los espacios de este hotel que, además, ofrece otra de las terrazas más apetecibles para la primavera en París.
Entre los soportales de la plaza de los Vosgos, respirar la historia de esta ciudad es aún más chic si se combina con un café, un cóctel o un vino maridado con las espectaculares creaciones dulces de Yann Brys. Voilà!